"La era de la democracia de partidos ha pasado". Así comienza Gobernando el vacío: La banalización de la democracia occidental, el afamado libro que publicó Peter Mair en 2013. La tesis central de la obra es esta: los partidos se han ido alejando de los votantes, refugiándose en el papá Estado, que les facilita recursos y les ofrece el ejercicio del poder ejecutivo y legislativo.
Los datos son demoledores: el Standard Eurobarometer 101 (primavera 2024) constata que sólo el 22 % de los europeos confía en los partidos, mientras un 73 % expresa desconfianza. El PSOE, por ejemplo, ha perdido el 20% de sus afiliados desde que Pedro Sánchez lo dirige.
Dicho de otra manera: los partidos políticos ya no representan a los ciudadanos, no actúan como agregadores de los intereses de la comunidad. Los ciudadanos, conscientes de que el vínculo de confianza se ha roto, han decidido apostar por alternativas iliberales, en muchos casos incluso anti institucionales.
Lo que Mair no llegó a ver, ya que falleció poco después de publicar el libro, es que el proceso que tan acertadamente describió, se ha visto impulsado por un debilitamiento moral de los conceptos que fundaron la democracia occidental, especialmente el de la verdad, que ha pasado de ser objeto de búsqueda a mera opción estratégica.
En lo que a España concierne, Pedro Sánchez es el mejor exponente de esa banalización democrática. Ha deshonrado repetidamente su palabra, ha impulsado leyes absolutamente inmorales y ha construido una alianza de Gobierno antinatural vertebrada por delincuentes de todo tipo.
Santos Cerdán y José Luis Ábalos son los hijos naturales de Pedro Sánchez. Le han visto mentir continuamente, han aprendido de él que lo único importante es resistir y se han limitado a implantar su doctrina de la manera más natural posible. La falta de principios provoca valores alternativos.
García Page ha optado estos días por callar. No le hace falta apostillar nada porque ya está todo dicho. Todo el mundo sabe lo que piensa el presidente de Castilla-La Mancha de Sánchez. El problema es que todo el mundo sabe también que el jefe del Ejecutivo Regional no va a hacer nada que ponga en juego su carrera para denunciarlo.
Sánchez -y Page, por omisión- están construyendo monstruos. Están expulsando a los ciudadanos de la política institucional. Cada vez son más los votantes que, desesperados por la corrupción de la partitocracia y la imposibilidad de exigir responsabilidades a los representantes, se refugian en opciones extremistas, populistas, equivocadas.
O reforzamos los contrapesos -primarias reales, control judicial, financiación transparente- o veremos crecer, como ya ocurrió en la Europa de entreguerras, alternativas que prometen orden al precio de la libertad.