Usando un móvil en invierno

Usando un móvil en invierno

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Las cinco acciones diarias que todo el mundo hace en invierno cuando hace frío y podrían destrozar tu smartphone

Usar el móvil en vacaciones puede ser más peligroso que en nuestro día a día por ciertas circunstancias.

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En España, el nivel de penetración de los teléfonos inteligentes es uno de los más elevados de todo el continente europeo.

Esto demuestra que estos dispositivos se han convertido en una herramienta fundamental para casi cualquier actividad cotidiana, incluso en los menores de edad.

Los usamos para comunicarnos, para trabajar, para entretenernos y hasta para gestionar nuestras finanzas, pero esta dependencia hace que a menudo olvidemos que se trata de máquinas complejas y relativamente frágiles.

A pesar de los avances en materiales, como cristales más resistentes o certificaciones contra el agua y el polvo, los smartphones siguen siendo vulnerables a nuestros malos hábitos.

A menudo cometemos errores diarios sin pensar en las consecuencias a largo plazo que pueden tener sobre la vida útil del terminal o, peor aún, sobre nuestra propia seguridad y privacidad.

Es vital reconocer que ciertas acciones rutinarias, que parecen totalmente inofensivas a primera vista, están desgastando prematuramente nuestros dispositivos o exponiéndonos a riesgos innecesarios.

Desde el entorno en el que los usamos hasta la forma en que los cargamos o transportamos, cada decisión cuenta para mantener la integridad del teléfono.

Usarlo mientras cocinas

El ambiente en una cocina activa está cargado de elementos nocivos para la electrónica. El vapor, por ejemplo, es mucho más insidioso que el agua líquida.

Sus partículas son más pequeñas y pueden penetrar con mayor facilidad a través de las juntas y sellos que teóricamente protegen al teléfono, condensándose luego en el interior y provocando corrosión silenciosa en la placa base.

Una mujer usando el móvil mientras cocina

Una mujer usando el móvil mientras cocina Vitaly Gariev Unsplash

Además, el aire suele transportar partículas de grasa vaporizada que se depositan en las rejillas de los altavoces, el micrófono y el puerto de carga, creando una capa pegajosa que atrae más suciedad y que eventualmente puede amortiguar el sonido o dificultar la conexión del cargador.

Otro factor crítico es la temperatura. Dejar el teléfono cerca de la vitrocerámica, el horno encendido o incluso una tostadora puede elevar su temperatura interna por encima de los límites seguros de funcionamiento, lo que degrada la batería de iones de litio a una velocidad alarmante.

Por último, no podemos olvidar el peligro físico: las encimeras suelen ser de materiales muy duros como granito o mármol, y los suelos de cerámica. Una caída desde la altura de trabajo en una cocina casi garantiza una pantalla rota, mucho más que una caída sobre tarima flotante o una alfombra en el salón.

Si lo queremos usar para seguir una receta, lo ideal es usar un soporte alejado de las zonas de calor y manipulación de alimentos, o mejor aún, imprimirla.

Dejárselo a los niños pequeños

Es una escena común ver a padres entregando su smartphone a un niño pequeño para conseguir unos minutos de paz, pero esta práctica conlleva riesgos significativos tanto para el dispositivo como para la seguridad digital del adulto.

Desde el punto de vista físico, la motricidad fina de un niño no está totalmente desarrollada, lo que aumenta exponencialmente las probabilidades de caídas.

Una niña usando un móvil

Una niña usando un móvil Andrey K. Unsplash

Además, los niños pequeños suelen tener las manos pegajosas o pueden babear sobre el dispositivo; esta humedad y suciedad pueden entrar por los puertos y causar daños irreparables que la garantía no cubrirá al ser considerados daños accidentales por mal uso.

Sin embargo, el riesgo digital es quizás mayor. Un niño puede, sin querer, borrar aplicaciones importantes, enviar mensajes ininteligibles a contactos profesionales o realizar llamadas de emergencia por error.

Más grave aún es la posibilidad de que realicen compras dentro de aplicaciones. Muchos juegos gratuitos están diseñados para incitar a la compra de extras, y un niño no entiende el concepto de dinero real asociado a una pulsación en la pantalla.

Si no tenemos configurada una autenticación biométrica o contraseña para cada compra, podemos encontrarnos con facturas muy elevadas.

Llevarlo en el bolsillo trasero del pantalón

Esta es quizás una de las costumbres más extendidas y una de las más peligrosas por múltiples razones. La primera es puramente mecánica: al sentarnos, ejercemos una presión enorme sobre el chasis del teléfono.

Aunque los materiales sean resistentes, esta presión repetida puede llegar a doblar ligeramente el dispositivo, un fenómeno que puede no ser visible a simple vista pero que puede romper las conexiones internas de la placa base o despegar milimétricamente la pantalla del marco, comprometiendo su resistencia al agua.

