En la portada del nuevo disco de Rubén Pozo, Habrá que vivir, hay una señora enjuta y vestida de flores que se aferra al mundo en forma de copa de cerveza. Es la abuela del músico, que tiene 103 años -hermosa y resistente como una reliquia- y ya apenas recuerda nada, pero bien que le late la pulsión hacia los vasos de cebada, como un cordón umbilical que dura más de un siglo. Habrá que vivir, porque no queda más remedio, aunque vivir a veces sea como madrugar para ir al colegio. Tiene el sentido heroico. Y también el triste, qué le hacemos.

Portada de Rubén Pozo. Habrá que vivir.

Rubén Pozo no es ya el ex de Pereza. No desde Lo que más, desde Invierno, desde Chavalita, desde aquella Chica de la curva y ese Por eso se hace. No desde el rosario de joyitas que lleva tres discos pariendo con delirio y amargura. Aquí un hombre libre con zarcillo en el lóbulo, flaco y férreo en el ring. Carga rock’n’roll hasta en la saliva, el niño de talento ineludible. Trae verdades antiguas, se sacude las correcciones y suda la dignidad musical con la que muchos sueñan. Con ustedes, Rubencito Feroz.  

¿Un menú de canciones de Habrá que vivir?

Bueno, el orden del disco… empieza súper rock con Caperucita feroz y Habrá que vivir, y llega la noche y entra Guitarra española, que está hecha con guitarras españolas pero no a lo flamenquito, sino más rollo en el barrio cuando eres chaval y empiezas a tocar con guitarras españolas. Después, cuando puedes, te compras la eléctrica y tal.

¿Cómo es el paso de la española a la eléctrica?

Todo el mundo empieza con una española. Para mí es un homenaje a los guitarristas, pero no sólo a los españoles: Keith Richards empezó con una española, Hendrix empezaría con una española… no sé, es lo que los padres le compran al chaval cuando dicen “bueno, ahora le ha dado por la guitarra y pasado mañana será por la bici”, yo qué sé. Y bueno, si tuviera que decir yo cuáles son mis preferidas: Guitarra española es una, Algo que decirle al mundo y Santa Rita.

¿Por qué Habrá que vivir y por qué no nos hemos tirado aún a una alcantarilla?

Bueno, yo hablo para mí, luego cada uno lo entiende como entiende. Para mí es “habrá que vivir” porque queda como “venga, ánimo”, pero en el “habrá” hay un poco de imperativo. Algo de “jo”, es como “habrá que ir”, no me apetece una mierda esto, pero “habrá que...”. Tiene el doble juego ese. Y la canción también, la canción es “paso de esta mierda” (risas), pero hay que joderse, habrá que vivir. Textualmente en la canción para mí es un “habrá que vivir obligado”, un “qué putada”, un “habrá que ir al cole aunque no quieras”.

Hay que levantarse por las mañanas y saludar”.

(Ríe). Sí, sí, sí.

Pero a pesar de los pesares, al final no abandonamos, ¿no? El suicidio es una opción.

Suicidarse ya ha pasado… (risas). Hombre, eso… pasados los 27, se te ha ido el tren del suicidio. Ya aunque sea por los demás, ¿sabes? Por el follón. No, hostia, y “le encontró ahí su madre, su hijo, en el baño, tal...”. No estamos ya para esos shocks.

Cuéntame la historia de Caperucita.

Caperucita es un broncazo conyugal tan grande que la vecina llama a la policía y viene la policía y es, no sé, ganas mías de hacer daño, de decir “tienes la regla y se te pira la olla”. No es nada políticamente correcto, y yo por tanto vengo pensando que no voy a decir lo de la regla…

¿Por qué no? Deberíamos poder hablar de todo. Además, es interesante el cambio de rol de Caperucita, que era la víctima tradicional de los cuentos y ahora se vuelve loba feroz. De repente la mujer saca lo peor, que eso lo tenemos todos los seres humanos.

Lo de la regla son ganas de hacer daño, la verdad. Es un rock’n’roll y para mí tiene que picar, si no no es un rock’n’roll. Lo digo esto con cuidado por toda la onda que hay con la lucha de la mujer y todo esto, sé que no es nada políticamente correcto. Nadie me ha dicho nada, creo que, en general, porque no se ha enterado nadie (risas).

¿Estamos recortando el arte con tanta corrección política? Parece que ya no podemos hablar de celos, ni de pasión, ni de relaciones tormentosas… Ahora parece que todo tiene que ser plácido.

