La fachada de Infinito Delicias, el espacio creado en Argazuela (Madrid) por la Fundación Daniel y Nina Carasso.

La fachada de Infinito Delicias, el espacio creado en Argazuela (Madrid) por la Fundación Daniel y Nina Carasso. Cedida Infinito Delicias

Historias

El barrio madrileño de Delicias acoge el proyecto más sostenible de Europa: comida, comunidad y arte en un edificio de madera

La Fundación Daniel y Nina Carasso ha creado el espacio Infinito Delicias, un lugar de encuentro para el tercer sector, la cultura y la ciudadanía.

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Ocho años. Ese es el tiempo que lleva fraguándose Infinito Delicias, un proyecto que verá la luz el próximo 11 de diciembre, aunque algunos vecinos del barrio madrileño que le da nombre probablemente hayan visto cómo, en los últimos meses, un peculiar edificio de madera iba transformando la calle de Juana Doña.

Con 2.700 metros cuadrados, este espacio, que combina la estructura original del edificio con materiales reciclados y madera certificada procedente de bosques asturianos, se convertirá en la oficina de la Fundación Daniel y Nina Carasso. Pero no solo eso.

La idea, cuenta el director del proyecto, Francesco Cingolani, durante una visita guiada, es que el barrio cuente con un espacio en el que "tejer redes y lazos". Se presenta, por tanto, como una suerte de "tercer espacio", que no sea ni el hogar ni el trabajo, sino un lugar en que "crear comunidad" donde se produzca "un encuentro entre la cultura, la alimentación sostenible y la innovación".

"Para nosotros, regenerar la ciudad no significa solo rehabilitar edificios, sino activar relaciones. Queremos que Infinito Delicias sea un espacio vivo donde personas, barrios y culturas se encuentren para imaginar juntos nuevas formas de convivir", dice Cingolani.

Y asegura que lo último que quieren con esta construcción es fomentar la gentrificación. Más bien, afirma el director del proyecto, todo lo contrario: "Es un lugar de colaboración y convivencia", donde "tejemos barrio".

El patio comunitario de Infinito Delicias.

El patio comunitario de Infinito Delicias. Cedida

Desde el proyecto, reiteran que "busca establecer una relación real con quienes habitan Madrid y sus barrios, incorporando sus voces, ideas y proyectos en un ecosistema que se construye de manera colaborativa. No se trata solo de un edificio, sino de un nuevo punto de encuentro abierto a la creatividad y a la participación".

Más que una construcción

Es verdad que no es solo un edificio, pero la edificación en sí juega un papel clave en el desarrollo de Infinito Delicias. Se trata de todo un "referente de arquitectura bioclimática y sostenibilidad".

Algo que dicen desde el propio espacio, pero que también se reconoce a nivel europeo. El proyecto obtuvo el premio Oro de los Holcim Awards 2023 que premian la construcción más sostenible.

Lo que ha hecho esta iniciativa, codiseñada por la Fundación Daniel y Nina Carasso junto a los estudios Husos, Elii y Ultrazul, es transformar un antiguo edificio industrial en un centro comunitario. Un lugar que cuenta con espacio abierto al barrio: una plaza, un restaurante 'eco' donde, en palabras de su propio director, "tengan cabida todas las culturas, religiones y gustos gastronómicos", una zona de exposiciones, huertos urbanos y laboratorios gastronómicos.

El directo de Infinito Delicias junto a la directora de la Fundación Daniel y Nina Carasso en España muestran el espacio.

El directo de Infinito Delicias junto a la directora de la Fundación Daniel y Nina Carasso en España muestran el espacio. Cedida

Esto convive con un apartamento para cobijar a las personas que participen en su residencia artística, un espacio de coworking para asociaciones del ecosistema de la fundación y zonas para realizar actividades.

Todo envuelto por algunos elementos clave que hacen de este peculiar edificio de madera un enclave único: arquitectura bioclimática, circularidad de materiales, eficiencia energética —cuenta con pozos de geotermia y placas solares— y la gestión responsable de recursos. Integra, además, la vegetación urbana como sistema de control de temperatura.

Circularidad total

Uno de los miembros de Infinito Delicias, Fermín Montequín, explica que el proyecto nació con la pretensión de convertirse en un "ejemplo de sostenibilidad". Eso, asegura, hizo que fuese más sencillo cumplir con su objetivo.

Para ello, tuvieron que encontrar un edificio en Madrid que cumpliese con unos criterios claros: "Necesitábamos que tuviese ventilación cruzada y luz natural", cuenta Montequín. A eso, se le unió un diseño bioclimático. "Así, de base, conseguimos reducir nuestra huella de carbono".

Además, renunciaron a las plazas de garaje —que se sustituyen con aparcamiento para bicis— para construir 12 pozos de geotermia que proporcionan una temperatura constante "solo por estar en contacto constante con la profundidad de la Tierra", explica el también project maganer de la Fundación Daniel y Nina Carasso.

Detalles de la vegetación del edificio.

Detalles de la vegetación del edificio. Cedida

Y añade: "Para compensar y llegar a los 20-21 grados de confort hay aerotermia que se alimenta con paneles solares en los tejados que conviven con vegetación".

La clave del proyecto, asegura Montequín, fue optar por "un edificio que no estuviera protegido y respetar la volumetría para conservar el patrimonio industrial de Delicias". Por eso, junto a la madera conviven elementos de metal. "Se ha mantenido la estructura original de los años 60", dice.

Y matiza que toda la fijación realizada en el edificio es "vista", pues la idea es que "cuando acabe la vida del proyecto, se pueda desmontar y utilizar para otra cosa". Se cierra, así, el círculo de la construcción.