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Silvio y Yoko entre nosotros

26 julio, 2017 00:00

El mundo ya no es lo que era. Yo tampoco. La adolescencia se nos escapa entre las manos. Perdemos la espuma de los días y nos volvemos gente diferente. Vamos dando pasos y el camino se hace al andar y nos hace también a nosotros, que somos y dejamos de ser y vuelta a empezar. Nuestro corazón es inestable y contradictorio pero eso constituye el secreto y la incierta belleza de la vida. Hace sólo un rato, en términos galácticos, yo me moría de pasión y de melancolía y de amores con las bellísimas e irresistibles canciones más memorables de Silvio Rodríguez y esta mañana, el tiempo cumpliendo su función, hemos asistido a la última y definitiva demolición del mito en el charco del referéndum catalán. Yoko Ono y dos o tres ilustres más se han sumado al coro, enseñándole al mundo que vivir es decaer y rompiendo mis imaginarios juveniles y los de tanta gente. Que Yoko haya sido siempre parte sustancial del "Imagine" de John Lennon resulta todavía más decepcionante y conmovedor a la tristeza. No creo que nunca pueda perdonárselo.

El cubano Silvio Rodríguez es probable que jamás haya votado nunca de verdad, y no sé si alguna vez ha luchado por ello y lo ha reivindicado, quien sabe si en voz baja o en alguno de mis largos años de despiste, pero ahora nos enternece alternando en un gallinero muy por debajo de la altura de su obra y sin saber muy bien de lo que habla. Lecciones de libertad a un pueblo libre desde algún limbo perdido en el otro lado. Menos mal que nos queda Yolanda, eternamente Yolanda, y aquellos sueños de cuando entonces que lucharán siempre por sobrevivir a esta imagen postrera de un Silvio aventando fantasmas y destrozando la poesía. El mundo se hace viejuno y demoledor y nosotros dentro de él tenemos que ir sobreviviendo al implacable trasvase del ser a la caricatura. Por eso Yoko Ono ha dejado de soñar y se mete en este barrillo gris, tristón, cerrado y opresor, angustioso y cerril: ya no imagina que se rompen en paz las fronteras y que desaparecen los países y que la gente y el mundo entero tralará. Ya no imagina.

La vida, en fin, ya no es lo que era. Yo tampoco, aunque todavía vivo en la esperanzadora e ilusionante sensación de que las utopías se inventaron para vivir por siempre jamás en los corazones de los hombres y que unos versos de Lennon entrarán por derecho propio en el reino de los cielos y que de ahí nunca saldrán, así los quieran matar el pasado y la derrota y cualquiera que haya dejado de soñar, incluso los gigantes y los molinos de nuestra primeriza mirada juvenil rompiendo al mundo. Tu mano, eternamente tu mano.