Yo creo que en el arte, o como lo quieras llamar, (en lo que hago nunca me sale la palabra arte), creo que hay gente que porque tiene un mal día o porque le apetece meter caña… pues va por todas, y yo pienso que cuando vemos una película sobre nazis nadie dice “el director es nazi”. Yo qué sé, y todo el rato “no, mira, esto” o “mira lo que dice éste”. Por ejemplo, cuando estás follando dices cosas… y puedes ser una tía súper combativa, muy arriba con la mujer, pero igual te apetecen frases, no sé, de sometimiento. O al revés: puedes ser un político inglés de rodillas con un collar. Son juegos sexuales. Como con Los Ronaldos, la de Sí, sí. Dicen que es una canción de violación. No, tío, sólo está hablando de estar cachondo. Coque está muy cachondo ahí. Si crees otra cosa, es que no has entendido la canción. Creo que cada uno tiene que decir lo que quiera, y el que se pique, ajos come.

El problema es que la corrección política en la ficción (en el arte) puede llegar al extremo de que hablemos todo el rato del mundo que debería ser y no del que es.

Sí. Mira, ahora se dice mucho que si las películas de Hollywood, que cada vez hay menos historias, que cada vez hay menos guiones y cada vez más efectos especiales… ¿sabes lo que pasa? Hacen pases antes de sacar la peli en los que van cinco señoras, cinco chavales, cinco de un palo, cinco de otro palo… y “¿qué te ha gustado?”. Eso cambia finales de películas, echa a personajes. Te dice la señora: “¿Por qué muere ella al final?”. Y lo cambian. Claro que las pelis de Hollywood ya no cuentan nada, claro: es que las hace la gente. Es mi teoría. Pero tú tienes que poner algo y si pica que pique, para eso está el arte también, para despertar conciencias, para hacerte pensar, para que te cabrees, está bien… pero ¿prohibir? Prohibir tratar temas en el arte es fascista. Prohibir, prohibimos matar a alguien y cosas así, pero esto es el juego del arte. Si te despierta cosas, es que está bien hecho.

Llámame brisa es No tan deprisa, de Sabina. Le hiciste música y letra. A propósito de Sabina, ¿cómo vamos en España de ídolos, por qué seguimos teniendo los mismos que en la Transición? Y para cuándo el recambio generacional.

Bueno, es que Sabina es mucho Sabina. Si de repente ahora hubiera caído como en el olvido, me parecería una injusticia para el gran arte (risas). Fíjate que he dicho lo del arte y ahora no paro de decirlo. Es de los grandes compositores de canción española. “Porque una casa sin ti es una oficina”, eso está guay, esa la entiendes, pero “un teléfono ardiendo en la cabina”, ésa es la poesía ya. Es “hostia”. Pues Llámame brisa habla de J. J. Cale. En el verano de 2013, yo estaba de veraneo con Benjamín Prado en Rota y ahí al lado está Sabina, Almudena Grandes… todos veranean ahí. Se acababa de morir J. J. Cale y yo sé que a Joaquín le gusta que te cagas, y se la solté: “Habrá que hacerle una canción”. Y estuvimos dos tardes sin guitarras, con un folio. Yo estaba emocionado de la vida. A seis manos, compartiendo frases… soltamos dos estrofas y un estribillo que no quedó del todo redondo.

Rubén Pozo.

Me gusta el verso de “Cámbiame el clima”.

Sí, también hace referencia a una canción de J. J. Cale. Yo he tenido mucha suerte respecto a la música porque mi padre no es de los que los domingos volvíamos de donde sea con el carrusel, y en el coche, cuando era niño, sonaba J.J. Cale. A mi padre le flipaba. A los dos días, al llegar a Madrid, hice la música, la maqueta, el tirón… se la envié y “qué guay”. Nos olvidamos todos de la movida, Leiva produce el disco de Sabina y me piden la maqueta y sacaron esa cosa, que está de puta madre, pero se me quedó la espinita de la primera versión. Yo quería un disco de diez canciones, pero la compañía me dijo “se hace un poco corto”, así que como no me salía ninguna más, porque hice las diez y dije lo que tenía que decir, pues dije “igual puedo coger ésta y hacer la primera versión que tenía de esta canción, hacer una tercera estrofa”… Les llamé y les dije que iba a hacer esto, me dijeron que todo bien y digo, bueno, pues igual que Los secretos tienen Ojos de gata y Joaquín la de Y nos dieron las diez.

Duele decirlo, pero me gusta casi más Ojos de gata. Quizá por ese final de “me vuelvo vulgar al bajarme de cada escenario”.

Sí, mola que no se la folla, el Urquijo. La utiliza como almohada. “Va contando por ahí que me emborraché...”. Eso es como “no esperábamos menos de ti, Urquijo”. Está de puta madre. Pero me gusta cómo se la folla Joaquín y todo lo del banco hispanoamericano…

Eso de “Sé que no lo soñé” es perfecto.

