Las mujeres no pueden visitar la nueva maravilla de la UNESCO. La isla Okinoshima es un paraje verde rodeado de agua cristalina que sería destino paradisíaco para turistas -si se les permitiera la entrada- y que ahora es Patrimonio de la Humanidad 2017. Un lugar sagrado de culto al que ni las mujeres y tampoco los hombres, si van vestidos, pueden acceder.

Dicen en su página web que el objetivo es “trasladar a las generaciones futuras el paisaje como un bien precioso que pertenezca a toda la humanidad”. ¿A toda? La lista de acceso es muy selecta, sólo los sacerdotes sintoístas de Munakata Taisha pueden visitarla y un único día al año, el 27 de mayo para honrar a los marineros que murieron en la batalla naval durante la guerra ruso-japonesa entre 1904 y 1905.

Sólo hombres 

A esta isla de 800.000 metros cuadrados, que fue el centro de relaciones con China y Corea, pueden entrar tan sólo 200 hombres al año, en el mismo día y con una condición: ir desnudos. Todo es parte de un ritual, el hombre debe bañarse en el agua del mar para purificarse y poder poner un pie en la tierra sagrada de Okinoshima. Un rito divino, necesario para la religión nativa de Japón que venera a los dioses de la naturaleza.

Los sacerdotes japoneses en su rito del mar. EFE

No hay hueco para las mujeres en la pequeña isla, pero tienen una explicación. Consideran que la mujer es impura por su ciclo menstrual y su entrada rompería el halo sagrado que hay en la isla. Para esta religión japonesa la sangre es un elemento que no representa pureza, por eso, la presencia de la mujer no está permitida. Se considera que Okinoshima es un shinto kami, lugar donde habitan los dioses.

No es el único argumento -igual de desfasado- que dan los japoneses sintoístas para la prohibición de mujeres. En la época de los marineros, los viajes en barco eran peligrosos y los hombres debían proteger a sus mujeres. La costumbre se ha afianzado tanto que aún se mantiene.

Lugar de dioses 

Es la isla más sagrada del país. Según la historia japonesa, los antiguos dioses Shinto habrían colocado a tres emperatrices para proteger la nación. La presencia de las tres mujeres quedó inmortalizada en una sucesión de rocas en la cima de la montaña, a las que se reza por la seguridad de las embarcaciones y el éxito del país.

Consideran que la mujer es impura por su ciclo menstrual y su entrada rompería el halo sagrado que hay en la isla

La Unesco se justifica y afirma que es un ejemplo insólito de la costumbre ancestral de adorar lugares naturales, en este caso de islas sagradas. Además, dicen que se mantienen los vestigios arqueológicos prácticamente intactos y ofrecen una visión cronológica de la evolución de los ritos religiosos.