Desde hace un tiempo, observo que la Guardia Civil se esconde con más frecuencia para cazar con radares a los conductores que circulan con exceso de velocidad. Uno, que lleva medio millón de kilómetros a sus espaldas, aplaudiría la iniciativa si no fuera porque está mal planteada y pretende vaciarnos los bolsillos a los conductores para llenar las arcas del Estado elefantiásico del tardosanchismo. La Guardia Civil, cuyo respeto reverencial es casi bíblico, no puede caer en la conveniencia o coyuntura de según qué personajes y estrategias. Tenemos un director de la DGT que es contrario y enemigo declarado de los conductores, que trata de hacerles la vida imposible para dejar el coche en casa y subir en transportes públicos que no funcionan. La industria europea del automóvil ha fracasado estrepitosamente desde el punto y hora que se comió el discurso ecolojeta del coche eléctrico, que ha propiciado automóviles occidentales inoperativos, mientras los asiáticos se llevan la tostada y siguen contaminando. De igual forma, la Guardia Civil no puede caer en la trampa de determinados discursos de conveniencia. Qué gran negocio para tan pocos bolsillos.
El tardosanchismo se está complicando desde el punto y hora que caen imputados todos sus familiares. Ha nacido incluso una especie diferente de homínido. El aforator. El aforator es una especie de hombre con gafas que ve de lejos la imputación y se esconde bajo el escaño para que no le pille, no a él, sino al hermano del Aforator Supremo. Todos esos aforator hay que pagarlos de alguna manera. Y tras el Estado pantagruélico que ha construido el sanchismo, donde hay más funcionarios que pelos en los cabellos para complicarlo todo, cada vez más, a la iniciativa privada y esclerotizarla, hacen falta recursos financieros y pasar la gorra. Al contribuyente se le pone directamente bocabajo y la Guardia Civil no puede participar de este circo por respeto a su propia historia. La Benemérita ha sido siempre la aliada del españolito de a pie y no su contrario. El sábado, en la nacional 401 que une -por decir algo- Ciudad Real y Toledo, vi dos coches camuflados entre setos como si estuviéramos en la selva de safari, a punto de cazar elefantes con arpón. "Van a por los puntos y que tengas que sacarte nuevamente el carné para volcarte los cuartos", me dijo hace algún tiempo un amigo agente. No puede ser, no ha de ser así. La Guardia Civil ha de hacer su trabajo como siempre lo hizo sin esconderse en emboscadas ni premiar a los agentes que más multan. Quienes cumplan con órdenes viciadas para agradar al señorito, serán cómplices de la cubanización de España, donde no funcionan los trenes, se va la luz y tampoco vale circular en coche, porque te multan o son carísimos, como la vivienda socialistoide que se nos ha quedado.
Así las cosas, la caza del conductor que uno siente en el cuello cada vez que sube al volante se vuelve contra los buenos principios que dice amparar la DGT. Radares en rectas para pillar y vaciar carteras que alimenten las arcas de un Estado sin fondo ni fin. Con lo que sacan al menos podían hacer la autovía Ciudad Real-Toledo. Pero hay que aclimatar y buscar un área de supervivencia a los aforators, la nueva especie homínida que echa a andar. O a bailar. Y si no, pregunten por la danza de las chirimoyas del hermanísimo. Son diez mil.