Hace aproximadamente tres años, Gary Giseppone, vecino de Long Island (Nueva York), comenzó a ver a una gata peluda y tímida merodeando cerca de su casa. No era nada extraordinario. Muchos mininos callejeros deambulaban cerca de su portal. Para los mininos, era una fuente de comida y cuidados. 

La gata, de pelaje negro y pecho blanco, como si llevara un esmoquin, estaba en muy mal estado. Giseppone pensaba que no iba a sobrevivir. Pero pronto se dio cuenta de que su gran problema era que tenía el pelo extremadamente enredado. Tanto que casi no podía andar. 

Por eso decidió tramar un plan y ponerle una pequeña trampa —a través de la comida, por su puesto— para poder llevarla a un centro de adopción y refugio de animales Ciudad de Brookhaven para ver si podían ayudarla con su problema. 

No tenía ninguna intención de adoptar a la gata, según ha contado al medio estadounidense Patch, porque ya tenía dos perros y otro exgato callejero que consiguió socializar. Aun así, pensaba que tras solucionar su enredo, la gata volvería a su casa hasta que alguien decidiera adoptarla. 

La llamada que recibió, sin embargo, era muy diferente a la que se imaginaba. Se llevó una grata sorpresa. La gata tenía nombre, Mini, y había desaparecido hace diez años. "Mini no estaba en buenas condiciones porque no había comido lo suficiente y su pelaje estaba muy enredado", indicó la directora del refugio, Linda Klamplf, a la NBC.

La sorpresa de sus dueños, una pareja que solía vivir en East Setauket (también en Long Island), también fue mayúscula. Pensaban que no volverían a ver a su gata que había desaparecido hace una década. 

[¿Los animales tienen sentimientos?]

Según ha informado EFE, Mini desapareció en julio de 2012 cuando escapó de la casa de la cuñada de Richard Price, que en aquel momento estaba cuidando de ella. Iniciaron una exhaustiva búsqueda, colocando carteles y contactando con veterinarias, pero nunca la encontraron. 

Los dos habían adoptado a Mini como una gata socializada de un refugio de un grupo de rescate de animales en Smithtown tras descubrirla deambulando por las calles en una colonia salvaje. Price se había enamorado de ella tras visitar el refugio en uno de sus descansos para comer. 

La pérdida fue un gran palo para Price. Para la pareja, era casi como una hija. "Fue horrible", recuerda a Patch. "Los gatos se convierten en tu familia, al igual que los perros se convierten en tu familia. Y de repente, ella se pierde".

Ahora, ya con 13 años de vida y diez años después de haberse perdido, Mini podrá volver a su hogar. Aunque esta vez será a más de 6.000 kilómetros de su primera casa. Sus dueños, tras jubilarse, decidieron mudarse a Valencia. 

Price y su pareja, según han contado a Patch, ya están trabajando para poder llevar a Mini a España y volverán a Estados Unidos el mes que viene para gestionarlo. Una vez llegue a nuestro país, se unirá a los otros tres gatos de la pareja.