La colaboración musical de Rosalía con Ozuna, bautizada como Yo x Ti, Tu x Mi, acumulaba sólo 24 horas después de su lanzamiento casi diez millones de visualizaciones. Superaba así al videoclip de la artista catalana que más rápido alcanzó el millón de clics, es decir, Con altura, su trabajo con J. Balvin. Un milagro de la viralidad. Instagram ardía. Tendencia en España, en México, en Argentina, en Inglaterra. Los titulares de los medios sentenciaban “hit”: “Rosalía lo ha vuelto a hacer”. Pero lo cierto es que en este verano infestado de colaboraciones de corte latino, es probable que el tema que nos ocupa no haya estado a la altura del hype. El ritmo no invita al baile, la letra a ratos es gutural. No es exactamente una canción de amor ni una canción de ego. Mezcla la simbología de “colgando del cuello los juguetes, rodeaos’ de flores y billetes” con “se me para el cora’ sólo con mirarte”. No es clara en intención y tampoco funciona intuitivamente. 

Pero, ¿cómo se reconoce la calidad de una canción: existen realmente criterios objetivos? ¿Por qué los artistas han renunciado a la trascendencia musical; es decir, a hilvanar canciones eternas o, si no es mucho pedir, que no mueran a los diez días? ¿Por qué el usuario medio cede al fast-food de la industria y celebra sobremanera la estética mientras se olvida de la música?

El crítico musical y periodista de Vozpópuli Víctor Lenore cuenta a El Español que “es difícil explicar por qué una canción es floja”: “Precisamente, el estilo Yo x ti, Tu x mi es difícil de hacer, porque es una especie de medio tiempo lentito. Rosalía ha escogido bien, porque Ozuna es muy bueno en este tipo de canciones, pero ésta les ha salido mala”, chasquea. “Encima el algoritmo de Youtube te pone Criminal al lado y no hay comparación. Es un petardo de canción. La escuchas y te das cuenta de lo mala que es esta”. Dice Lenore que le llama la atención el verso de “somos dos cantantes como los de antes, el respeto en boletos y diamantes”: “Es curioso porque Rosalía no vende muchas entradas, o aún no lo sabemos. Su estrategia comercial es ir a petar los festivales, y es una estrategia legítima, pero no puede presumir de que vende entradas. Con este disco no ha hecho conciertos en España”.

La panorámica lo muestra: el de Colón fue gratuito -promocionado por Red Bull- y más adelante llegó la época festivales. Mad Cool, Primavera Sound, BBK. “Es difícil encontrar un concierto mínimamente relevante de Rosalía en el que se haya tenido que pagar. El año pasado fue a la Bienal de Flamenco, donde pagan caché”, repasa Lenore. “Manuel Carrasco sí puede decir que ha llenado el Wanda, pero ella aún no está preparada para decir ‘pagaríais 50 pavos por verme y llenáis el Wanda’”. Al crítico tampoco le apasionó Con altura: “Era fallida. Rosalía está en otro mundo diferente al de Ozuna y Balvin. Ella hace algo más parecido a Selena Gómez o Ariana Grande. Hace Disneytón. Reguetón Disney. Pero el reguetón no es un género limpio: es sucio, habla de sexo y de pensamientos oscuros y retorcidos que tenemos en la cabeza. Por eso sus canciones tienen menos pegada, porque intenta hacerlas limpias”.

No es música, es imagen

Señala Lenore que el producto de Rosalía “no está centrado en la música, sino en la imagen”: “Cuando la vi en el Madcool sentí que no era un concierto, sino la grabación de una gala de televisión. En un concierto de Romeo Santos, todo el mundo baila de la primera canción a la última. Con Rosalía la gente saca el móvil para grabarla. Ella no canta para la gente que está delante, sino para los que la van a ver desde las pantallas; y eso lo hace muy bien”, reconoce. “Llevo viendo a El Guincho 10 o 12 años y jamás le había visto tan aburrido como manejando las bases de Rosalía. De hecho, una se le escapó y ella lo miró como diciendo… ‘pasas totalmente’. Claro. Es que alguien a quien le guste la música se tiene que aburrir en ese escenario”.

En resumen, Lenore apunta que Rosalía triunfa por el efecto videoclip y por su capacidad para dirigirse a grandes públicos, “pero si ponen Yo x ti, Tu x mi a las dos de la mañana en una discoteca donde antes han puesto clásicos del reguetón, aprovechas para irte a la barra a por una copa”. “Ella maneja bien la química de la excitación, la de avisar unos días, unas horas antes de un lanzamiento… pero manejar la química de la pista de baile es mucho más difícil”.