En el caso de teléfonos con pantallas muy grandes, el riesgo de que el cristal se parta por torsión al sentarse en una superficie dura es real.

Más allá del daño físico, el bolsillo trasero es el lugar favorito de los carteristas. En zonas concurridas, transportes públicos o eventos multitudinarios, llevar el móvil ahí es casi una invitación a que te lo sustraigan sin que te des cuenta. Perdemos la sensibilidad de esa zona al caminar o estar de pie entre gente.

Robo, móvil.

Robo, móvil.

Por último, existe el riesgo clásico y vergonzoso: que el teléfono se deslice del bolsillo trasero y lo perdamos.

O que caiga en el inodoro al usarlo. Es una de las causas más frecuentes de muerte por inmersión de los dispositivos móviles, y totalmente evitable simplemente usando los bolsillos delanteros o un bolso.

Conectarlo a puertos usb públicos

La ansiedad por quedarnos sin batería nos lleva a menudo a conectarnos a cualquier puerto USB que encontramos disponible en aeropuertos, cafeterías, estaciones de tren o centros comerciales.

Esto es un error gravísimo de ciberseguridad. Debemos recordar que un cable USB no solo transmite electricidad, sino también datos.

Existe una técnica de ataque conocida como juice jacking, mediante la cual los ciberdelincuentes manipulan estos puertos de carga públicos para instalar software malicioso en los dispositivos que se conectan a ellos o para extraer datos sensibles, como contraseñas, listas de contactos o información bancaria, mientras el usuario cree inocentemente que solo está cargando su batería.

Incluso si el puerto no ha sido manipulado maliciosamente, a veces pueden estar defectuosos y suministrar un voltaje inestable que podría dañar el circuito de carga de tu teléfono.

La solución es sencilla: llevar siempre nuestro propio cargador de pared y buscar un enchufe de corriente tradicional, o acostumbrarnos a llevar una batería externa portátil.

Usarlo con guantes no adecuados

Cuando llega el frío, el uso de guantes se vuelve casi imprescindible, pero la mayoría de las pantallas táctiles modernas utilizan tecnología capacitiva, que funciona detectando la conductividad eléctrica de la piel humana.

Los guantes tradicionales actúan como aislantes, impidiendo que la pantalla reconozca nuestros toques. El peligro aquí radica en la frustración y la pérdida de agarre. Al intentar usar el teléfono con guantes de lana o cuero, la superficie se vuelve extremadamente resbaladiza.

La falta de sensibilidad táctil hace que no percibamos bien si estamos sujetando el dispositivo con la firmeza necesaria, lo que multiplica las posibilidades de que se nos escape de las manos y acabe contra el suelo.

Incluso si utilizamos guantes especiales con puntas conductoras diseñadas para pantallas táctiles, existe un riesgo secundario. Estos guantes suelen acumular suciedad, polvo y partículas abrasivas en las puntas de los dedos con el uso diario.

Al deslizar esos dedos sucios por la pantalla, estamos actuando como si pasáramos una lija fina sobre el cristal, lo que con el tiempo puede crear microarañazos que desgastan la capa oleofóbica de la pantalla y la hacen más propensa a roturas ante impactos posteriores.

Lo más sensato en situaciones de frío intenso es detenerse en un lugar seguro para usar el teléfono o utilizar comandos de voz a través de auriculares.

Exponerlo a la nieve y el frío extremo

A menudo nos preocupamos mucho por el calor excesivo, pero el frío extremo es un enemigo igualmente formidable para la electrónica de consumo.

Las baterías de iones de litio funcionan gracias a reacciones químicas que se ralentizan drásticamente cuando la temperatura desciende por debajo de cero grados.

Esto puede provocar que el teléfono se apague repentinamente aunque la pantalla indique que todavía le queda un porcentaje considerable de batería, dejándote incomunicado en el peor momento posible.

Si esto ocurre, intentar encenderlo inmediatamente puede dañar la batería de forma permanente ya que necesita calentarse gradualmente primero.

Sensor de humedad activo

Sensor de humedad activo MovilSolutions El Androide Libre

El otro gran peligro relacionado con la nieve y el frío es la condensación. Si hemos estado usando el teléfono en un ambiente exterior gélido durante un buen rato y entramos repentinamente a un lugar con calefacción, como un coche, una casa o un restaurante, el cambio brusco de temperatura provocará que la humedad del aire caliente se condense en las superficies frías del teléfono, tanto por fuera como por dentro.

Esta agua interna puede provocar cortocircuitos o activar los chivatos de humedad que anulan la garantía del fabricante. Si vas a la nieve, es recomendable llevar el teléfono en un bolsillo interior cerca del calor corporal y evitar sacarlo innecesariamente a la intemperie.