Elegir entre lo peor y lo malo son las opciones que tiene delante Pedro Sánchez. Por los números, Feijoó ni siquiera cuenta con esas opciones. De ahí los cambios de mensajes, las declaraciones, las insinuaciones como puñales, los egos desatados. El PP anda desconcertado y hace ruido, mucho ruido, para ocultarlo. Tanto ansiaban el poder que el resultado de unas elecciones, épicas para la izquierda, les tiene enzarzados entre ellos. Aunque siempre queda una repetición de elecciones. Por experiencias ajenas y por las propias sabemos que repetir unas elecciones suelen resolver poco. Lo ensayó el Sr. Rajoy, lo repitió el Sr. Sánchez. Ninguno tuvo éxito. Así que sólo queda elegir entre lo malo y lo peor. Aún así…

Lo peor sería un gobierno de coalición entre PP y PSOE, que algunos han empezado a airear. A medida que transcurran los días se incrementará la presión y aumentará la balacera. Los partidarios ponen a Alemania como ejemplo. Olvidan la obviedad de que España no es Alemania. Ni sus ciudadanos tienen los mismos  comportamientos, ni la economía de una y otra se asemejan, ni las diferencias de clases, ni siquiera la visión de la política. Una parte de España ha sentido, en distintos periodos históricos, envidia por Alemania, por sus empresas, por sus salarios, por las pensiones, por su civismo. Sin embargo, la envidia no sirve para construir gobiernos. España es España. O se acepta como es o la copia de un modelo de otro país fracasará. ¿Qué papel desempeñaría el PSOE en un gobierno, presidido por el Sr. Feijoó y apoyado por el Sr. Abascal? ¿Qué programas se podrían desarrollar que fueran compatibles entre el PP y el PSOE? Los llamados “pactos de Estado,” sugeridos por el Sr. Feijoó, parecen razonables, pero ¿aceptaría esos “pactos” si fueran propuestos por el Sr. Sánchez? ¿Qué relaciones territoriales se establecerían con Cataluña y con el País Vasco? La derecha lleva años satanizando a ambos territorios. De esos lugares la derecha extrae los monstruos que agita contra el PSOE: Bildu, Otegui, ERC, Junqueras y ahora Puigdemont. El PSOE, en cambio, obtiene los votos que permiten la gobernabilidad de España. Sin programas compatibles, con conflictos territoriales presumibles, ¿qué seguridad económica, jurídica o social se obtendría?

Con una coalición así las elecciones estarían amenazando, mejor atenazando, el desenvolvimiento de España. Se habrían dilapidado años. ¿Cuántos? Los suficientes para que, con el poder, Feijoó convocara elecciones para desde el poder intentar la mayoría. Así lo hizo la Sra. Aguirre. ¿Y que perdería un PSOE desgastado por ese pacto en su contra?  El PSOE ha sido el único partido capaz de articular un país con grandes tensiones centrifugas. No hablamos de un partido menor, sino de un partido estratégico del pasado, del presente y del futuro. ¿Cuál sería el futuro de España sí el PSOE perdiera el espacio de centro-izquierda que ahora representa?

Tras lo peor acecha lo malo. Los españoles han votado como son en realidad. Los ciudadanos no calcularon que la gobernabilidad de España la ponían en manos de Junts. ¡Hay que ver cómo son los ciudadanos! Esos votos tienen que encontrar traducción en el Parlamento de la Nación. La representación con la que se constituirán las Cortes Generales señala un Congreso enredado y un Senado dinamitando las iniciativas del Congreso. Conseguir aprobar leyes y otras medidas exigirá esfuerzos colosales. La derecha elevará la tensión y agitará los monstruos ya conocidos. En la experiencia reciente, un gobierno de coalición, por el que nadie daba un euro, en condiciones extremas, ha dado paso a un país en crecimiento, respetado en Europa y capaz de movilizar a gentes de todo el espectro social. ¿Cabría una experiencia similar o es inevitable repetir elecciones en las fiestas navideñas, según pedirá la derecha?