Es miércoles, llueve suave en Lavapiés y Sen Senra aparece en el bar Juan Raro con los ojos clarísimos y un plumas verde con capucha: nos sentamos en la terraza a pesar del chispeo, tomamos café con leche y hablamos de uno de los discos patrios más sorprendentes del año, Sensaciones, aunque su creador no se da importancia. 

Es como si simplemente pasara por aquí. Como si hace pocos días hubiese dejado una estela -extraña, delicada, hermosa- de catorce canciones que costó casi dos años parir y ahora caminase más ligero. Temas que a veces seducen, como RRIINNGG: “Cuando no responda nadie, llámame, marca y llámame”, que suena sugerente como las primeras veces, que suena a encontrarse en la pista de baile y a mirarse la boca hasta que algo pase. O temas que a veces sirven para sobrevivir, para soltar lastre, como en Nos dará alas, cuando canta “por muy larga que se haga la espera, no pierdas el tiempo con cualquiera”. O temas con melodías pequeñitas, dolorosas y frágiles -como una película francesa-: ahí Ya no te hago falta, un himno sencillo que dispara solo.

Sen Senra se encoge de hombros cuando se le pregunta quién es: sonríe mucho. “Una persona de Galicia, de Vigo de toda la vida… del 95”, y se vuelve a reír como disculpándose por su juventud. “Ahora supuestamente soy un artista, eso dicen algunos… yo no sé”. Cuenta el chaval, colocándose un cigarro en la boca -el primero de varios-, que empezó a “enredar” con la música “desde chiquito en el barrio”, hasta que dejó el instituto el día que encontró el valor para acercarse a sus padres y decirles que quería hacer un disco. “Fliparon, claro. ¿Qué dice este?… Pero confiaron en mí, y estoy agradecido que flipas con el apoyo que me dieron. Grabé un disco por cien pavos, lo pegué yo todo. Era Permanent Vacation”. Y corría el año 2016.

Componiendo en Vallecas

¿Es autodidacta? “Yo creo que es intuición y curiosidad, sobre todo. Allí en Vigo teníamos un local de ensayo, iba con los colegas… la guitarra es lo que más me representa y tal, pero también la batería. Estar allí, dar palos, hasta poco a poco ir pillando ritmo y gusto. El gusto es importante: yo creo que fue un poco así. Hice el disco, salió guay, nos fuimos de gira, hicimos bastantes bolos con la banda”, recuerda. “Fuimos creciendo y creciendo. Todo con la música, no estudié nada más ni nada”. Fue un alumbramiento de esos. De “ya está, lo tengo claro, me la juego toda a una”.

Dice que escucha todo tipo de música y que no tiene grandes mitos. “Cuando algo me gusta, me gusta, y ya está, no puedo explicarlo bien, es como con el amor”, apunta. Sí que se reconoce adepto al cine de Wong Kar Wai. Ojo a Deseando amar o a Fallen Angels. Se vino a Madrid cargado de demos y pruebas y se instaló en un piso pequeñito del Puente de Vallecas para volverse loco durante mil horas hasta dar con el sonido en el que se encontrase él mismo. “Quería decir: ‘hostia, esto soy yo, tío’. Y de repente me vi reflejado ahí de verdad. El disco lo hice con Anxo, de Novedades Carminha. Estuvimos muchísimo tiempo dándole vueltas, todo el puto rato juntos. Era la persona con la que más hablaba”, ríe. “Fue fácil, porque compartimos muchos gustos”.

En ese cuartito de Vallecas vivió muchos estadios mentales y también experimentó mucha soledad. Es la sensación de la que habla la foto de portada del disco. “Todo en un cuarto muy enano… pero creo que gracias a eso también ha salido algo muy puro. Al principio lo pasaba mal, fue duro estar allí solo, todas las noches, pensando ¿qué hago aquí? No entendía nada. Me acuerdo de que Ya no te hago falta salió a las tres de la mañana, con todo a oscuras, y yo con la guitarrita...”, y toca unas cuerdas invisibles con los dedos. “Después me fui soltando, afortunadamente”.

De qué hablamos cuando hablamos de amor

¿Es cierto eso que dicen de que hay que venirse a Madrid para desarrollar trayectorias creativas? ¿Encontró obstáculos en Vigo? ¿Por qué este centralismo? “No sé si es así, pero es verdad que aquí en Madrid recibo muchísimos más estímulos por todos lados. Tanto en mi vida personal como a la hora de conocer a gente interesada en la cultura, en el cine, en la música… gente con la que comparto interés artístico y me inspiran. Es estimulante y aquí todo me sirve para inspirarme”.

Sen Senra siempre habla de amor. “Me mola abrirme a él y dejar que me sorprenda también, ¿sabes? No me interesa conocerlo demasiado tampoco. Quiero que siga siendo un misterio, así es súper divertido”. Pero también le canta al amor propio, “el más difícil de conseguir”: “Lo canto en ‘a quien te quiera, quiérelo más’. Hay que ponerlo en práctica, que a veces se nos olvida. Cuidarnos”.

No escribe canciones con nombres y apellidos porque aspira a que sean “mundiales”. ¿Cree que es cierto que los artistas, cuando son monógamos o tienen pareja, componen peor o que se reducen las posibilidades de creación? “Quizá cuando yo estaba emparejado me relajaba más...”, reconoce. “Ahora no tengo novia, pero si tuviera le haría un tema seguro. Es verdad lo que tú dices: parecía que nuestra generación era como más de sexo esporádico y así, pero todos somos más románticos de lo que creemos. Es la debilidad de todos. Ahí estás cuando te pones blandito, y te abrazas y es como ‘eh’...”. Y sonríe otra vez. 

Montárselo con poco

Piensa que a la gente de su edad le preocupa “el futuro incierto”, pero a la vez se muestra esperanzado porque no hace falta ser rico para crear algo valioso. “Ahora con una tarjeta de sonido y un ordenador puedes hacer milagros. Yo este disco, como te decía, lo hice en Vallecas y en sitios precarios y primitivos a saco, no nos fuimos a un estudio en Nueva York… luego sí le metimos guitarras grabadas, etc. Pero hoy día puedes hacer un discazo icónico de la nada, muchos de nuestra generación graban en casa”, señala. “Yo se lo decía a colegas míos de Vigo, que me decían que estaban ahorrando para un estudio y tal… ‘tío, olvídate del estudio, coge el teclado que se te da de puta madre y grábalo con una voz guapa y vamos palante’. No hay que cambiar eso, porque, además, nos representa. No tenemos un puto duro. Si suena chiquitito, que suene chiquitito. Me gusta mucho así”.

Oye, ¿y qué pasa si se hace rico con esto? “Pues seguramente le pasaría pasta a mis padres para que no curren y yo intentaría seguir viviendo tranquilo. No quiero una vida de lujo ni nada. Si a lo mejor tengo más pasta me haría un vídeo con más recursos, más currado, con ciertas ideas que ahora no puedo permitirme… jugaría con eso en el aspecto artístico. Y viviría más cómodo. Poco más”. Va la última. ¿A quién haría ministro de Cultura? “A Carlangas, de Novedades Carminha”.