Tal vez las mejores virtudes políticas de Paco Núñez, el apasionado presidente del PP de Castilla-La Mancha, son la fe y la tenacidad. Su enorme voluntarismo. Esa capacidad que enseña para no cansarse y seguir un día más con vida. Es un terremoto y, piano-piano, se está ganando una popularidad al alza que puede ser uno de sus principales valores para presentarse a las elecciones autonómicas de 2023. Núñez le está cogiendo el pulso a la sociedad castellano-manchega y ha empezado a tomar las medidas de su naturaleza, de su ser y del cuajo que mueve su corazón y su cabeza, algo que el presidente de la Junta, Emiliano García-Page, aprendió hace ya un siglo y con lo que todavía tiene que lidiar, juventud obliga, el líder regional de los populares. La batalla electoral del 23, no obstante, probablemente no será tan desigual como pudiera parecer en este otoño aún lejos de la contienda. Siempre hay circunstancias añadidas que lo enredan todo: ya veremos.

Sin embargo, no todos piensan igual en el PP de Castilla-La Mancha. Eterna hinchazón de un partido que no termina nunca de quererse del todo a sí mismo. Algunos de los suyos, en las últimas semanas, han jugado a remover el sitio a Paco Núñez y se han subido al carro del cabreo con la esperanza de tirar la breva de la higuera y que se pegue el batacazo. Pensaron poco y mal y vieron a un líder pusilánime y sin pegada, obviando las virtudes, el amor propio y las ganas. No contaban, en su enfado y la ilusión de la revuelta, con la fuerza natural de Núñez, su ímpetu, la determinación de su carácter y la esperanza que le están dando las encuestas frente a un Page que, desde luego, no tiene por qué ser infranqueable. Paco Núñez, un tifón, se convence a sí mismo cada día de que cumplir su sueño está perfectamente dentro de sus posibilidades: da igual lo que piensen estos cuatro de los suyos, o los que sean, que promovían la mudanza y se han quedado con las ganas. Núñez ha visto los movimientos telúricos, se ha enfrentado a ellos y se ha puesto a trabajar. Y ha vencido: no de cualquier manera, sino con la contundencia que requería la ocasión para zanjar las dudas y, de paso, desanimar a aquellos futuribles que todavía vean azul-oscuro-casi-negro el horizonte a un año y medio vista, con Page jugando siempre en casa y agarrado a la vitola de invencible.

Así que Paco Núñez va a salir del examen de Puertollano más fuerte de lo que podrían maliciarse los de la pandilla y con el plácet de Pablo Casado, que sorprendentemente autorizó un congreso regional del todo innecesario y con el que quién sabe la chiquillada que pretendían desde Génova. Al final alguien se cayó del guindo, vio que pintaba mal la operación y puso a circular todos los afluentes por el cauce principal del río, que es el natural de Paco Núñez con su derecho ganado a competir, pase luego lo que pase. O sea, que las revoluciones a su tiempo, y en fin, otra batallita baldía más para demostrar que la historia se repite. De lo sucedido en estas últimas semanas vuelve a salir la misma lección de siempre, treinta o cuarenta años ya: el PP de Castilla-La Mancha tiene mucho que aprender de la disciplina del PSOE, su discreción, su estabilidad, su inteligencia estratégica y una imagen de unidad que, real o no, calma muchas turbulencias y da tranquilidad cuando la gente se pasa por el colegio electoral, amén.