Aplicaciones del tiempo que venden tu ubicación y cómo evitarlo

Aplicaciones del tiempo que venden tu ubicación y cómo evitarlo

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Aplicaciones del tiempo que venden tu ubicación y cómo evitarlo

Un artículo en el NY Times revela que una gran cantidad de aplicaciones venden nuestra ubicación. ¿Es realmente preocupante?

11 diciembre, 2018 12:38

Que las empresas recopilan nuestros datos a través del smartphone no es algo que deba sorprendernos. Si pensabas que la recopilación de información era solo de las grandes compañías, tenemos nuevas noticias para ti. Esa aplicación del tiempo tan chula que acabas de instalar podría estar vendiendo tu ubicación de forma continua.

Aplicaciones del tiempo que recopilan tu información más de lo que crees

Todo este tema viene por un artículo que publicó ayer el New York Times. A través de una investigación propia que te recomendamos leer, estuvieron midiendo la ubicación que algunas de las aplicaciones más conocidas por vender los datos de sus usuarios.

El caso que más han destacado es el de Ms Magrin, una señora de 46 años que ha sido contactada por el NY Times, cuyo patrón de ubicación es único. Sus desplazamientos hacia el trabajo o actividades más mundanas. Una aplicación del tiempo recoge su ubicación 14 000 veces cada día, y la vende sin que ella lo supiera.

El NY Times reconoce que la aplicación no vende los datos, solo los patrones. Los datos que estas aplicaciones venden están recopilados con propósitos de marketing. A los negocios no les importa tanto conocer que la señora Magrin trabaje en una escuela, sino que dicho cliente después de trabajar vaya a locales de comida rápida, de compras, o a hacer running. Con esos datos, la publicidad está servida.

El peligro de los patrones anónimos

Llama la atención que el NY Times comente que, aunque no obtuvieron información personal suya, sí que pudieron contactar con ella a través de su trazado de ubicación. Quizás este dato sea lo más peligroso a reseñar, y es que por los patrones de ubicación de ciertos usuarios podamos descubrir dónde viven.

Hay dos lugares en común que tenemos en el día a día. Dónde vivimos y dónde trabajamos. Quizás una maestra de escuela no sea una ubicación que merezca la pena rastrear, pero hay algunos trabajos que tienen mayor sensibilidad.

Hay dos ubicaciones sensibles que el NY Times ha mostrado. La primera es una central nuclear, donde podemos ver la ubicación de los trabajadores. Con estos patrones anónimos alguien con malas intenciones puede saber dónde viven exactamente todos esos trabajadores. No sabes quiénes son, pero ya sabes dónde pasan la mayor parte del tiempo.

El otro caso que muestran es una iglesia. Saber que hay mucha gente allí podría convertir ciertos puntos calientes en objetivos de terrorismo. Aunque claro, para tener este tipo de información tampoco es necesario el big data.

El mayor problema quizás no sea que recopilen tu información (aunque sea anónima), sino que cualquiera pueda acceder a ella.

Sobre la sensibilidad a la ubicación según en qué trabajo nos encontremos no es tampoco una nueva polémica. Ya hubo problemas hace un tiempo con Strava, la aplicación para deportistas que revelaba la ubicación de bases del ejército de los Estados Unidos.

¿Es un problema de Android?

Recordemos, antes de buscar culpables, que Google es quien más sabe de nosotros.

El artículo del New York Times es quizás un poco alarmista ya que los entrevistados quedaron pasmados, como si no supiesen que esto era posible. A nosotros quizás nos llama más la atención que si una aplicación vende los datos a la gente le parezca indignante, mientras que si Google y Facebook hacen negocio con información aún más personal nos parezca incluso bien.

Quizás el punto diferencial esté en la confianza que podamos tener a una compañía u otra. No hay un señor encapuchado que pueda entrar en un puestecito de Google a comprar nuestros patrones de ubicación, sino que es información que Google se queda para elaborar sus esquemas publicitarios. No es como si me voy a la web de Strava Metro a comprar datos de ubicación que pueda usar con fines publicitarios, o con el fin que a mí me venga en gana.

No es un problema general de Android, aunque nuestro sistema operativo sí que tiene algo que ver. El NY Times revela que, según MightySignal, 1200 de las aplicaciones más populares de Android incluyen código que comparte nuestra ubicación, mientras que en iOS la cifra desciende a solo 200 aplicaciones.

Una de las aplicaciones más prolíficas es una aplicación del tiempo llamada WeatherBug. Las aplicaciones del tiempo al final son de las que más información recopilan ya que por algún motivo son aplicaciones muy populares.

¿Existe alguna solución?

Aunque el NY Times no ha descubierto la pólvora con el tema de la ubicación, sí que responde a una duda que debemos tener siempre presente, y es la de tener en cuenta a quién estamos dando permiso para acceder a determinada información.

No creemos que la venta de datos sea negativa. El desarrollo y mantenimiento de una aplicación tiene un coste, y si es completamente gratuita, de algún lugar tienen que entrar los beneficios. Las aplicaciones sin ánimo de lucro son una minoría en el amplio universo de las aplicaciones gratuitas que siempre van a querer algo de nosotros. Ya sea que paguemos con microtransacciones, invadirnos a anuncios o, simplemente, nuestros patrones de ubicación.

La solución más razonable a corto plazo es consultar los permisos de tu móvil y hacerte las siguientes preguntas:

  • ¿Para qué necesita una aplicación mi ubicación?
  • ¿Hay alternativas que hagan lo mismo y cuiden mi privacidad?
  • ¿Lo que me aporta esta aplicación merece la pena para ofrecerle mis datos?

Creemos que el beneficio de los smartphones e Internet puede aportar mucho más de lo que perdemos en privacidad, pero hay que establecer unos límites. Ni creemos que haya que estar encerrado en una cueva ni tampoco regalar todos nuestros datos para saber si va a llover mañana. El punto intermedio lo decidimos nosotros, y la mejor forma de decidirlo es haciéndonos estas preguntas. Y obrar según las respuestas.