Teresa Muñoz en el tatami.

Teresa Muñoz en el tatami. Real Federación Española de Kárate

Sociedad

Científica, madre y campeona de kárate: Teresa Muñoz triunfa haciendo las cosas bien "aunque no te estén mirando"

La toledana, que investiga en el Hospital Nacional de Parapléjicos, se impuso en el campeonato de España categoría máster.

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En el centro del tatami, todo se detiene. El bullicio de la grada, los ecos del pabellón, incluso el peso de la rutina diaria. Allí solo queda ella, el silencio y una secuencia que ha repetido decenas de veces. Cada movimiento tiene un ritmo, una intención. Nada sobra. Nada falta.

Así compite la toledana Teresa Muñoz Galdeano, doctora en Farmacia, científica en el Hospital Nacional de Parapléjicos madre y, desde hace unos días, campeona de España de kárate en categoría máster (mayores de 45 años). Lo logró en la localidad gaditana de San Fernando, donde se impuso con un kata firme, sereno, construido a base de años de trabajo, de entrenamientos en los márgenes de la jornada, de tardes largas y constancia.

Cuando habla de su triunfo lo hace todavía sin creerlo, pero en su voz se palpa la felicidad. "Todavía lo estoy asimilando, es como cerrar una etapa", dice con calma. Para ella, el campeonato es mucho más que una medalla. Es la confirmación de un modo de vida que ha construido con paciencia. "No ha sido fácil, pero todo ha tenido sentido", asegura. "Los días malos también valen la pena, porque te hacen más fuerte".

Su historia con el kárate comenzó en 2015, casi por casualidad, cuando ella ya superaba la treintena. Fue al ver una exhibición en el gimnasio donde entrenaba su hijo. "Me llamó mucho la atención, algo en esos movimientos me atrapó", recuerda.

Dos días después nació su hija, pero la idea de probar ya estaba clara. Empezó sin experiencia ni objetivos competitivos, simplemente quería aprender. "No buscaba nada más que eso, disfrutar y aprender algo nuevo".

Lo que empezó como una actividad para descubrir se transformó en una pasión. En un lugar de equilibrio. Con tantos roles y responsabilidades, el kárate se convirtió en un espacio propio, donde podía concentrarse y exigirse de una manera distinta. "El tatami es mi refugio, donde todo encaja", dice.

Reto diario

Compaginar la vida familiar y profesional con el entrenamiento no ha sido sencillo. "Entreno cuando puedo, a veces en ratos robados, pero lo hago con gusto y ganas, dedicando tiempo de calidad". Para Teresa, el entrenamiento es mucho más que practicar técnica: es preparar el cuerpo y la mente para llegar fuerte a la competición. "Puedes saberte todo, pero si el cuerpo no responde, no sirve de nada".

En competición, el kata exige precisión y control absoluto. No hay contacto físico, pero sí un enfrentamiento con uno mismo, con los nervios y la presión. "El mayor rival siempre está dentro, hay que aprender a manejar la tensión y confiar en lo que has trabajado". Con el tiempo, ha aprendido a ser más fuerte y a centrarse en el momento.

La rutina del día a día está lejos de parecerse a un tatami, pero para Teresa ambas esferas comparten un mismo principio: el compromiso. "Hay una parte de disciplina que te llevas a todo", explica. "Cuando entrenas kárate durante años, interiorizas que hay que hacer las cosas bien aunque no te estén mirando". Esa filosofía ha impregnado también su vida personal: la organización, el esfuerzo constante, la atención al detalle.

Fuerza silenciosa

A menudo ha tenido que superar barreras invisibles: dudas, agotamiento, sensación de no llegar a todo. Pero ha aprendido a convivir con esas emociones sin dejar que le frenen. "He pasado momentos en los que pensaba que no merecía la pena seguir. Pero entonces recordaba por qué empecé, y seguía adelante".

Nunca ha perdido la enseñanza que le transmitió su padre y que hoy guía todo lo que hace: "Las cosas que se empiezan se terminan".

Teresa en el Campeonato de España categoría Máster.

Teresa en el Campeonato de España categoría Máster.

Esa constancia ha sido la que la ha llevado a lo más alto. Pero lejos de sentirse en la cima, Teresa lo vive como parte del camino. "Esto no es un final, es un paso más. Ahora sé que puedo seguir creciendo". Su kata, limpio y medido, fue el reflejo de todo eso: de lo aprendido, de lo sufrido, de lo ganado a base de tiempo. Una medalla no lo resume, pero ayuda a cerrar un círculo.

Símbolo rojo

Sobre una estantería de su casa, Teresa guarda un muñeco daruma. Este es un amuleto de la suerte de origen oriental que vela por los deseos que se hacen con convicción. También se usa como talismán decorativo, para proteger el hogar y el trabajo de las desgracias.

Tradicionalmente se pinta de rojo, un color que en Japón simboliza la protección contra los malos espíritus y las enfermedades. Cuando se adquiere, se deja uno de sus ojos en blanco y se pinta el otro al marcarse un objetivo. Solo cuando ese objetivo se cumple se completa el rostro.

Teresa ya le ha pintado el primer ojo. Pero el segundo aún espera. Lo hará si logra buenos resultados en la segunda parte del campeonato. Hasta entonces, ese pequeño daruma la acompañará como testigo silencioso de su esfuerzo. Como recordatorio de que los sueños necesitan constancia. Y de que todo lo que se empieza… se termina.