Sí, y porque soy más Sabino que de Los Secretos, pero con ellos no tengo tampoco sombreros bastantes que quitarme. Bueno, pues ésta de Llámame brisa la metí, y también la de Pop para niñas, que la tenía en el baúl desde hace diez años o así, y no hace mucho, estando en un concierto, la toqué, y la banda decía: “Pero, ¿y esta cosa?, joder, qué guay”.

Sabes que de Sabina dijeron que la canción de Contigo reproducía roles machistas.

Sí, volvemos a lo de antes. Aquí cada uno escribe lo que quiere y cada uno entiende lo que quiere. La ley prohíbe cosas, ¿vale? Y yo a veces quiero matar a alguien, y la ley me lo prohíbe, pero que me lo prohíba no quiere decir que yo no lo piense y que no pueda hacer una canción encendida diciendo que te quiero matar. Porque tengo esa sensación. No lo voy a hacer. Es un ejemplo, pero mira La mataré, de Loquillo, ellos se han justificado… Sabino Méndez, quien la compuso, que me encanta… Sabina y Sabino, los dos. Siempre se han justificado diciendo que pillaron un poco el tono de las letras de los gitanos de los ochenta, de Los Chichos, Los Chunguitos… todos estos que son así muy posesivos. E hizo una letra en ese plan. “La mataré” no se puede hacer, pero se puede decir. ¡Es una canción!

¿Cuántos desamores valen una canción?

Bueno, puedes exprimir ahí la cosa bastante y tal… según. Yo creo que la buena es la primera. Luego dices eso de “he hecho más porque no lo he superado del todo”. Vale, pero en la primera está lo fuerte, aún está fresco, todavía sale el chorro de la vena. Luego, al tiempo, el cadáver está podrido pero bueno, quedarán resquemores, más mitigados… Escribir es hacer terapia.

¿Cuántos cigarrillos se tarda en parir una buena canción?

Já… pues uno o un millón. Hay canciones que salen muy rápido y hay otras que incluso las sacas y dices “nunca la terminé, tío, nunca di con este...”. La de Invierno, de Lo que más, tenía las estrofas desde el 2002, o las dos primeras… pero después dije “voy a hablar de un tipo que ha matado a su mujer”.

Rubén Pozo presenta Habrá que vivir. Sony Music.

Cuando dices que vuelves a casa de tu madre siempre pienso que esta vida es un mal sueño...”.

Sí. Eso ya lo hice años después. No estuve años cada día… te olvidas de ella, pero después vuelves.

¿Dónde la guardas ese tiempo?

Tengo cuadernos. Hay canciones que te salen porque te tienen que salir, pero si te dedicas a esto tienes que componer, e igual te faltan tres para acabar un disco… y, como decía Serrat, “te tiene que pillar trabajando la inspiración”. Yo empiezo a tocar y a veces sucede, a veces no. Yo hago mucho lo de ponerme a escribir “estoy aquí escribiendo”, y fecha… de repente, sale una frase. Algo rima sin querer. Hay una cuarteta. Puedo tirar de aquí. Pasan cosas. O un cigarrillo o un millón. Yo creo que las buenas son las que salen con un cigarrillo. Caperucita feroz es de un cigarrillo y Santa Rita tiene un huevo de cigarros. E incluso cambié un par de frases antes de grabar.

¿Te imaginas? Poner en la carátula del disco, aparte de la duración de la canción, cuántos cigarrillos ha costado componerla.

Está bien, está bien. En el rock pasan cosas… la canción más famosa de Black Sabbath, Paranoid, es un relleno. Tenían ocho canciones o las que fueran para un disco, estaban súper contentos con todo, y el productor les dijo “chicos, esto es muy corto, haced algo”. Pim, pim. Me leí la biografía de Ozzy Osbourne, que me encantó, sin ser gran fan entonces… ahora sí, a raíz de haberle leído, me encanta el pavo y todo. ¡Es una casualidad! Entre dos aguas, de Paco de Lucía, una de sus canciones más famosas, es lo mismo: es el productor diciendo “esto es muy corto, Paco, improvisad algo”. Improvisar algo es Entre dos aguas. El otro con los bongos… no hubo ni ensayo. En el rock pasa mucho eso.

¿Te consideras un obrero del rock?

(Ríe). De la vida. Supongo que cualquiera que esté en esto lo es. Y tú de la palabra. Cualquiera que lleva años haciendo una cosa se vuelve un poco obrero de ello, y no está mal. Supongo que con todo lo genio que era Picasso también era un obrero ahí, de la pintura. Y tiene esto de “se llama obra”. Obra de obrero.

