¿Es posible consumir un 50% menos de energía y que no suponga una pérdida en el bienestar?

¿Es posible consumir un 50% menos de energía y que no suponga una pérdida en el bienestar? iStock

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¿Es posible consumir un 50% menos de energía y no perder bienestar? El estudio que explica cómo

Un informe propone varios escenarios para reducir la huella de carbono, consumiendo menos, pero sin crear pobreza ni exclusión. 

6 junio, 2022 02:32

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¿Es posible reducir drásticamente el consumo de energía de los países desarrollados sin que eso suponga crear pobreza o destruir el bienestar de sus ciudadanos?

El Centro de Investigación de Soluciones a la Demanda Energética (CREDS, por sus siglas en inglés) del Reino Unido cree que sí y ha publicado un informe en el que desarrolla varios escenarios en los que el país, una de las economías más potentes del mundo, podría reducir su huella de carbono de manera más que significativa no sólo no perjudicando, sino incluso mejorando su sistema de bienestar

Las investigaciones, en las que participan más de 140 investigadores de 24 universidades del país, parten de la base de que los ambiciosos objetivos climáticos del país no pueden alcanzarse con los enfoques actuales. Reino Unido pretende situar sus emisiones de gases efecto invernadero un 78% por debajo de los niveles de 1990 para 2035 y cero emisiones netas para 2050.

Sin embargo, consideran que las políticas que se están proponiendo pasan por un crecimiento totalmente ineficiente del sistema energético hasta casi cuadruplicarlo, y a un uso excesivamente costoso de tecnologías de captura de dióxido de carbono.

El informe señala que los beneficios de reducción de la demanda de energía incluyen mejor calidad del aire, hogares más cálidos, dietas más saludables y mayores oportunidades para hacer ejercicio. Las reducciones, apuntan los investigadores, son posibles en todos los sectores y particularmente útiles en sectores “difíciles de mitigar”, como la producción de acero, la aviación y la agricultura.

Según recoge, “la respuesta es diferente para cada servicio de energía y debe incluir estrategias para proteger y mejorar la calidad de vida mientras se reducen los servicios de energía, así como áreas de políticas más tradicionales relacionadas con la eficiencia energética”.

El informe se basa en cuatro posibles escenarios. En dos de ellos se ignora la demanda como factor o se mantienen los estándares actuales. El tercero y el cuarto son los que nos interesan y uno pasa por cambiar el tipo de demanda energética con las tecnologías y los marcos sociales actuales y el otro por un cambio transformador en las mismas.

El análisis incluye atención en los campos en los que se centra el actual enfoque de la transición energética, como la digitalización, la economía circular, la automatización del trabajo, la protección medioambiental o la economía globalizada. 

Pero los cambios concretos se aterrizan en sectores que no resultan desconocidos: transporte, dieta, vivienda, materiales y producción. Las medidas más ambiciosas pasan por detener la construcción de nuevas carreteras y de la capacidad aeroportuaria, unificando y reutilizando caminos para una movilidad compartida, pública y activa.

Medidas nuevas y otras conocidas

En algunos casos es tan fácil como expandir algo que ya existe en muchas ciudades medias: un transporte público integrado (una red, un horario, un billete), la sustitución del transporte privado por el público y que el hecho de usar automóviles por parte de una sola persona se vuelva “socialmente inaceptable”.

Otra medida propuesta y que ya se discute en la Unión Europea (UE) ante la crisis energética por la guerra de Ucrania es la semana laboral de cuatro días, que en el caso de Reino Unido, el CREDS calcula que resultaría en una reducción del 10% de los desplazamientos por persona para 2030.

Las recomendaciones para la dieta tampoco sonarán muy marcianas: reducir la ingesta de calorías a unos niveles sanos, que mantengan el promedio diario en 2.500 calorías, como recomiendan las instituciones de salud, y la reducción anual del desperdicio de alimentos.

En la climatización de los edificios, se propone aumentar el número de bombas de calor de fuente de aire y tierra limpias y altamente eficientes. Los sistemas híbridos renuncian al gas natural y se basan, en cambio, en el hidrógeno o en gas de síntesis más limpios. Además, se pide potenciar la reutilización y adaptación del parque de viviendas ya existente, en lugar de vivienda nueva, sin perder empleo en el sector.

La combinación de la digitalización con la eficiencia buscaría reducir el número total de electrodomésticos por hogar, un 20% en iluminación y un 10% en tecnologías de la información y electrónica de consumo, debido también a la saturación de la demanda, la computación en la nube y el aumento de la compartición.

Finalmente, para la industria, con mejoras de eficiencia energética limitadas en los procesos industriales intensivos en energía disponibles, la reducción del consumo de materiales es esencial mediante la introducción de una estrategia de eficiencia de recursos específica.

Y recuerdan que en el caso de la movilidad, la escala de reducción requerida no se puede lograr sólo con vehículos eléctricos, sino que requiere una reducción en la distancia recorrida mediante la inversión en viajes activos y no en la expansión adicional de las redes viales.

Una de las ventajas que defiende el informe de los modelos de cambio o transformación de la demanda es que en su propia planificación implican ser más baratos. La transición energética sin cambios en la demanda energética o con niveles reducidos a las medidas en implantación de la actualidad necesitan de grandes inversiones, hasta un 70% superiores a las que se calcula para los escenarios menos ambiciosos, que reducen el consumo de energía sólo entre un 31 y un 41% respecto a la actualidad. Los planes para alcanzar las emisiones neta cero para 2050, argumentan, sería entre 95 y 170 mil millones/año de libras en 2050.