Suiza se clasificó para octavos de final después de empatar 2-2 ante Costa Rica, que se despidió del Mundial de Rusia con honor, buen juego y una dosis de rabia acumulada que estuvo a punto de doblegar al conjunto helvético.





El conjunto "tico" quería cerrar con dignidad su paso por el Mundial de Rusia. Y más después de las críticas que recibió tras los dos primeros partidos. Hasta su entrenador, Óscar Ramírez, tuvo que avisar con seriedad a sus críticos más extremos: "Si tocan a mi familia se van a encontrar a un tigre", dijo en la víspera del choque.





Los hombres de Ramírez salieron con ganas de pasar por encima de Suiza, que, con un empate, hicieran lo que hicieran Brasil y Serbia, se clasificaría para la siguiente ronda. Con una derrota, las calculadoras habrían tenido que comenzar a echar humo.





En el conjunto helvético aún coleaban las polémicas celebraciones de Xherdan Shaqiri y Granit Xhaka en los goles que marcaron a Serbia. La FIFA castigó económicamente a ambos después de que formaran con sus manos el águila bicéfala, presente en la bandera de Kosovo. Eso molestó al equipo balcánico pero no fueron castigados por su entrenador, que alineó a ambos.





A Costa Rica todas esas historias no le importaban nada. Sólo quería despedirse a lo grande. Y, por lo menos, en los primeros veinte minutos del encuentro, lo consiguió. En ellos, los "ticos", con las novedades en la alineación de Joel Cambell, Kendall Waston y Daniel Colindres, arrinconaron a un rival superado por todos los frentes.





La catarata de ocasiones fue incesante, agobiante para Suiza, que sobrevivió gracias a su portero Yann Sommer. Primero, sacó una buena mano a un disparo de Joel Campbell; después, desvió al poste un cabezazo de Celso Borges; luego, vio como Colindres mandó al larguero un derechazo desde fuera del área; y, finalmente, fue David Guzmán quien se encontró al guardameta helvético.





Ese acelerón inicial se fue desinflando cuando Xhaka y Behrami consiguieron arrebatar la pelota a Costa Rica, que aunque apenas sufrió, tuvo la mala suerte de recibir un gol en casi el único disparo entre los tres palos de Suiza. Lo hizo Blerim Dzemaili, que fusiló a Keylor Navas desde dentro del área con un disparo imposible para el portero del Real Madrid.





Con ese 1-0 y con el 1-0 a favor de Brasil al descanso en el otro partido del grupo, Suiza podía acabar líder si marcaba otro tanto y el otro partido se mantenía igual. Era un regalo envenenado, porque eso significaba acabar en la parte complicada del cuadro.





Suiza podía elegir mantenerse como estaba y enfrentarse a Suecia en octavos o ir a por México por el lado de Francia, Argentina, Uruguay y Portugal. Pero también jugaba Costa Rica, que se aprovechó de las meditaciones helvéticas para marcar el empate por medio de Kendall a la salida de un córner casi en la reanudación.





El certero cabezazo del defensa costarricense no estimuló al cuadro suizo, que se dedicó a aguantar las acometidas de un equipo que, sin duda, murió con honor y que aún tuvo tiempo de levantarse de nuevo tras el gol de Josip Drmic en el minuto 88. De penalti, Bryan Ruiz pero con la colaboración involuntaria pero decisiva del meta Yann Sommer, en quien rebotó el balón tras chocar en el larguero, hizo justicia en el descuento.





Al final, Costa Rica, no hay que olvidarlo, jugó en un grupo con Brasil, Serbia y Suiza. Y plantó cara a todos. Ante Suiza, logró dos goles y el punto del honor, mientras que su rival hizo los deberes y seguirá adelante en la competición por la supuesta parte fácil del cuadro.

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