En el año 1999, la revista Time eligió a la canción Strange Fruit, de Billie Holiday como la mejor canción de la historia de la música. Curiosamente 60 años antes la habían descalificado, decían que era “propaganda política”. No estaban acostumbrados a finales de los años 30, cuando la segregación racial estaba instaurada hasta las raíces de EEUU, a que una mujer negra saliera a un escenario a poner sus vergüenzas en forma de poesía. Holiday fue una de las primeras estrellas negras de la canción. Lo hizo en un mundo de hombres blancos. Ella era la excepción, y se saltó las normas.

Lo moralmente aceptable era que una persona de color que tuviera éxito tuviera que estar agradecido de por vida por ese privilegio, aunque sus hermanos estuvieron muriendo colgados por el Ku Klux Klan o apaleados por la policía. Siempre sirviendo a los blancos. Holiday decidió que tenía una voz única para cantar y denunciar, y lo hizo le pesara a quien pesara.

En 1939 se plantó en el mítico Café Society y cantó por primera vez esa Strange Fruit que le complicaría la vida. Con su tono único e irrepetible soltó aquellos versos: “De los árboles del sur cuelga una extraña fruta. Sangre en las hojas, y sangre en las raíces. Cuerpos negros balanceándose en la brisa sureña. Extraños frutos colgando de los álamos. Escena pastoral del galante sur. Los ojos hinchados y la boca retorcida. Aroma de las magnolias, dulce y fresco. Y, de pronto, el olor a carne quemada”.

Aquellos frutos extraños no eran más que los cuerpos de sus compatriotas negros después de haber sido linchados, quemados y colgados por el Ku Klux Klan. Una práctica bestial que todavía en aquellos años ocurría. La sociedad callaba ante las bestialidades que ocurrían especialmente en el sur. No la compuso Holiday, sino Abel Meeropol, un profesor judía (y blanco) que se quedó traumtizado al ver una foto del linchamiento de dos hombres negros en Marion, en 1930. Una fotografía que no sólo mostraba los cuerpos ahorcados, sino a toda una comunicad blanca mirando, riendo y disfrutando del macabro festival. Familias con niños, todos miraban. Nadie dijo nada.

Aquella canción, que ahora es un himno antirracista, fue también la perdición de Holiday. Desde que sonó por primera vez el FBI consideró que algo como eso no podía cantarse en público. No querían que nadie trastocara el status quo, y preferían defender a la extrema derecha que la libertad de los negros. Eran los tiempos de Hoover y su misión para vincular a los negros con las drogas y con la delincuencia.

Holiday se convirtió en el enémigo público para ellos, como lo fue también la actriz Jean Seberg al apoyar a los Panteras Negras. Acabaron con ambas. A Holiday la acosaron y se aprovecharon de sus problemas con las drogas para pillarla en numerosas redadas y meterla en la cárcel ocho meses por posesión. El problema no era la heroína, sino el poder convertirse en una heroína para su comunidad gritando que EEUU era un país racista. Para ello se aprovecharon de un policía negro con el que ella tuvo una tormentosa relación y de sus parejas, capaces de traicionarla a la primera de cambio.

Andra Day como Billie Holiday en la película.

Holiday siguió cantando Strange Fruit y enemistándose contra el poder, que no paró hasta que murió de una cirrosis hepática provocada por sus adicciones, y su leyenda creció. Strange Fruit no desapareció, sino que se convirtió en su legado. Un legado que continúa con el estreno en salas de Los EEUU contra Billie Holiday, que cuenta esta historia que muchos prefieren no contar, la de un país que era capaz de acabar con los mitos incómodos, con los que se atrevían a alzar la voz. Al frente Lee Daniels (Precious, El mayordomo) y, sobre todo, Andra Day, inmensa como Holiday en un papel que le ha dado el Globo de Oro y una nominación al Oscar.

Es curioso que esta película llegue en el mismo año en la que también está nominada Judas y el mesías negro, que también denuncia que el FBI asesinó al líder de los Panteras Negras Fred Hampton por creer que podría ser un líder para la revolución del país. Hollywood empieza a contar las historias que hasta ahora no contaban. Strange Fruit sigue sonando más fuerte que nunca, en pleno Black Lives Matter y con un racismo sistémico que no sólo no acaba, sino que crece con el aumento de la extrema derecha. Cine contra la desmemoria.

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