Sube el tono de los discursos. Aumenta la agresividad. Ya sabemos que, tras este largo proceso desde las elecciones, el final se aproxima. El discurso de investidura de Pedro Sánchez se celebrará el día 6. Vox amenaza con la Justicia o la revuelta popular a la franquista. El PP anuncia su intención de obstrucción permanente. Pero la democracia es un asunto muy serio que no se debería desprestigiar. Y en el ámbito de la democracia, la política fundamentada en pactos supone el máximo exponente de la democracia. Los pactos son los instrumentos para tratar de resolver sus conflictos de convivencia de manera civilizada y de dirigir los intereses del país en representación de quienes les representan en el Parlamento de la Nación.

El Sr. Feijóo ha pronunciado un discurso en Cataluña que ha descolocado al personal propio y al mediático. Admite que existieron contactos indirectos con Junts, enuncia que merece respeto, porque dice la verdad, anima a Puigdemont a dejar caer a Sánchez y, si no la hace ahora, que lo haga en el futuro. Porque coinciden en muchos puntos de política económica. Sus palabras abren de par en par la puerta para futuros contactos y colaboraciones con Junts para salir del aislacionismo en el que se encuentra el PP y para crear inestabilidad en el gobierno de Pedro Sánchez. Feijóo quiere recuperar los tiempos en los que Aznar hablaba catalán en la intimidad. La derecha no dejará gobernar. Lo cual supone un paso más, y más grave, en la dirección trumpista que impregna con más virulencia a la derecha española.

Las declaraciones del Sr. Feijóo, han dejado sin munición a quienes fundamentaban su oposición a Sánchez en el odio a Puigdemont y en las sicopatías del personaje, a las que son muy dados los comentaristas del gremio. Ahora tendrán que esconder sus agrios escritos, cancelarán sus amargas opiniones sobre el prófugo y prescindirán de sus relatos interpretativos sobre las alteraciones cerebrales del “delincuente” Puigdemont. Si el líder del PP pide respetar al Sr. Puigdemont, ¿de qué se puede acusar a Pedro Sánchez por pedir su apoyo a Junts para formar gobierno? A cambio, se recupera el discurso contra Bildu y los etarras. Abierta la vía hacia el entendimiento en Cataluña, se vuelve al discurso rancio de la derecha española, que no tiene claro cuáles son los límites de la geografía hispana, porque habitualmente expulsan de sus relatos a Cataluña y País Vasco. No son España, según la derecha. Y luego se quejan del independentismo irredento de ambos territorios.

Desde la masacre de Génova y la llegada de Feijóo a la dirección del PP, las políticas están siendo cada vez más erráticas, más absurdas, más incoherentes. Ya se convirtió en un disparate dislocado convertir el acto de investidura propia en una moción de censura contra un gobierno que Sánchez anunciaba que quería formar. Se mantienen igual de locas las incursiones del Sr. Feijóo en política internacional, sin enterarse por dónde va la ONU o la propia Unión Europea respecto al conflicto en Oriente Medio. Se posicionan ciegamente con la política de Netanyahu, dan medallas a Israel e ignoran la tragedia de la franja de Gaza. Más trágica resulta su oposición a una amnistía de texto desconocido, argumentando la oposición en la libertad, igualdad o desigualdad de los españoles. Una falacia de proporciones siderales. Y, aunque nadie lo quiere comentar, el drama anida en los movimientos internos del PP. Cada vez que declara algo –desde hace dos meses interviene todos los días-, alguien del propio partido, lo desmiente. Los portavoces al uso se ven obligados a reinterpretar lo que se ha querido decir. La Sra. Ayuso, el representante del PP en Cataluña o cualquier concejal contestan sus declaraciones. Cuanto más se autoproclaman defensores de la Constitución, más se posicionan contra ella.