El Papa Francisco.

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La tribuna

Si quieres la paz, busca y edúcate para la paz

31 diciembre, 2021 06:20

Es altamente gratificante comenzar un nuevo año bajo el manto protector de María –Madre, junto a su Hijo– y ¡hacerlo rezando por la paz! La Jornada Mundial de la Paz que San Pablo VI institucionalizó para “todos los amigos de la paz”, creyentes y no creyentes, abrió nuevas perspectivas significativas a la humanidad para que, en la sencillez y alegría de nuestros hogares, de nuestros familiares y amistades, de nuestras comunidades sociales y eclesiales…, cultivemos el rito del “shalom” bíblico, el saludo de Jesús: “la paz con vosotros”, que transmite el deseo de bienestar, de paz interior, de armonía…

Pero, al mismo tiempo también, para inquietarnos e interpelarnos sobre cómo se está viviendo este ¡shalom! en los campos de refugiados y migrantes, en tantos hogares del mundo heridos por la crisis sanitaria o económica, o en amplios lugares donde conflictos violentos de todo tipo causan sufrimiento y dolor al hombre.

A mediados del siglo pasado, en plena Guerra Fría, construyéndose el Muro de Berlín y en pleno apogeo de la crisis de los misiles de Cuba, el Papa Juan XXIII –bueno y santo–, valiente y decidido en un mundo que navegaba entre tambores de guerra, levantó su voz profética suplicando la paz. Y apoyó su petición con un documento-encíclica, “Pacem in terris”, que trascendía la visión, el pensamiento y el argumentario que en aquel momento se tenía sobre lo que representaba la paz y la guerra. La encíclica, que lleva como subtítulo “Sobre la paz entre todos los pueblos, que ha de fundarse en la verdad, la justicia, la libertad y el amor”, produjo un giro copernicano en la percepción de la problemática sobre la guerra y la paz; en el pensamiento filosófico, demasiado entretenido en la dialéctica de si una guerra era justa o injusta; y en lo político, que focalizaba su principal argumento en el slogan “si quieres la paz, prepara la guerra”, acuñado en la época imperial romana y plagiado por los imperialismos del momento.

La solidez mental de sus contenidos y con una lectura fácil, relacionó el dilema guerra-paz con toda clase de violencia engendrada por estructuras de pecado y mantenidas por culturas que las legitiman, que desvirtúan la verdad, producen injusticias, atacan la libertad y viven con ausencia del amor.

Estas cuatro columnas sobre las que San Juan XXIII fundamentaba su pensamiento constituyen los cimientos sobre los que ha de construirse el edificio de los deberes naturales en los que se tienen que abrir los amplios ventanales de los derechos del hombre y de la sociedad. La encíclica representó un cambio paradigmático en la Doctrina Social de la Iglesia y, consiguientemente, en la visión y enfoque sociopolítico sobre la paz y la guerra. San Pablo VI, en continuidad con su predecesor, consideró “el desarrollo como el nuevo nombre de la paz” (PP 76).

La paz –nos dice– no se reduce a una ausencia de guerra, fruto del equilibrio siempre precario de las fuerzas. La paz se construye día a día, en la instauración de un orden querido por Dios, que comporta una justicia más perfecta entre los hombres”. Las encíclicas sociales de San Juan Pablo II, Benedicto XVI y, actualmente, del Papa Francisco, y sus mensajes para las Jornadas mundiales de la paz, son auténticos regalos para crear conciencia y compromiso testimonial en este sentido. La búsqueda de la paz y la tarea educativa –personal y colectiva– para cultivarla son tareas ineludibles para combatir la violencia que propicia el estado de guerra.

El Papa Francisco, con su gran intuición profética, ofrece en Evangelii Gaudium unos principios educativos orientadores para esta tarea: “Para avanzar –nos dice– en esta construcción de un pueblo en paz, justicia y fraternidad, hay cuatro principios relacionados con tensiones bipolares propias de toda realidad social. Brotan de los grandes postulados de la Doctrina Social de la Iglesia, los cuales constituyen el primer y fundamental parámetro de referencia para la interpretación y la valoración de los fenómenos sociales”.

En la búsqueda de la paz –viene a decir– es fundamental dar prioridad al tiempo sobre los espacios, es decir, generar procesos necesarios para superar los conflictos que son consustanciales al hombre. Para enfrentarse a ellos el Papa nos orienta en el sentido de que no pueden ser ignorados o disimulados, sino asumidos; y propone un camino: “aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso. ¡Felices los que trabajan por la paz! (Mt 5,9)”. Junto con ello, en esta tarea de trabajar por la paz social, añade la necesidad de tener como elementos referenciales que la unidad siempre debe ser superior al conflicto, la realidad más importante que la ideología, y el todo más que la parte y que la suma de ellas.

En su mensaje para esta 55 Jornada mundial de la paz, y en continuidad con estos principios, nos propone “tres caminos para construir una paz duradera: En primer lugar, el diálogo entre las generaciones, como base para la realización de proyectos compartidos. En segundo lugar, la educación, como factor de libertad, responsabilidad y desarrollo. Y, por último, el trabajo para una plena realización de la dignidad humano”. Y nos hace una llamada a comprometernos todos, pues, por una parte, “todos pueden colaborar en la construcción de un mundo más pacífico: partiendo del propio corazón y de las relaciones en la familia, en la sociedad y con el medioambiente, hasta las relaciones entre los pueblos y entre los Estados”; y, por otra, nos señala que es mucha la tarea: los conflictos y las guerras se amplifican, se propagan enfermedades pandémicas, nuestro planeta sufre conjuntamente con el dolor de los pobres, y el sistema socioeconómico vigente a nivel mundial continúa sin dar respuestas al compartir solidario.

El mensaje del Papa Francisco, en clara sintonía con los cuatro pilares en los que fundaba San Juan XXIII la búsqueda de la paz, es una llamada a la reflexión-acción para que “sean cada vez más numerosos quienes, sin hacer ruido, con humildad y perseverancia, se conviertan cada día en artesanos de paz. Y que siempre los preceda y acompañe la bendición del Dios de la paz". 

Luciano Soto. Miembro del Equipo de la Delegación de Apostolado Seglar

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