Más que Palabras

Asesinos en casa

24 octubre, 2018 00:00

«El cuerpo de la víctima se les presenta desnudo, con solo doble pañal, uno encima de otro, con una desnutrición grave de alimento y de líquido, falta de higiene crónica, con manchas en la piel de meses en todo el cuerpo, manos y pies con suciedad de heces... y las uñas con crecimiento de meses, concretamente la del pulgar del pie tenía un centímetro, lo que indica un año sin cortarla. El cadáver tenía larvas de mosca de varios días de evolución, lo que indica que no se le había limpiado en días e incluso una cucaracha...».Esta es sólo una parte del informe recogido en la sentencia que condena al hijo e hija de Ana Delia Arceo a 17 años de cárcel, por homicidio al dejar morir a su madre de hambre. Los últimos días de Ana Delia fueron un infierno y, según los médicos forenses, sus dolores fueron terribles hasta la
muerte. Sin embargo, por duro que parezca no es un caso único. De vez en cuando en nuestro país salta la noticia de alguien que ha asesinado a sus padres y aunque la muerte de hambre es de las más terroríficas, los métodos utilizados por estos asesinos siempre son crueles en extremo.

Alguna vez he dicho y lo mantengo que algo muy grave le pasa a una sociedad donde cada vez es más habitual que los hijos de ancianos tengan hacia ellos un trato abusivo, cosa bastante vergonzosa. No hablo sólo de casos de maltratos físicos o psicológicos, sino de una sociedad que no sabe qué hacer con sus viejos, cuando la esperanza de vida es cada vez mayor. Me es imposible imaginar porque un hijo cruza la raya del mínimo respeto no sólo filial sino hacia un ser humano y se convierte en un maltratador, un asesino y un monstruo para quien le ha dado la vida. No hay ninguna circunstancia, ninguna, que pueda justificar este tipo de violencia hacia personas tan vulnerables, máxime si son de tu propia sangre, y esas actitudes deben ser denunciadas y repudiadas en todos los sentidos antes de que las cosas vayan a más.

La crisis, el paro y la precariedad laboral han podido sobrellevarse de otra manera gracias a la generación de nuestros padres y no son pocos los abuelos que con su pensión se han visto abocados a dar de comer a sus hijos y nietos. Esa generación ha dado muestras sobradas de su generosidad, especialmente en el ámbito familiar, y un hijo que no es ni respetuoso, ni cariñoso, ni generoso con sus progenitores ¿qué clase de persona es?

En nuestro país hay muchas, muchísimas estadísticas con cifras de la vergüenza, pero el aumento de denuncias por maltrato a los mayores es una de las peores de todas. No es política ficción, ni tampoco una leyenda urbana, que cuando llega el periodo vacacional se incrementa el número de ancianos que “casualmente” se pierden o aparecen en gasolineras porque para sus familiares son un estorbo en sus planes. No hay palabras para calificar un acto así y seguro que luego esos hijos -si es que se puede llamar así a alguien tan miserable- terminan heredando los bienes de quienes les han dado la vida.

Los hijos de Ana Delia acaban de ser condenados por el Supremo por "por dejarle morir" , vivían en su casa y de su pensión. Hace unos días en un reportaje de Crónica se recogía otro caso sobrecogedor y utilizaba un poema de una de las víctimas para contar el suceso. «El poeta es una  herida con los bordes siempre abiertos/ Es una herida  incurable/El poeta es una herida que nunca la cierra el  tiempo». El autor era José Rafael Hernández Santana, escritor y abogado asesinado con un hacha por su hijo el pasado 14 de octubre. Ademas de darle 10 hachazos, su vástago le amputó un brazo, le fracturó el cráneo y esperó 15 horas hasta avisar del crimen. Al igual que ellos, en los últimos 12 meses, ha habido al menos 18 padres muertos por sus hijos, es decir tres cada dos meses.

Los parricidios suelen ser un tema tabú y en torno a ellos, sobre todo para prevenirlos, hay demasiados silencios cómplices. Estos asesinos y maltratadores, como ocurre en casi todos los casos de violencia machista, suelen ser camaleónicos. Animales que mutan y se transforman, que de puertas afuera de su hogar son personas educadas, amables, encantadoras, buenos vecinos, atentos ciudadanos pero que cuando cierran la puerta de su casa se transforman en seres despiadados, depredadores que aterrorizan a base de golpes e insultos a quienes debería tener respeto y amar. Si todos los crímenes son terribles asesinar a quien te ha dado la vida es abominable. No hay palabras.