"No hay dignidad en una muerte lenta y dolorosa. Para eso, bien podríais bombardear nuestra isla". Con estas demoledoras palabras, el presidente de la República de Palau, Surangel Whipps Jr., lanzaba un claro mensaje a sus homólogos de todo el mundo: ya no hay excusas, toca actuar. 

Si en la última cumbre del clima, celebrada en Madrid en 2019, se urgía a los Gobiernos a tomar medidas inmediatas, en la que está teniendo lugar en Escocia esta semana el mensaje es aún más acuciante. Como dijo ayer la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, "no podemos esperar a 2050".

Acelerar la transición ecológica y la drástica reducción de emisiones contaminantes en el mundo es cuestión de vida o muerte para muchos países, como ocurre con el archipiélago de la Micronesia liderado por Whipps. 

Más allá de invertir en tecnología verde o reducir las emisiones de gas metano, es esencial proteger los bosques, si se tiene en cuenta que en las últimas tres décadas se han perdido 178 millones de hectáreas de masa forestal a nivel global.

Desde 1990 se ha deforestado una extensión equivalente a tres veces la superficie total de la península ibérica. En otras palabras, cada año se pierden 10 millones de hectáreas. 

Pero los bosques no son solo los grandes pulmones del mundo, de ellos depende la supervivencia de 1.600 millones de personas, pues aportan alimento, medicinas, combustible y abrigo. Y son también el hogar del 80% de las especies de animales y plantas.

110 líderes, que representan el 85% de los bosques de la Tierra, han firmado la declaración para poner fin a la deforestación antes de 2030

En palabras del naturalista británico David Attenborough, "al destruir los bosques, dañamos la biodiversidad y nuestras vidas […]. El desafío ahora está en empezar a recuperarlos, y cada país deberá hacerlo a su propia manera".

Por ello, el gran compromiso de la segunda jornada de la COP26 es haber llegado a un principio de acuerdo para frenar y revertir la deforestación global durante la próxima década. Este acuerdo forma parte de un paquete de medidas mil millonarias para atajar las emisiones de gases de efecto invernadero provocadas por el ser humano. 

La Declaración de los líderes de Glasgow sobre el uso del suelo y los bosques pretende ser el primer paso para que presidentes y primeros ministros de los principales países productores y consumidores de productos responsables de la deforestación protejan los ecosistemas terrestres.

"Los bosques son esenciales para nuestra supervivencia", recordó el primer ministro británico, Boris Johnson. Por eso, admitió, es fundamental que líderes como el chino Xi Jinping, el ruso Vladimir Putin, el estadounidense Joe Biden o el brasileño Jair Bolsonaro –hasta ahora uno de los mayores enemigos de las masas forestales– sumen sus voces para frenar la deforestación.

Tanto Putin como Bolsonaro hicieron su aparición en la COP26 –a la que han decidido no asistir– a través de un breve vídeo pregrabado. En él, ambos mandatarios aseguraban apoyar la declaración promovida por Reino Unido. 

Tanto Putin como Bolsonaro hicieron su aparición en la COP26 a través de un breve vídeo pregrabado

En total, son 110 líderes, que representan el 85% de los bosques de la Tierra, los que han firmado la declaración para poner fin a la deforestación antes de 2030. Pero no solo los gobernantes se han unido: bancos y empresas internacionales también se han comprometido a salvaguardar los pulmones del planeta.

Y es que, como dijo ayer el enviado presidencial especial de los Estados Unidos para el Clima, John Kerry, "ningún Gobierno puede enfrentarse a los desafíos climáticos solo". La colaboración público-privada es, una vez más, fundamental.

Pero, como aseguraba el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, "firmar esta declaración es la parte fácil; es esencial que se implemente sin más dilación".

Latinoamérica se une por los mares

Pero los bosques no son los únicos ecosistemas que merecieron consideración en la segunda jornada de la cumbre del clima. Ayer, Glasgow veía cómo Ecuador, Colombia, Panamá y Costa Rica unían fuerzas para proteger las migraciones de las tortugas, ballenas y tiburones de las redes de los barcos pesqueros.

Para ello, los cuatro países del Pacífico anunciaron que crearán un corredor que incrementará las zonas marinas protegidas hasta los 500.000 kilómetros cuadrados. Áreas que, ahora, estarán libres de pesca y asegurarán el florecimiento de la biodiversidad marina de un océano que agoniza.