¿Necesitamos un ‘modo sueño’ para olvidarnos del móvil en la cama?

¿Necesitamos un ‘modo sueño’ para olvidarnos del móvil en la cama?

El Androide Libre

Cómo afecta el móvil o la tablet a tu sueño

Cada vez usamos más nuestros dispositivos en la cama antes de dormir, para leer o chatear, y así es cómo afectan el móvil y tableta a tu sueño.

10 febrero, 2015 12:26

Muchísimas cosas se han dicho sobre cómo afectan los móviles y tabletas a la salud de sus usuarios, muchas de ellas sin demasiado fundamento científico, como que mata las células de tu retina o que la radiación que emiten pueden causar tumores cerebrales. Sin embargo, hay un efecto que pasa más desapercibido entre el  gran público y que sin embargo tiene mucho de real: tu móvil puede estar haciendo que duermas peor.

Nada tiene que ver con teorías no comprobadas sobre los campos electromagnéticos del móvil, ni con que te pases horas que deberías estar durmiendo jugando al Candy Crush, tuiteando o whatsappeando con una señorita que has conocido en Tinder, ni tampoco con que te despierte una notificación de un correo a las tres de la mañana, es culpa de algo tan mundano como la luz que emite la pantalla. Así es cómo afectan el móvil y tableta a tu sueño.

La luz contra el ritmo circadiano

El ser humano es un animal visual, más del 80% de la información que recibe el cerebro es a través de los ojos, pero estos no se dedican únicamente a traducir la luz que reciben en señales eléctricas, también tienen una función fundamental en el día a día de los seres humanos: controlar el ritmo circadiano. Cuando el ojo detecta que la cantidad de luz en el ambiente comienza a bajar, deduce que se está haciendo de noche, y activa la producción de melatonina, una hormona cuya función es, básicamente, dejarte sopa.

¿Qué pasa si el ojo detecta luz a una hora a la que no debería detectarla? Pues que deja de segregarla, así de simple: el ojo no es capaz de diferenciar la luz solar de la luz artificial, con lo que cualquier fuente de luz puede afectar a tu sueño a partir de cierta hora, desde las bombillas de bajo consumo de tu habitación, la tele, una hoguera en el centro de la caverna o, por supuesto, móviles y tabletas.

Insomnio de inicio, un posible efecto de usar el móvil en la cama

Esto puede causar insomnio de inicio, es decir, dificultad para caer dormido a los 30 minutos de haberte acostado. Si eres de los que durante el día te estás muriendo de sueño y por la noche cuando te metes en la cama te transformas en un búho, tu smartphone puede estar jugándote una mala pasada, como escribió el doctor Charles Czeisler en un artículo de la revista Nature.

El problema de los dispositivos móviles que es en muchas ocasiones seguimos usándolos cuanto ya hemos apagado el resto de las luces y estamos acostados en la cama. Diego García-Borreguero, director médico del Instituto de Investigaciones del Sueño, explicó a el Eldiario.es que cualquier fuente de luz que supere los 5 lux puede afectar a la segregación de melatonina, aunque otros especialistas como la doctora Louis Khan de la Mayo Clinic sitúa el umbral bastante más arriba, sobre los 30 lux.

En una investigación llevada a cabo por esta doctora, una tableta con el brillo al mínimo cerca de la cara esta puede llegar a emitir hasta 11 lux, que se reducen a entre cero y tres cuando esta se aleja a 36 centímetros de los ojos, algo similar a un smartphone. Con el brillo al máximo, la emisión de luz puede llegar a los 275 lux.

Conciliar la tecnología y la biología

De esto se deduce con que si quieres usar tu tableta en la cama, puedes hacerlo pero siempre reduciendo el brillo al mínimo y manteniéndola a una distancia prudencial. Además, hay que tener en cuenta que estas cosas no afectan a todo el mundo por igual y que hay a quien le puede desvelar por completo mientras que a otros en absoluto. De igual manera, los problemas de insomnio pueden ser multifactoriales, e intervenir cuestiones como la dieta, rutinas diarias o estrés.

El avance tecnológico nos ha facilitado tremendamente la vida, pero evidentemente eso tiene un efecto. No se trata de volver a las cavernas donde ni nos afectan las radiaciones de wifi ni nada parecido -pero moriremos a los 30 de una pulmonía-, pero sí de conocer los efectos reales de la tecnología en nuestro cuerpo sin ser ni tremendistas ni descartarlos de plano, sino de domesticarlos para que el impacto sea mínimo y conciliar nuestra faceta de seres biológicos con la de seres tecnológicos.