Jorge Semprún pasará a la historia por su oficio de escritor y no por su carrera política en la jerarquía de aquel Partido Comunista de España heroico del franquismo, cuando era la única organización de real oposición al régimen. Digo que no pasará a la historia del PCE porque su nombre ha sido borrado de las historias oficiales del partido desde que su voz crítica, desde su nombre de guerra, Federico Sánchez, se alzó contra los manejos y manipulaciones interiores, que como integrante de aquella verdadera secta religiosa, sufrió.

Uno de los episodios más hilarantes de su Autobiografía de Federico Sánchez es aquel en el que ante el Comité Central del partido, reunido en Praga, se le instaba a confesar sus pecados de revisionismo, con aquella frase que desde entonces se ha convertido en un resumen de la vida sectaria, sus miserias y la de todos los que sumisamente se prestaban a seguir el juego en aras de la salvación del género humano.

Tras haber informado sobre su labor clandestina en el interior de España, uno de aquellos dirigentes con el nombre o el apodo de Tano, le soltó, enfurecido ante su resistencia a como buen comunista hacer verdadero examen de conciencia, tener propósito de la enmienda, decir los pecados al comité y cumplir la penitencia, que es de lo que al fin y al cabo se trataba, le soltó, digo, esa frase digna de aparecer en  la antología del disparate, pero que desvela mejor que ninguna la naturaleza de estas organizaciones izquierdistas, con una continuidad hasta el presente que pasma: “¡Te voy a hacer la autocrítica, camarada Semprún!”.

Y es que estos días contemplando la reacción del máximo dirigente regional de Unidas Podemos, Izquierda Unida, Podemos… o cualquiera de esas marcas y logos en los que muta la cosa desde que el muro se fue abajo y ser comunista exhibiendo la hoz y el martillo no vende, uno no tiene otra que pensar en que la “autocrítica” se la tendrán que aplicar otros, y como mandan los cánones del verdadero marxista, poner por delante, aquello también tan comunista, de que tenemos razón aunque la gente se niegue a reconocerlo votándonos.

El hombre, José Luis García Gascón (ahora me acuerdo de su nombre y no era  cosa de tocar una tecla para averiguarlo), ha reaccionado como el perfecto sectario izquierdista, convencido de que aunque no le votemos está legitimado por la ciencia marxista y la superioridad que eso le otorga para decidir lo que de verdad nos conviene y, aunque nos resistamos a votarles, salvarnos de nosotros mismos: “Somos más necesarios que nunca. La gente nos necesita”.

Como en Amanece que no es poco, contingente y necesario. ¡Qué miedo tío! A ver, quién le hace la "autocrítica" a este.