El ministro de Transformación Digital y de Función Pública, Óscar López, tiene que asumir que segundas partes nunca fueron buenas. Aunque ya ha cumplido medio siglo de vida, aún no ha entendido que antes de comprar la copia es mejor quedarse con la auténtica.
Me explico, para reírse es mejor ver a Leo Harlem o a José Mota antes que al candidato socialista a la Comunidad de Madrid en las redes sociales, por muchos chistes que quiera contarnos.
El sábado, el señor ministro quiso ironizar sobre el volumen de personas que asistieron a la manifestación en la Plaza de Colón para pedir, por enésima vez, la dimisión de su jefe, Pedro Sánchez.
Según los organizadores fueron más de 200.000 personas, según la Delegación del Gobierno solo 25.000, las que asistieron a la capital de España para mostrar su desagrado con la política del presidente.
El señor Óscar López se reía del poder de convocatoria de "la derecha española", de la que dijo que había congregado a unos "cienes y cienes" o, como había dicho en otras ocasiones, "cuatro monos". Pues bien, la ironía llegaba 24 horas más tarde cuando el PSOE convocaba a no más de 1.000 personas para "reivindicar los valores europeos". Es decir, si 25.000 son cuatro monos, ¿1.000 cuántos son?, ¿mono y medio?
Señor ministro, parece que el karma existe y que cuando una persona escupe hacia arriba, habitualmente le cae encima.
Óscar López ha sido el designado por los poderes fácticos del PSOE para intentar derrocar a Isabel Díaz Ayuso, y para hacerlo se ha decantado por su misma forma de concebir la política, es decir, jugar con ironía en las respuestas y sin huir nunca de la confrontación.
Cuando alguien no es gracioso, rara vez esboza la sonrisa en el prójimo. Un buen político tiene su propia idiosincrasia y el señor López ha preferido imitar la de su opositora, lo cual le imposibilita para el triunfo.
Isabel Díaz Ayuso es como es y todo lo que dice le sale de forma natural. En cambio, el señor Óscar López tiene esa imagen de profesor de derecho en universidad privada, serio y sin gracia alguna, que queda muy lejos del discurso que quiere impulsar.
En definitiva, señor López, para ser líder hay que ser original y no imitar algo que ya está funcionando y aprobado por una inmensísima mayoría ya que de lo contrario se corre el riesgo de ser una burda copia sin gracia alguna.