Javier Krahe no cenaba porque no le daba tiempo: cuando estaba en Zahara de los Atunes se recorría la costa de bar en bar hasta que llegaba a uno llamado La Ballena y ya en ese anclaba, sobre todo porque no había más garitos -en ese último se acababa la Tierra-. Era una de sus formas de ocuparse del mar. Allá se sentaba con su gesto severo, como un chamán recibiendo a los parroquianos, e iba regalando perlas de sabiduría y sorna, verdades ácidas de cuervo ingenuo. A sus amigos les tiraba piropos peculiares, como “me gusta que estés en los sitios” o “tú eres el que mejor hace las cosas mal” -estos fueron para Wyoming-. La gente se reía, pero él hablaba en serio.

Creía que la prisa no era elegante. Así que para honrar los tiempos pausados de aquel hombre al que le bastaba vivir al sol en bolas y regarse a sí mismo con la manguera del jardín, sus compadres lanzan La sonrisa de Krahe, un homenaje tardío a un genio raro. Se trata del disco que recoge el concierto donde le cantan Sabina, Fernando Anguita, Quequé, Dani Flaco, Javier Ruibal, El Gran Wyoming, Pablo Carbonell, Eva Hache y otros camaradas.

“Krahe era una persona sabia en el sentido occidental y en el oriental. Quiero decir: le acompañaba la erudición, pero, además, sabía exactamente en cada momento lo que había que hacer. Lo sabía exacta y puntualmente. Si estaba cagando, estaba cagando. Era puntilloso. Él tenía el pensamiento decantado”, ha explicado Wyoming en la presentación en la Sala Galileo. Dice que no acepta su muerte: cuando llega el verano y le piensa,  cuando va a Cádiz y ve que no llega, de repente se le ocurre que ese año Krahe llegará en agosto.

El maestro de Sabina

“Cuando más feliz he sido y cuando más éxito he tenido sin ninguna duda fue en los años de La Mandrágora que compartí con Krahe”, ha recordado Joaquín Sabina. “Me acuerdo de los viajes que hicimos juntos en un cuatro latas que aguantó varias vueltas a España hasta que se paró un día en mitad de Guadarrama, con un frío del copón. Javier se bajó y vio que dos cables se habían separado. Los pegó con un chicle y el coche aguantó justo hasta la puerta de su casa”. Cuenta el poeta que siempre ha necesitado maestros. “He necesitado de gente más sabia que yo, más decente que yo. Sin él me siento huérfano. A solas en casa, repasando su canción póstuma, se me planta un lagrimón. No es que Krahe fuera vanidoso, es que era el mejor y él lo sabía”. 

Homenaje a Krahe. EFE.

Aquí el poema que le ha dedicado: “Lo quise tanto que lo odiaba a veces / porque era tan mejor que me borraba, / multiplicó mis panes y mis peces / y temprano acabó lo que se daba. / Me quedé con el ruido, él con las nueces / yo con el mal menor, él con las bravas, / ambos contra la gola de los jueces / hasta en el diccionario cuecen habas. / Ejercí de escudero de su arte / él me trataba como al pijoaparte /amaba ser Caín si yo era Abel. / Cada cual a su forma y a su modo / compartimos buñueles contra nodos / nunca tendré un compadre como él”.

Canción póstuma

Es Sabina el encargado de entonar la canción póstuma de Krahe, llamada Coplas patéticas: se trata de la carta amarga de un viejo solitario que recuerda a sus antiguos amores y aún guarda el recato de tratarlas de usted, como bellezas lejanas, distantes. Los años han pasado y el anciano anda cargado de mala conciencia por las hembras fascinantes que dejó escapar.

Sabina en el homenaje a Krahe.

“Ayer brasas, hoy, cenizas, estos labios recorrieron vuestra piel, y en sus penas movedizas, verso a verso sucumbieron: es cruel”, reza la letra. Se refiere a sus pasiones desvanecidas: doña Blanca, doña Elvira y doña Sol. “Con ojos claros serenos, doña Blanca me decía te querré para siempre por lo menos, y así fue hasta que un día no lo fue. Con ojos fieros y oscuros, doña Elvira me gritaba su pasión y sus reproches más duros cuando ya no le hechizaba mi canción”. Quizá el mejor verso es el dedicado a doña Sol, “la que tantos madrigales me inspiró: ‘¡Busca otra que te rime!’, y dijo ‘sois todos iguales: yo, yo, yo’”. 

Krahe político

Cualquier tiempo pasado fue mujer, decía el bueno de Krahe, como quien pone un crucifijo al horno, como quien escupe al primer gobierno de la democracia vestido de indio. ¿Qué sería de ese Javier que ejerció de raspa en el ojo profesional en medio del actual panorama político? Sus amigos creen que diría lo de siempre: “¡No tenéis razón!”. “Estamos entrando en el terreno pantanoso de lo políticamente correcto, hay un retroceso en la libertad de expresión”, sostiene Sabina. “La libertad de expresión se la gana uno a pulso. Nosotros hemos cantado, hemos opinado lo que nos ha dado la gana siempre, con Franco y con la democracia, y no nos gustan mucho los manifiestos. Yo sólo puedo decir: viva la libertad de expresión. Abajo lo políticamente correcto”.

La presencia del cantautor en este acto es especialmente significativa, porque sucede ocho meses después de que cancelase su gira Lo niego todo. No le quedaba otra que hacerlo por su amigo. Como el propio Sabina dice, "Krahe era un lujo que este país no se merece".