Me gusta pasear con las manos en los bolsillos, me gusta también escuchar lo que se dice, sin dar consejos y sin juzgar. Me gusta adaptarme a mi entorno, pues disfruto observando sonrisas relajadas y miradas amables. No me gustan los extremistas que persiguen grandes cambios, pasando de los moderados. Me gusta participar, pero no me obsesiona el resultado. Aun así, no iré a votar el día 1 de octubre. Y no lo haré, porque los que impulsan esta consulta no son de mi cuerda. No son de los míos,  los que agitan convulsivamente su bandera, los que levantan el puño para intimidar, y los que piensan que hay que dar miedo y, que ceder es de cobardes. No son delos míos, los que lanzan la gente en la calle, con discurso épicos... Tampoco defenderé la política del gobierno central, aunque si defiendo la legalidad.

Sí defiendo la tercera vía. La vía que defienden muchos catalanes. Los que callan por no ser señalados (...). En este contexto cuesta más ser moderado que radical. ¡Hay que tener valor! Los que se atreven reciben. Coscubiela y Serrat, son solo dos ejemplos. Defiendo la tercera vía. Y comparto las palabras del abogado López Burniol (La Vanguardia, 02-09-17): "La moderación es aquella predisposición del ánimo que nos hace adaptar nuestras ideas a la realidad en lugar de forzar la realidad para acomodarla en nuestras ideas"(...). Hay que adaptarse a la realidad. Parece de cajón!. La realidad es, que en las últimas elecciones autonómicas más de la mitad de los votos emitidos eligieron opciones no independentistas.

Esta es la realidad que no aceptan los exaltados.