Le hubiera gustado escribir una canción del verano como La tortura, de Shakira y Alejandro Sanz: pero no anda nada desencaminado. Hoy, a sus 28 años, ya es el artista español con más éxito en Europa. Dice que admira a Phil Collins, a Juanes, a Elton John, a Carlos Santana, a John Mayer, a Coldplay. Tuvo una época intensa de Linkin Park. Habla español, catalán, alemán, francés e inglés. Viaja por Francia y Alemania como si fuesen parte de su barrio, porque es un creador sin límites geográficos. Del amor sabe que hiere; de los radicalismos, que separan. 

A Álvaro Soler (Barcelona, 1991), España se lo puso difícil al principio -qué extraño que nuestra tierra ponga trabas al talento-. Fue en Italia donde su hechizo estalló enseguida, como le ocurrió a Jarabe de Palo. Ahora también es profeta aquí y su fórmula no tiene fallo: son canciones transmisoras de buen rollo, de alegría porque sí; canciones de comunidad y de verano, de seducción y de amores primerizos. Ahí su mítica Sofía, pero también La Cintura, Loca o La Libertad.

Lo cierto es que sus himnos suenan como él mismo, quien, frente a esta cerveza con limón en una terraza de julio, habla con paz infinita en tiempos polarizados, agitados y faltones. Habla como si todo fuese a ir bien. Y parece que empieza el verano.

Estudiaste Diseño Industrial. Justo antes de empezar en la música, he leído que ibas a aceptar unas prácticas por 600 euros…

Bueno, 600. 200 o 300, más bien. Muy poco. Creo que gracias a la crisis económica dije “¿sabes qué?, pues voy a hacer música, porque el curro está tan mal y el desempleo en la juventud es tan brutal...”. Por suerte estamos saliendo, creo. Mi generación tuvo mala suerte, pero bueno, creo que al final fue bien porque somos gente muy activa: nos tuvimos que buscar la vida de alguna manera porque sí y había que salir de ahí. No tenemos miedo de cambiar o de lanzarnos a la piscina. Es lo que siento yo con toda la generación de amigos que tengo. Sí que fue un momento clave, porque fue cuando dije: ¿cuánto me dan por currar de esto, prácticas, tal…? Casi nada, vale. Bien. No puedo hacer música si hago todo eso todo el día, así que prefiero hacer música y ganarme la vida con curros de azafatos, chófer o lo que sea. 

Al final si trabajas dos semanas vas a sacar 200 euros también. Decidí hacer eso, currar en otras cosas al principio para ir sobreviviendo, porque me lo pagaba todo yo, y cuando ahorré dije bueno, ahora voy a hacer música dos años, y si al cabo de dos años no me sale esto, lo dejo. Pero al cabo de año y medio empezó a tirar la música que hacía y podía pagarme el alquiler. Dije “¡ojo!, esto mola”, seguí la pista a eso y por los idiomas me fui a escribir con gente a Austria, a Berlín… abrí las puertas. Noté que Barcelona estaba muy cerrado a todo eso, no conocía a nadie que escribiese… tenía unos cuantos amigos que lo hacían y tal, pero necesitábamos más gente para ver reacciones. Porque ya sabes, la familia siempre te dice que todo está bien. Eso es lo complicado del mundo creativo, que nunca tiene ultimátums de estos de decir “no, ahora te han dicho que no, pero oye...”. Estamos educados en creer que si nos dicen que no, no nos hundamos y sigamos adelante. Pero hay un momento en el que tienes que escuchar. La cosa es saber elegir qué “no” es el que hay que escuchar y cuáles “no”, no.  

Grabaste en Berlín. ¿Qué pegas encontraste en España? ¿Por qué a veces parece, tristemente, que España pone trabas al desarrollo de la cultura cuando aquí hay tantísimo talento?

En mi caso, al estar fuera o al haber empezado desde el extranjero, siento esto de “ah, tú estás como más fuera”… es como raro eso. Tener que irte fuera para volver fuerte es un poco triste, pero es lo que hay. Ha ido así y si es la única manera… mira, oye, pues estoy agradecido. El problema es que muchas veces aquí no hay los medios o no se sabe cómo hacer, y en mi caso gracias al alemán pude salir afuera, hay mucha gente de mi colegio que han acabado trabajando en Alemania porque les pagaban el doble por el mismo curro. El doble es muchísimo. Y el alquiler aquí cuesta igual que en Berlín, no es que sea más barato. El problema es de oportunidades, sí, pero está ligado a la economía. Bueno, en definitiva lo de salir es algo que muchos hemos tenido que hacer, pero yo estoy feliz de tener mi éxito también aquí en España, porque me hace sentir en casa y es que como se está aquí no se está en ningún lado. Echo de menos España cuando estoy en Alemania, bastante.

