El sentido trágico de la vida española solo puede darse con una estética sistemáticamente deformada.

Ramón María del Valle Inclán. Luces de Bohemia.

Nos enfrentamos nuevamente a esa caricatura de España donde los personajes esperpénticos, que por cierto nunca han faltado, resucitan de sus tumbas para mostrarnos una España irreconciliable donde algunos confunden la ideología con la profesión, otros se empeñan en resucitar la historia permanentemente, mientras unos pocos siguen insistiendo en hacer de la vida pública un negocio lucrativo.

Cada vez que ocurre un caso llamativo de corrupción en este país se produce un cataclismo.

Asentado sobre un modelo de bipartidista imperfecto, desde las primeras elecciones democráticas, cualquier proceso que afecta a uno de los partidos mayoritarios no solo hace tambalear al sistema sino que deja huérfanos a votantes y militantes, tan enfrascados ellos en la creencia cuasi religiosa de la doctrina de sus líderes.

Así pasó con el Partido Popular tras los gravísimos atentados del 11 de marzo de 2004 o tras la moción de censura a Mariano Rajoy, consecuencia de una sentencia de la Audiencia Nacional por financiación ilegal del Partido Popular, caso Bárcenas, Gurtell.... Pero también le sucedió al PSOE, en tiempos de Felipe González, con los casos Juan Guerra, Filesa o Roldán.

Ahora, de nuevo, el PSOE se enfrenta a una grave crisis vinculada a las “aventuras” delincuenciales de personajes esperpénticos como Koldo, el exministro y ex secretario de organización del PSOE, Abalos, o el hasta ahora secretario de Organización, Santos Cerdán.

Es cierto que los casos que rodean a Pedro Sánchez, como los que un día rodearon a Rajoy, no dejan de tener la certeza de que sus protagonistas son personajes reales sin los cuales las graves situaciones que en su día padecieron el PP u hoy el PSOE serían imposibles. Además, aderezados con personajes de baja estofa y peor reputación. Es obvia la situación de grave crisis con la que se enfrenta Pedro Sánchez, sometido a un asedio político y mediático de alto calado difícil soslayar.

La respuesta que dio el Presidente del Gobierno al respecto no deja de ser insuficiente, como también lo es la que dio el principal líder de la oposición.

Los socialistas, gente honrada en su inmensa mayoría, nos sentimos desolados, sobre todo, por el daño que se ha hecho a quienes día a día, con convicción, trabajan por la ciudadanía, ya sea desde su militancia o sus responsabilidades públicas. Soy de los que creo que Sánchez debiera haber ido más allá, al menos presentando ante el Congreso una cuestión de confianza (Artº 112 de la Constitución). Así sometería a los grupos que apoyaron su investidura al dilema de si deben o no seguir apoyando sus políticas y dar una certeza y solidez al complicado panorama de la actual legislatura.

Por su parte, Núñez Feijóo, que no deja de ser un líder melifluo, es incapaz de suscribir una moción de censura (Artº 175 de la Constitución). Si realmente la cosa está tan mal como él predica, no hay argumento mejor para hacerlo. No vale aquello de que no le llegan los números, algo que ya sabemos, pero lógicamente daría coherencia a su discurso antigubernamental. Felipe González, en su día, presentó una moción de censura contra Adolfo Suárez. Sabía que no la iba a ganar, pero que ello favorecía su programa y sus planteamientos políticos.

Es obvio, que cabe una tercera opción, que es la disolución de las Cortes y la convocatoria de nuevas elecciones. Ello depende en exclusiva de una decisión del Presidente del Gobierno, que en buena lógica difícilmente aceptaría sobre todo teniendo en cuenta que, en la actual situación, los resultados para el PSOE podrían ser desastrosos.

Ninguna de las tres opciones, a lo que parece, son verosímiles si nos atenemos a lo que han trasmitido sus posibles protagonistas. ¿Entonces, cual es la solución?

El impasse de una situación difícil se prorrogará hasta el final de la legislatura. El PSOE y los partidos a su izquierda, -posiblemente también los nacionalistas e independentistas- preferirían mantener el actual estatus, pero a sabiendas de que Pedro Sánchez está débil la capacidad de presionar para obtener rédito partidista se podría volver contra todo el Gobierno y sus aliados. Todos, o casi todos, siempre que no les afecte directamente la crisis socialista, preferirían aguantar antes de ir a unas elecciones en las que PP y VOX acabarían formando Gobierno, en una aventura no menos complicada que las alianzas políticas actuales.

La moción de censura es temida por Feijóo como el que teme al diablo, porque de una parte piensa que reforzaría a Sánchez al no poder ganarla, y de otra daría más protagonismo a su competidora interna, Isabel Díaz Ayuso, y a VOX, que ya de por sí le comen el terreno ante su poca capacidad para ofrecer a los españoles un proyecto político más allá de decirle al Gobierno, como el cazo a la sartén, “apártate que me tiznas”. Abascal ha optado por la opción durmiente, que disimula con ello su inconsistencia personal y política, y aprovecha el conflicto de los dos grandes partidos.

En cuanto a las elecciones anticipadas no podrían ser, en el mejor de los supuestos hasta pasado el verano – Septiembre/Octubre-. Ya no hay tiempo material para realizarlas en julio, siendo agosto absolutamente inhábil a estos efectos.

En cualquier caso, la situación es complicada, y mucho más que llegaría a ser, si nos atenemos a que el PP espera que una nueva vuelta de tuerca pueda forzar al Presidente del Gobierno a que las Cortes se disuelvan. Algo que buscan como una oportunidad.