Ha acabado en la última posición del Tour de Francia, a más de cuatro horas y media de Geraint Thomas, pero está feliz. Para Lawson Craddock llegar a París es como si hubiera ganado el maillot amarillo: algo impensable el primer día de competición.

En la primera etapa, Craddock cayó al suelo en la zona de avituallamiento tras chocar con un bidón de agua. La caída le provocó una brecha en la ceja, multitud de heridas en el costado y unas molestias en el hombre. Estuvo muy cerca de abandonar, pero sus compañeros de Education-First le animaron a seguir. Sobre todo Rigoberto Urán, líder de la formación y segundo puesto en el Tour de 2017. Este año los equipos se habían reducido de nueve a ocho corredores y perder a uno en la primera etapa podía significar mucha diferencia en los tiempos de la contrarreloj por equipos que se iba a disputar dos días después. 

Llegó a la meta el último a 7'50 minutos entre una gran ovación. Su imagen, con la cara ensangrentada, se hizo viral en Twitter en un montaje en el que se le comparaba con Neymar. Él respondió diciendo que "la gran diferencia es que Neymar está volviendo a su casa ahora mismo", aludiendo a la eliminación de Brasil en el Mundial de Rusia el día anterior.

Ya en el hotel recibió el parte médico: tenía una fisura en la escápula. Pero decidió seguir. En la web de su equipo contó que entiende el Tour de Francia como una carrera más psicológica que física, así que intentaría "ser positivo y aguantar el dolor todo lo que pueda". 

Los médicos del equipo le dieron su permiso para seguir siempre y cuando corriera seguro y no sufriese otras caídas. Él se lo tomo como un reto de día a día. Además, para motivarse a seguir corriendo, abrió una campaña en GoFundMe recaudando dinero para el velódromo de Houston (Texas), donde él empezó a competir y quedó prácticamente demolido por el paso del huracán Harvey en septiembre de 2017. Por cada etapa que terminara, él donaría 100 dólares.

Anunció la campaña antes de subirse a la bicicleta el segundo día. El objetivo era conseguir 21.000 dólares. La gente se sumó en seguida. Él siguió corriendo. En la contrarreloj por equipos del tercer día ayudó a su equipo hasta los últimos tres kilómetros, llegando a alcanzar una velocidad punta de 90,2 km/h y consiguiendo la quinta mejor marca, a solo 35 segundos de BMC. "Cada día es un pequeño paso adelante", decía.

"Los primeros días fueron extremadamente dolores", contó antes de la última etapa. Y eran etapas llanas. Después llegó el adoquinado de Roubaix y la alta montaña, donde abandonaron sprinters como Gaviria o Cavendish y jefes de filas como Richie Porte o Rigoberto Urán, su líder. Pero él aguantó. Siempre entrando dentro del límite de tiempo. Siempre manteniendo el "farolillo rojo".

Su campaña siguió difundiéndose. Él aprovechó además para bromear con sus seguidores en las redes sociales e incluso con la organización del Tour. "¿No sabíais que había un camino más corto entre Lourdes y Laruns?", les preguntó, irónicamente, en Instagram antes de la etapa 19 en la que el pelotón se desviaba muchos kilómetros para ascender el Tourmalet.

"Es difícil decir cuándo fue el peor momento", confiesa. Él iba a correr en el Tour para ser uno de los gregarios de Urán y, con la retirada de su líder y su lesión, se convirtió en un superviviente, el último de los 145 supervivientes.

"Han sido tres semanas llenas de dolor", contó, entre lágrimas, tras la penúltima etapa. "No es el Tour de Francia que imaginaba. No estaba seguro de que podría llegar tan lejos. No ha sido fácil". Pero lo ha conseguido. Ha llegado a París. Y su campaña ha recaudado 193.000 dólares. Un auténtico logro.

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