Canciones previsibles

El periodista musical Manuel de Lorenzo, a este respecto, se refiere a un estudio del CSIC que analizó en 2012 casi medio millón de canciones publicadas desde 1955 y que reflejaba una “creciente pérdida de la calidad en la música”: “Entre los diferentes parámetros objetivos de calidad que existen para determinar la calidad de la música que se hace en un determinado periodo de tiempo -y cómo evoluciona ésta-, se encuentran las transiciones entre grupos de notas. Me explico: dado un determinado grupo de notas en una armonía, se puede intentar predecir cuál será la transición posterior, cuál será el grupo de notas siguiente, hacia dónde avanzará la canción. De entre todas las transiciones posibles, hay algunas que se repiten más o menos. Lo que reflejaba este estudio es que a medida que van pasando los años, en la música se van reduciendo el número de transiciones que se utilizan. Cada vez se utilizan menos transiciones”, señala.

“Las canciones, por lo tanto, cada vez son más previsibles. Cada año es más fácil que un ordenador pueda predecir hacia dónde va una canción a partir de un momento determinado de su armonía. Cogiendo una determinada estrofa, hoy es más sencillo adivinar qué acordes van a sonar después de lo que lo era hace unos años. Es pura estadística. Las canciones son cada vez más repetitivas. Más iguales entre sí”, apunta De Lorenzo. “Simplificándolo, y relacionándolo con la literatura: si las transiciones de grupos de notas fuesen palabras, cada vez se estarían utilizando menos palabras. En la música cada vez se están utilizando menos palabras (musicales)”. El periodista señala que cada vez los temas son “menos ricos en matices, menos sorprendentes, menos originales”.

Canciones que mueren rápido

Sostiene que “ya da igual la riqueza de una canción”: “Me comentaba alguien que trabaja en una discográfica que ahora ya no se busca el mérito creativo. Se buscan muchas otras cosas. Por ejemplo, la industria entiende que una canción de Rosalía nos va a gustar por defecto, porque ya no valoramos lo mismo que valorábamos antes”, detalla. “Ahora lo importante es fichar a alguien que tenga un alto potencial viral. Importa el aspecto, también. La industria no tiene nada que ver ya con la música, ni con la cultura, sino con el entretenimiento. No obstante, sigue habiendo grupos que hacen las cosas muy bien, como Cupido, por ejemplo”.

A su juicio, Yo x ti, Tú x mi “no tiene nada”: “Nada de nada, a ningún nivel. Ni lírico, ni rítmico, ni melódico, ni armónico. Es la hostia de mala. Está absolutamente vacía. Aquí la música es lo último. Pero han conseguido que llegue el hype, luego el vídeo y la estética, con el rollito que tiene. Pero no hay canción”, reflexiona. “Y esto en el cine, por ejemplo, no pasa. Ni en otras disciplinas artísticas. Lo de crear un hype y olvidar todo lo demás”.

Hay algo más: "Ahora la esperanza de vida de las canciones es de apenas semanas. Antes un hit duraba un año entero. Sonaba durante meses. Ahora la industria se puede permitir sacar canciones de mierda porque dentro de cuatro días ya está la siguiente en el mercado y la anterior ya se ha olvidado", indica. "Además del hecho de que nos hemos acostumbrado a que un buen tema sea un tema de aprobado (porque ya casi no hay notables y sobresalientes, ya que lo de menos es ya la calidad de las canciones) esto de la música de usar y tirar también creo que es básico para entender qué está pasando".

La burbuja de los festivales

Adrián Vogel -con dilatada experiencia en distintos puestos de A&R, marketing, ventas y dirección general en CBS/Sony, Polygram, BMG, Gong, Compadres, Edel, DMM Music y Nuevos Medios, en Madrid, Nueva York y París- cree que el problema es que Rosalía “ya no está en el mundo musical, sino en el de las celebrities”: “Se nos ha vendido la moto del talento y de la innovación… pero todo esto es música comercial. Que está bien, eh. Hay mucha inversión ahí puesta. Ella ha entendido bien las reglas del juego del mercado pop, donde las cifras que se manejan son las visualizaciones en Youtube y las reproducciones en Spotify. Vale: por eso le da tanta importancia al vídeo”, comenta.

“También engañan mucho sobre sus éxitos: aún no ha triunfado fuera de España, pero nos venden que sí. Tampoco ha vendido discos. Es algo fácil de demostrar y no tiene mucho sentido insistir en eso. Cuentan que es cabeza de cartel y es mentira. Ha actuado en festivales grandes, como el Coachella, sí, pero ni siquiera ha estado en los escenarios principales. Lo que ella ha conseguido ya es importante… pero las Hinds sí han tocado en EEUU en escenarios principales, y eso no se cuenta”.

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