Por Palomarejos Golf, en Talavera, anda, o nada, una cuadrilla de buzos por sus lagos  y no es para hacer un documental acuático con aquellas sirenas que Patricia Highsmith prometía en uno de sus relatos. En realidad, su actividad no nos  coge por sorpresa, porque cada dos o tres años vuelven por estos pagos a la busca y recuperación de las pelotas que los jugadores entierran en sus aguas. Hace dos o tres años fueron alrededor de diez mil, ahora, han triplicado su número. La culpa la tiene la pandemia y la expansión que ha vivido un deporte que se practica al aire libre y sin contacto con el adversario. Jugar al golf es ante todo pasear por una naturaleza humanizada, uno de esos paisajes en los que es patente la mano del hombre, la actividad humana racional y que tanto  gustaban a Josep Pla. El número de pelotas de golf recuperadas en Palomarejos, los medios puestos para su recuperación con un equipo de buzos especializados en esta recolección de fin de temporada estival,  dan idea del auge de esta actividad.

Casi todo el mundo está de acuerdo en que el turismo que conviene a un país es el turismo de calidad. Lo otro, el turismo de alpargata que se decía en los años sesenta del siglo pasado, el turismo de masas y paquetes turísticos cerrados con vuelo a la Costa Brava, playa, sol y borrachera no lo quiere nadie. Ese es un modelo obsoleto, dicen,  insostenible y más parecido a una invasión, como decían los Celtas Cortos, que al ejercicio de un veraneo civilizado.

Pero se da la paradoja de que en muchos lugares la promoción y construcción de campos de golf, como la de los puertos deportivos, son presentados por esos sectores que dicen representar al progreso, como los mayores desastres medioambientales que le podrían caer encima a una comarca y ponen todo su empeño en impedir su implantación. Se pretende que el turista sea del mayor poder adquisitivo para que nos deje sus buenos dineros y luego que el único turismo posible sea el de alpargata mochila y lata de sardinas.

Los campos de golf, como los puertos deportivos, los hoteles rurales cinco estrellas asociados a la caza…, son unas de las pocas  formas de atraer a ese turismo seleccionado que cuida el medio, genera puestos de trabajo y pese a todas las teorías de destrucción que las ideologías basadas en el rencor social producen, es verdaderamente y sin cuentos de ecologismo barato, impecablemente sostenible y necesario.

Ojalá el año que viene la cosecha de pelotas de golf sea mayor que la actual. Será buena señal para todo el mundo.