Desirée Monedero, tanatopractora de Cuenca

Desirée Monedero, tanatopractora de Cuenca

Sociedad

Desirée (23 años), la maquilladora que terminó en un tanatorio de Cuenca: "Con el primer cadáver temblaba"

Su amor por el maquillaje la llevó a un oficio inesperado: preparar cuerpos para el último adiós con respeto y sensibilidad.

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El maquillaje fue siempre la gran pasión de Desirée Monedero. Pero a diferencia de otras jóvenes de su edad, que soñaban con pasarelas, bodas o fiestas, ella decidió aplicarlo en un escenario muy distinto: el tanatorio.

A los 20 años, mientras sus amigas empezaban carreras universitarias o primeros trabajos de oficina, Desirée se adentraba en un mundo que pocos imaginan y muchos prefieren evitar: la tanatopraxia, el arte de preparar a los fallecidos para su último adiós.

"Siempre tuve claro que quería maquillar, pero también quería que tuviera futuro. Y un día pensé: ¿por qué no el maquillaje fúnebre?", recuerda con serenidad.

Esa decisión, tomada casi de golpe, la llevó a pasar tres años entre camillas frías, herramientas quirúrgicas y familias rotas por la pérdida. Un oficio duro, invisible y a menudo incomprendido, pero que ella define con una palabra que sorprende: agradecido.

Camino a la vocación

Su primer paso fue formarse. Encontró un curso online que, aunque no estaba homologado oficialmente en España, le proporcionó un diploma y, sobre todo, un conocimiento profundo. "Me dieron un libro súper gordo que a día de hoy guardo como una reliquia. Venía de todo: historia de la tanatopraxia, anatomía, psicología, técnicas fúnebres…", recuerda.

Durante un año, se preparó a conciencia, aprendiendo los fundamentos para entender cómo funciona un cuerpo sin vida y cómo tratarlo con el máximo respeto.

Imagen de archivo de varios empleados de una funeraria extrayendo un ataúd del coche fúnebre.

Imagen de archivo de varios empleados de una funeraria extrayendo un ataúd del coche fúnebre. iStock

Sin embargo, el diploma no fue una llave maestra. Al buscar trabajo en los tanatorios de Cuenca, se topó con una barrera inesperada: "En dos de ellos no cogían mujeres".

Lejos de desanimarse, probó suerte en el tercero y más reciente. Allí, aunque le dijeron que el título no era imprescindible, su formación demostró su interés y compromiso. La contrataron.

Arte silencioso

Pero, ¿en qué consiste exactamente la tanatopraxia? Desirée lo define como "el acondicionamiento del cuerpo para presentárselo a la familia".

Un proceso meticuloso que va mucho más allá del maquillaje que la atrajo en un principio. "Mucha gente te lleva una imagen y te dice: ‘mi tío era así y quiero que se le vea así’, porque sabes que cuando una persona fallece le cambian mucho los rasgos", detalla.

Proceso

El trabajo empieza en el interior. Se realizan taponamientos y otros procedimientos para evitar que el cuerpo expulse fluidos de forma natural.

Luego viene la parte más visible: cerrar la boca, una tarea que se vuelve imposible si el cuerpo se enfría, y que requiere masajes y herramientas específicas para que el gesto quede "lo más natural posible". Si hay heridas o cortes, se suturan.

Solo entonces llega la tanatoestética: vestir, peinar y, finalmente, maquillar. "Empecé con esto porque me gustaba el maquillaje y al final es lo que menos hago" confiesa entre risas. "Pero descubrí un mundo que me encantó porque es un trabajo súper agradecido".

Agradecimientos

La recompensa llega cuando la familia entra en la sala. "Me encanta que la familia diga: ‘qué bien lo has dejado, con lo mal que estaba’, eso es sin duda una motivación", explica muy contenta.

Para lograrlo, Desirée desarrolló sus propios trucos. Si a una persona mayor se le retiraba la dentadura postiza, su rostro podía quedar hundido. "Yo les ponía algodón en los pómulos o unas prótesis de plástico para simular la forma de los dientes. La familia entraba y me decía: ‘parece que tiene hasta buena cara’. Nadie me pidió nunca que se lo quitara".

Siempre, antes de dar por finalizado su trabajo, preguntaba a los familiares más cercanos si todo estaba a su gusto. "Mucha gente como que le da apuro decirlo, pero yo siempre preguntaba".

A veces, el ajuste era mínimo: "Pues es que él llevaba el pelo para el otro lado". Un simple gesto con el peine que significaba el mundo para una familia en pleno duelo.

Miedo cara a cara

Su primer encuentro con la muerte lo recuerda a la perfección. "No la toqué ni la vi, solo la miré. Estaba temblando como una gelatina, diciendo madre mía, dónde me he metido".

Pero al día siguiente, cuando tuvo que recoger el cuerpo de una mujer en su domicilio y manipularlo por primera vez, algo cambió. "Seguía temblando, pero pensé que esto era lo mío". Algo dentro de ella le indicaba que la profesión le gustaba, simplemente necesitaba tiempo para acostumbrarse.

Multitarea

Pronto descubrió que el trabajo exigía tanto fortaleza emocional como física. En Cuenca, su equipo era multidisciplinar: recogían los cuerpos, los preparaban, conducían el coche fúnebre y atendían a las familias.

"He visto de todo. Recoger a una persona con sobrepeso en un tercero sin ascensor… sufríamos mucho", admite. "Pero prefería hacerme muchísimo daño yo para que esa persona fallecida llegase intacta abajo. Si le haces una herida, no va a parar de sangrar y tienes el triple de trabajo".

Futuro entre difuntos

Después de tres años, Desirée dejó su puesto. La inestabilidad de un contrato de media jornada con un sueldo base más comisiones por servicio no era sostenible. “Había meses que cobraba 300 euros y otros que cobraba 1.000. Necesitaba algo más estable para pagar el alquiler y los gastos”, explica.

Ahora, su plan es claro: irse de Cuenca y buscar trabajo en un tanatorio de una ciudad más grande, donde los roles estén más especializados y pueda tener un puesto a jornada completa. No tiene ninguna duda de que este es su camino.

Personal de la funeraria de Reus, ante un ramo de flores

Personal de la funeraria de Reus, ante un ramo de flores

La pasión que siente por su trabajo es palpable en cada palabra, una dedicación que muchos no entienden pero que para ella es la forma más hermosa de cuidar de los demás en su momento más difícil. “Cuando me vaya de Cuenca, mi primer y último currículum va a ir a un tanatorio. Lo tengo clarísimo”.