Álvaro Soler. Silvia P. Cabeza.

¿Qué es la libertad para Álvaro Soler?

Pues es algo que damos por hecho en Europa, yo creo, pero es algo que no todo el mundo tiene y sobre todo que no todo el mundo debería dar por hecho. Un ejemplo: cuando fui a grabar el vídeo en Cuba… es un sitio precioso, pero a la vez también es muy triste, y cuando ves cómo funciona la logística, la infraestructura… no tienen libertad para nada. Es otro tipo de país. Cuba es un caso aparte, porque para mí es un poco una isla experimento donde han puesto esas condiciones y a ver qué pasa con la gente, y a ver cómo reacciona la humanidad. Pero igual que Venezuela últimamente. O España y Cataluña, eh, que ha sido una época dura… yo creo que tenemos que dar gracias por la libertad que tenemos, por poder viajar por Europa sin pedir visado para irte a Francia o Italia… es muy práctico, es una pasada. Y no sólo eso: libertad de expresión. En los Países Árabes las mujeres no tienen libertad. Cuando yo me voy a Tokio, mi madre tuvo que abrir una cuenta de banco con la firma de mi padre, si no no podía. Estamos en una época muy moderna y a la vez muy atrasada.

También es cierto que en España está empezando a desarrollarse el fenómeno de la autocensura. Quizá por la polarización de las redes, por el histrionismo… ¿cómo lo vives como creador?

Bueno, creo que cualquier movimiento que quiera dar un mensaje tiene que hacer ruido, y la libertad de expresión sí que la tenemos. Aquí nos vamos más allá. Es una situación más compleja porque como hay esa libertad de expresión, puedes hacerlo. Surgen problemas o situaciones con las que lidiar. Por ejemplo: ¿te has ido muy lejos? ¿Cuánto es lo correcto? Pasa mucho con el tema de la igualdad. Yo intento ser lo más respetuoso posible… y defiendo la unión entre todos, no la separación ni los extremos. Igual el haber vivido tanto fuera me ha abierto así la mente. En Berlín, por ejemplo, viví en un barrio que era más turco que alemán, ¡y no pasa nada! Si la gente se adapta, no pasa nada. No hay que tener prejuicios. Para mí, muchas cosas en las redes se exageran, mucha gente vive atada a instagram y todo lo que aparece ahí es “la verdad”, cuando es al revés… bueno. Hay que saber de qué fuentes coges la información y cómo creértela.

Álvaro Soler.

¿Cómo valoras el machismo en el mundo de la música? Se ha señalado durante mucho tiempo al reguetón pero al hacer una segunda lectura se han encontrado grandes canciones de pop también machistas. 

Creo que hay que saber analizarlo bien, porque también se dijo que La cintura era una canción machista, y dije “pf… qué tontería”. No sé si borraron el artículo después. Pero cuando se llega a esos extremos ya no se puede tomar nada en serio. Obviamente, La cintura no es una canción machista. En la parte latinoamericana hay textos de otro estilo, el reguetón habla de situaciones…

Más lúbricas, más sexuales.

Sí. Más sexuales, pero ellos allí lo ven como un jugueteo. De hecho hay muchas mujeres que hablan de lo mismo, y dices: “¿Cómo puede ser que en Instagram defiendas a la mujer y luego cantas una cosa que no tiene nada que ver…?”. Se contradicen un poco. No sé, yo tengo muy clara mi posición y creo que hay que analizar las cosas bien antes de dar opinión. En mi caso, mi entorno es muy sano y toda la gente que conozco que hace música la hace desde el respeto. Cualquier otra cosa la ves venir.

Álvaro Soler. Silvia P. Cabeza.

También dijiste que no harías reguetón.