Y, ¿cómo se sobrevive en un mundo tan complicado como es la música? ¿También hay problemas para llegar a fin de mes como en el resto de oficios? ¿Qué tipo de malabares se hacen?

Bueno, pues es echarle cojoncillos y pa’lante, claro. Aquí en la música no hay finiquitos, no hay “me han echado”. Hay que tirar. No hay nada de “es que esto ha sido injusto”… ya, pues te jodes. La vida es dura, yo qué sé. Obreros de la vida somos todos. Oye, hace poco escuché algo de Serrat, con toda esta que montó, y decía una frase que me gustó mucho: “La vida no te la regalan”. Y yo había oído siempre lo contrario y estaba tan feliz de haberlo escuchado. Ah, la vida es un regalo, tal. Y de repente, alguien que dice: no, la vida no es un regalo, hay que pagarla y la vas a acabar pagando. Hay momentos buenos, pero sí es verdad que esto no va de rositas, ni siquiera uno que ha nacido y vive de las rentas. Tendrá sus depres. Tendrá la cuchilla de afeitar… (risas).

He visto en un concierto tuyo que agradecías mucho el apoyo de Girando por salas.

Es que esa gira, en el concierto de Málaga, fue con Girando por salas.

Rubén Pozo presenta Habrá que vivir. Sony Music.

En ese sentido quería preguntarte sobre los apoyos que necesita un músico para seguir en el camino. Y si tuviéramos una varita mágica directa al Ministerio de Cultura, qué sería lo primero que pedirías.

Pues Girando por salas es la primera ayuda que recibo en esto de la música de algo Estatal, ¿sabes? Tú pagaste un poco y yo.

Me alegro de haber pagado para eso.

(Risas). En lo que a mí respecta, es la primera vez. Me pagan a los músicos, el transporte, los hoteles, y ellos se llevan un porcentaje de la caja, de los tickets, y nos dejan a nosotros otro porcentaje. Alguien se mosqueará: “joder, estos putos vagos drogadictos”… va de esto el mundo. Unos dicen algo, otros reaccionan a ese algo.

Estamos enfadados.

Sí, es un buen resumen de la actualidad. Estamos enfadados.

Entre guitarra española y bandera española, ¿qué te gusta más?

No, no, soy mucho más de guitarra española que de la bandera. Yo no soy de banderas, a pesar de que en Llámame brisa -que es la primera canción del primer disco de J. J. Cale, Call me the breeze- decimos “cose mi estrella en tu bandera de desertor”. Siempre me ha rechinado, porque yo, banderas… no por nada, joder, es que igual no tengo tiempo para explicarme en esto. Las banderas ahora salen y tal… tanto de unas como de otras, catalanas estas de independencia y españolas. Molaría que también salieran cuando los desahucios, cuando tenemos que pagar la deuda de los bancos. La guitarra española, como españoles, es lo más internacional que tenemos. Jimmy Hendrix empezó con la española, no con un ukelele americano, yo qué sé.

Además, antes de nacer la guitarra española, parece ser que el modelo lo crearon dos luthiers como en el siglo XVII, igual me estoy equivocando en algún dato, pero va por ahí. Eran de Huelva, e hicieron un modelo que se podía transportar, que era barato… porque antes la guitarra era una cosa como de palacio. Una cosa que pesaba mucho, que tenía mucho oro, muchos adornos, que era sólo para gente que estaba en palacio, que había tenido acceso a cierta cultura, a que le enseñaran a tocar. La guitarra española es igual pero para todo el mundo. Realmente tengo guitarras chulísimas y en las que me he gastado una pasta de puta madre, pero me di cuenta un día que al final hago todas las canciones con la guitarra española que me regaló mi madre con 13 años por aprobar la EGB, porque iba a repetir y tal (risas). 12.000 pelas, costó. Con ella he compuesto casi todas mis canciones porque es la que tengo en el sofá, porque es la que no me importa que se caiga, o que le caiga café, o que la pille alguien…

No es un artefacto de lujo, sino algo más casero.

Claro, las guays las tengo cuidaditas en la funda, son las que me llevo por ahí… pero ésta es la que me da casi toda las canciones.

¿A quién harías ministro de Cultura?

Independientemente de que quiera o no, ¿no? (Risas). Por las últimas cosas y porque lo tengo reciente, Serrat. Serrat ahí, aunque no creo que quisiera, y me gustaría también que no quisiera, dicho esto. Si la peña dice “Queremos que sea Serrat” y él dice “no me contéis rollos”, pues mejor.

Rubén Pozo presenta Habrá que vivir. Sony Music.