Bienvendidos al mundo del todo cuantificado

Bienvendidos al mundo del todo cuantificado

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Bienvendidos al mundo del todo cuantificado

Internet y las plataformas móviles han aumentado enormemente la cantidad de datos que tenemos. Con los wearables llega la cuantificación de todo.

16 mayo, 2015 21:55

El avance de la tecnología en los últimos años nos ha permitido reunir una cantidad de información sin precedentes en la historia de este planeta. Internet y especialmente las plataformas móviles como los smartphones y los wearables nos permiten estar permanentemente conectados y, por lo tanto, generando datos constantemente. Nos dirigimos hacia el futuro del todo cuantificado. Desde los pasos que das al día, los me gusta de tu foto de perfil o tu ritmo cardiaco.

Estamos en la era del big data, cuando la cantidad de información que tenemos es tan grande ya no se puede medir usando los métodos de análisis tradicionales. Un buen ejemplo de cómo ha cambiado el mundo es cómo los medios de comunicación medían su alcance y cómo lo hacen ahora. Antes dependían de los casi mitológicos audímetros -¿alguien conoce a alguien que haya tenido uno?- y en las oleadas del Estudio General de Medios, basadas en encuestas que a lo largo de su historia han dado algunos resultados marcianos, como que Catalunya Ràdio tenía 100.000 oyentes en Málaga, donde no emite.

Hoy, los portales de Internet saben exactamente cuántas visitas tienen y qué contenido es el que visitan. Plataformas como Netflix no sólo saben las visitas y el contenido exacto que se consume, sino cuántos espectadores han dejado de ver algo a mitad, cuánta gente ha pausado en un momento concreto o a rebobinado para volver a ver una escena. Los datos han pasado de ser aproximaciones en ocasiones de brocha gorda a tener una precisión quirúrgica.

La salud, el gran campo para la cuantificación

Pero esta cuantificación empieza por cada uno. Los deportistas han sido los primeros en adoptar los wearables para tener un mayor control sobre su actividad física, logrando datos milimétricos sobre la distancia recorrida, las pulsaciones cardiacas en cada momento del ejercicio y llevando este control fuera del entrenamiento, de forma que cualquier paseo hasta el supermercado entra también en los cálculos de Google Fit.

Pero a medida que estos gadgets vayan mejorando es bastante posible que una mayor cantidad de población adopte estos dispositivos, por una cuestión tan básica como el instinto de supervivencia, la salud es una de las cosas que más nos preocupa, y los wearables nos permiten recolectar una enorme cantidad de datos sobre nuestro estado.

Otro gran elemento relacionado con nuestra salud que los nuevos gadgets cuantifican son las horas de sueño, como muchos smartwatches. En este campo es especialmente llamativo Sense, un dispositivo que no sólo calcula las horas de sueño gracias a una pequeña pastilla que se engancha a la almohada, sino que también analiza la temperatura, cantidad de luz e incluso la cantidad de partículas del aire y luego envía los datos a tu smartphone con sugerencias para mejorar la calidad del sueño.

El ‘yo’ cuantificado

Pero la cuantificación personal no se limita a nuestra salud, sino que la llevamos también a nuestras redes sociales. Cuando actualizamos nuestro estado, tuiteamos o subimos una foto a Instagram estamos más o menos pendientes de cuántos likes o retuits hemos tenido. Esto nos sirve de indicativo de nuestra popularidad, a grosso modo, y hay gente que lo puede elevar a obsesión o se puede llevar con una mayor naturalidad, pero todos tenemos un rincón de la vanidad en nuestra mente para el que cada like o cada follower es una pequeña recompensa.

Sin necesidad de tener un wearable, nuestros smartphones ya existen aplicaciones que nos permiten medir el uso que hacemos de él, como Instant, QualityTime o  Checky, que nos permiten saber cuántas veces desbloqueamos nuestro terminal e incluso cuánto tiempo pasamos con cada aplicación.

Cuantos más datos, mejores análisis

Los humanos hemos logrado ser la especie dominante en la tierra y no somos ni las criaturas más fuertes, ni las más rápidas, ni las más resistentes. Nuestra gran ventaja evolutiva es nuestra capacidad para reconocer patrones. Gracias a que nuestros ancestros reconocieron el ciclo de las estaciones del año pudieron desarrollar la agricultura. Y para poder reconocer un patrón necesitas algo fundamental: datos.

Cualquier decisión que tomas en tu vida lo haces después de valorar una serie de datos. Lo haces tú y lo hacen las grandes compañías que toman decisiones multimillonarias. Los datos que generamos en nuestro día a día con cosas tan cotidianas como una búsqueda en Google o un «me gusta» en Facebook en un enlace determinado permite conocer mejor los hábitos y los intereses del público y reducir riesgos a la hora e tomar decisiones. Un ejemplo del potencial es cómo Google puede predecir el éxito o el fracaso en taquilla en función de las búsquedas.

Tener más datos sobre cualquier cosa siempre es positivo y ayuda a precisar los análisis, siempre y cuando se tengan las herramientas para procesar y analizar una cantidad tan grande de datos.  También existe un aspecto peligroso, y es que con una cantidad de información tan grande se nos escape lo importante, que el bosque no nos deje ver los árboles.

Medir la cantidad sin olvidar la calidad

Además, existe otro pequeño riesgo, y es que en un mundo en el que todo se cuantifica, nos olvidemos de realizar un análisis cualitativo. Por poner un ejemplo banal ¿qué es preferible? ¿diez likes de antiguos compañeros de clase que no ves desde hace quince años o uno de la chica que te gusta? En este caso la respuesta es evidente, pero en otros puede no serlo tanto y que el aspecto cuaitativo se pierda en favor de un simple análisis de cantidades.

Pero en global no cabe duda de que tener una mayor cantidad de datos precisos de cualquier aspecto es algo positivo. A nivel cotidiano, es evidente que el tener un mayor control sobre tu salud puede tener unas ventajas enormes a medio plazo, pudiendo prever futuras enfermedades, y el valor de una ventaja así es, paradójicamente, difícil de medir.