La Diputación de Toledo, el Ayuntamiento toledano y la empresa Lozoya han promovido la exposición del que fuera profesor de la Escuela de Artes y Oficios y escultor Francisco García López. ¡Bien! Y como con ese nombre y apellidos no se iba a ninguna parte en la época, decidió ser conocido como Kalato. La exposición era necesaria desde hace tiempo, como son necesarias las de otros autores de este periodo que se sitúa entre la guerra civil y la posguerra (primera hornada) para determinar el valor real del arte local en un espacio acotado de tiempo. La Escuela, conviviendo con los anteriores profesores, tendría una segunda hornada de gentes con unas expresiones artísticas más actualizadas. La guerra civil interrumpió un camino de innovación revolucionaria en el arte Contemporáneo español. La fractura fue tan violenta que lo que vino tras ella fue como volver a empezar. Había que comenzar, aislados del resto del mundo, ocultando el pasado y disimulando las influencias de los creadores precedentes.

En San Marcos se exhibe la obra de Kalato con el subtítulo de "50 obras maestras". Hay que conocer aquellos años y la obra de Kalato ocupa un lugar de referencia. Para visitar cada una de las obras expuestas, nada mejor que hacerlo acompañado; y, en mi caso, con un compañero como Jesús Romero, un apasionado del arte capaz de estructurar un discurso reflexivo e histórico. Por lo tanto, este texto pertenece a los dos. La muestra facilita un recorrido amplio sobre el autor lo que permite seguir la trayectoria de este profesor de la Escuela de Artes Oficios donde, parece, no se habían delimitado con precisión las fronteras entre el arte, la artesanía y el oficio. Se presentan piezas singulares, fechadas en los años setenta y unos prolíficos ochenta, las que el trato de los materiales de las técnicas de la artesanía convierten en bronce aparente o en granito simulado una pieza de arcilla, de madera o poliéster. Otras obras desvelan que la confección de la escultura de este momento son semejantes a las que emplearon los clásicos griegos y hasta el mismísimo Miguel Ángel, cuando se enfrentaban con la pieza bruta como el granito, el mármol o el bronce. Se percibe una destreza de oficio del enseñante capaz de transmitir con su ejemplo práctico los procesos de creación. Así, con la soltura que presta el dominio de técnicas diversas, se adentra en formas y figuras que en parte se relacionan con el Arts and Crafts, en parte con las obras de las vanguardias parisinas, en parte con la tradición de escultores españoles anteriores y con la aparición de formas del nuevo arte que, con retraso, llegan a España. Por eso es fácil detectar influencias varias, de Vitorio Macho, de Juan de Avalos, de Alberto Sánchez, de Aristide Maillol, hasta de Rodin, Giacometti o Gargallo.

La exposición aporta información para situar en su dimensión temporal las obras que diversos profesores de la Escuela de Artes y Oficios de Toledo realizaron en solitario y aislados de las corrientes nacionales e internacionales, aunque algo de lo que se hacía en el mundo apareciera en revistas o en los pocos libros que se editaban. Pero falta decidir si copian obras de otros con aportaciones personales o responden a una inspiración autóctona tras una reflexión intelectual propia que nos explicaría la sociedad y el proceso mental, sensitivo y creativo de los autores. Las sociedades necesitan para cohesionarse elementos que las unan. Y ese proyecto de unidad colectiva solo lo consigue el Arte y la Cultura. Es lo que permanece en la Historia. La obra de Kalato nos proporciona instrumentos para explicar por dónde debemos ir si queremos entender un periodo de tiempo, una etapa de creación local y su interacción con la sociedad en la que se materializa el impulso creativo.