Sí, pero igual que no haría música clásica, porque no sé. Si me ves, además, tú piensas: “Este pavo cómo va a hacer reguetón, no le pega ni con cola, ni loco”. No vengo ahí con mis cadenas… es como un estilo de vida, a ver a dónde llega el futuro de la gente joven si todo el mundo quiere ser como Bad Bunny, ¿no? Son épocas también. Cuando Nirvana todo el mundo era más rockero, tal, pelos largos… no sé. A ver cómo sigue. 

Es cierto que hablas con mucha alegría y que en tus canciones está eso, pero, ¿dónde están tus oscuridades? ¿Cuáles son las cosas que te entristecen o te preocupan?

Pues mira… mi estilo de vida ha cambiado mucho respecto a cómo era antes. Rutina no tengo… ver a mis amigos es difícil. Mi lado oscuro es más bien ver el Whatsapp y leer cómo dicen “oye, ¿birra a las cinco?” y yo “yo no llego, no estoy… y no voy a volver en una semana o en un mes”. Ese es el lado oscuro de todo esto. La parte de los viajes, de dormir poco, de estar todo el rato dando vueltas… estar rodeado de gente pero…

¿Sin raíces?

Sí. Eso es lo que suele pasar. En mi álbum hay una canción que se llama Niño perdido y representa estos momentos. Es un mundo que no he vivido nunca antes, y tampoco nadie de mi familia tiene nada que ver con la música… lo único que puedo hacer es seguir mis pasos y usar la educación que me han dado mis padres, que es el mejor equipaje que puedo llevar. 

Álvaro Soler. Silvia P. Cabeza.

¿Cuánto influye la belleza y el poder de instagram en los nuevos músicos? 

Sí, yo creo que el mundo de la música se ha visto influenciado por el mundo de los instagramer, gente básicamente que vive de lo que proyecta ahí. Yo también me he visto afectado. Al principio tenía una idea clara de lo que era instagram, dices “vale, esto es nuevo, vamos a usarlo bien”. Y yo creo que es necesario ese contacto con la gente, que es bueno estar cerca de los fans… pero no te puedes obsesionar porque no puedes contestar a todo el mundo… en fin, son procesos. En eso voy avanzando. A mí me da pena que se piense que lo que pone la gente es la realidad, porque muchas veces no es así. La gente piensa “ah, nos está dando feedback de su vida personal”… pero en realidad no meto nada muy personal, no meto a mi madre ni a mi padre, por ejemplo. Hay que ir reflexionando, porque si no te puedes perder.

La mitomanía puede ser un poco pérfida, ¿no?

Sí, total. La gente puede volverse adicta. El problema es cuando instagram es también tu herramienta de trabajo y es más difícil decir “venga, me borro instagram”. No hace falta irse tan lejos igual, ¿no? Mi hermana lo hizo. Ella no es personaje público pero me pareció genial que lo hiciera. Estamos todo el día metidos en las historias para matar el tiempo… y es una tontería.

Naciste en Cataluña. ¿Cómo valoras la situación del independentismo? Siendo tú, además, tan internacional. 

Es lo que canto: que es el mismo sol lo que para mí es importante. Obviamente está bien sentirte catalán, yo también soy catalán, aún sin ser independentista… yo pienso que estamos viéndolo de una manera muy cerrada, tanto España como Cataluña. El problema no es que uno lo haya hecho mal, sino que lo han hecho mal los dos, y eso da rabia, ¿no? Dices “joder”. Estamos todos enmedio… a mí me ha pasado de meterme en un taxi o en un Cabify y de repente el conductor ponerse a largar y a largar sobre Cataluña, aun sin decirle yo que era de Barcelona. “Yo nunca iría a Barcelona, es una mierda, tal...”. Y dije “bua, mejor paso de meterme en este tema porque vamos a acabar mal”. Pero a la gente le iría bien salir un poco más de donde viven, ver cosas y luego volver a casa. 

¿Qué sabes del amor hoy que no sabías con 18 años?

Já… que se pasa muy mal (risas). Y que se pasa muy bien, también. Yo diría que puede pasar de todo. Que es la cosa más bonita del mundo. Y es lo que al final te va a dar la estabilidad. 

¿Y a quién harías ministro o ministra de cultura? 

A Rozalén. Es muy guay. Tiene mucho arte en todo lo que hace y entiende muy bien qué es la cultura. No sólo la música, sino todo tipo de arte. La admiro mucho. ¡Y es buena persona, encima…! Y trabaja siempre con el respeto, que al final es lo más importante.