Corpus, autos y danzas. Foto: V. Martin

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La tribuna

Corpus, autos y danzas

10 junio, 2022 11:50

La documentación existente en el Archivo de la Catedral parece indicar que el Corpus Christi Toledo ya existía en la década de los 30 del siglo XIV. Que esta festividad se haya celebrado durante casi 700 años quizá pueda dar la idea de que se trata de una solemnidad que se ha conservado intacta o casi desde la Edad Media. Pero como ocurre con otras fiestas centenarias, a lo largo del tiempo del Corpus han desaparecido algunos elementos, otros permanecen inalterables, otros se han transformado y adaptado a los nuevos tiempos y los hay que se han ido incorporando en épocas más o menos recientes. Entre los primeros, los que ya no existen, quizá los más relevantes sean los autos sacramentales y las danzas, teatro y baile, que hace siglos eran muy relevantes en las celebraciones.

Las representaciones teatrales estaban presentes en la liturgia medieval toledana; de hecho el Auto de los Reyes Magos, procedente de la catedral de Toledo, está considerada como la pieza dramática más antigua de las escritas en castellano. Desde mediados del siglo XV el Cabildo de la Catedral financiaba los llamados “juegos del Cuerpo de Dios”, es decir, obras teatrales de temática religiosa. Los actores se situaban sobre carros especialmente preparados, que se colocaban entre los dos coros y hacían una primera representación antes de la procesión. Luego se incorporaban a ella e iban deteniéndose a lo largo de las calles y plazas para que más público tuviese la oportunidad de verlos. En la primera década del siglo XVI participaban unos 10 carros que unos 100 peones se ocupaban de mover por el recorrido de la procesión. El pecado de Adán y Eva, la Degollación de San Juan Bautista o el Rico avariento son algunos de los títulos representados en esa época.

Foto: V. Martin

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A medida que avanzó el siglo las compañías profesionales desplazaron a los aficionados que hasta entonces se habían ocupado de hacer los autos. Lope de Rueda, Alonso de Porras o el entonces célebre Alonso de Cisneros fueron algunos de los encargados del montaje de los autos. Este último, que participó u organizó las representaciones en Toledo entre los años 1567 y 1597, fue uno de los actores más famosos de su tiempo, venerado por el público y por autores como Lope de Vega, que le consideraba el mejor actor cómico del momento.

Con el tiempo los argumentos de las representaciones se centraron sólo en la devoción eucarística y se acabó fijando un número de autos (cuatro, además de una farsa sacramental). También los carros dejaron de salir en la procesión, de modo que los autos se representaban en la Catedral, antes de que se iniciase el cortejo, y luego en algunas plazas. Desde 1580 empezaron a hacerse algunos por la mañana y otros por la tarde.

La reforma desplegada en la Iglesia tras el concilio de Trento eliminó los autos sacramentales del Corpus, pese a que se habían convertido en uno de los elementos más característicos de la fiesta en Toledo. Se empezó a ver en ellos manifestaciones profanas ajenas a la celebración religiosa y en 1614, no sin un encendido debate interno, el Cabildo decidió que no hubiese autos en la Catedral. Unos meses más tarde se revirtió la decisión pero se desplazó el lugar de representación al trascoro y habría una única función, hasta que en 1618 se decidió que no habría más autos en el futuro. En los años siguientes sería el Ayuntamiento de Toledo quien se encargase de organizar las funciones teatrales, ya en el exterior del templo, pero tras estos cambios, como ha escrito Fernando Martínez “el Corpus toledano, reducido a la procesión, había perdido gran parte de su ascendiente popular, lo que necesariamente se reflejó en la menor participación en la fiesta”.

Foto: V. Martin

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Como el teatro, las danzas fueron otra manifestación festiva esencial en el Corpus toledano. Se hacían dentro de la Catedral y fuera, integrándose en la procesión, pero como ocurrió con los autos, tras el concilio de Trento comenzaron a ser percibidas como algo demasiado profano como para formar parte de una celebración eucarística y desaparecieron. Inicialmente fueron los gremios de la ciudad quienes las costearon, a pesar de que algunos se resistían a ello: en 1543 el Ayuntamiento tuvo que acudir a la Chancillería de Valladolid para obligar al gremio de sastres y tundidores de Toledo a sufragar las danzas y juegos del día del Corpus. Es difícil imaginar a una docena de bailarines, ataviados de sátiros, demonios o salvajes danzando en el interior de la Catedral o formando parte del cortejo procesional, pero (al igual que el teatro litúrgico) era usual que los bailes se incluyesen en las solemnidades religiosas, a veces con un peso destacado: por ejemplo, según refiere el racionero Arcayos, el miércoles 12 de junio de 1596 el entonces príncipe Felipe III asistió a las vísperas del Corpus en la Catedral y tras las oraciones “dançaron en el coro ocho danças. Y avía más que dançar. Por no enfadar a Su Alteça no dançaron más”. Los bailes remedaban batallas o eran alegorías del triunfo de la virtud sobre el pecado.

Foto: V. Martin

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Hacia 1620 y después de suprimir los autos y danzas el Cabildo intentó buscar alternativas más decorosas a esos espectáculos para que el Corpus ganase en atractivo. La respuesta se encontró en los bailes, pero los que se iban a incluir en la solemnidad iban a ser diferentes. Desde 1625 los danzantes fueron los seises y clerizones de la Catedral, que actuaban la víspera en el coro, la capilla mayor y en un tablado situado en la puerta del Perdón. Al día siguiente también bailaban en la procesión una danza mucho más recatada que las de épocas anteriores, y que sobrevivió hasta las décadas finales del siglo XVIII. Por aquel entonces la sensibilidad ilustrada no toleraba que en la procesión se bailase, ni siquiera los inocentes niños toledanos. Por ello, Carlos III ordenó en 1777 “que en ninguna iglesia de estos reynos, sea Catedral, Parroquial o Regular, haya en adelante tales danzas”.

Autos y danzas son hoy una reliquia del pasado que sólo despiertan el interés de algunos investigadores. Pero no puede olvidarse que siglos atrás fueron un elemento central del Corpus toledano.

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Alfredo Rodríguez González. Técnico del Archivo y Biblioteca Capitulares de Toledo

Fotos: V. Martín

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