Si España fuera un anuncio en idealista: “A reformar. Grandes posibilidades”. Qué país, es un chollo pendiente de sanear, alicatar, echar abajo la distribución y la decoración de hace 40 años y con las tripas descompuestas. Barato, a la espera de una reforma integral que haga de este apartamento un lugar habitable antes del desahucio. A los inquilinos de España les gusta apegarse a los estamentos caducados y estériles de cuando se hizo España. Por ejemplo, la SGAE.

¿Qué es más difícil reformar la SGAE o la Constitución? Responde Josele Santiago (Madrid, 1965): “Hay que demoler la SGAE de arriba abajo, no hay otra. Hay que hacer lo mismo que con el país, y hacerlo cuanto antes. Pero ya. Es más fácil reformar la Constitución que la SGAE”. Josele publica Transilvania (Altafonte), su quinto disco en solitario tras militar en Los Enemigos hasta 2004. “Regenerar la SGAE es imposible, porque cuantos más derechos generas, más poder tienes. Las leyes y los estatutos los están haciendo quienes más derechos tienen. Por ahí no hay manera”.

Josele dice que en esa casa hay un par de vecinos que se niegan a reformar nada y que la música tampoco puede cambiar nada. “El músico sólo puede poner un granito de arena, no puede cambiar el sistema. Además, la capacidad de fagocitación del sistema es alucinante. Se ha tragado hasta el punk. Sí podemos ayudar a todos los demás”. Lo dice el músico que compuso contra los desahucios. “La política de este hombre [Mariano Rajoy] es la antipolítica. Era previsible este desastre, porque es un desastre”, cuenta. “Es una lástima la falta de entendimiento, porque esto es un asunto de testosterona. Una riña de patio de colegio”.

Josele Santiago no quiere que la música sea un reflejo de la realidad. Álex Rademakers

“Ya ves, las camisetas de los Ramones se venden en el Zara. Esto está muy bien montado”. ¿Y una de Josele en Zara para cuándo? “No llegará ese día, porque no tengo logo. Pero igual de Los Enemigos sí, que el logo es muy chulo”. Pero, ¿cómo te lo tomarías? “Me da que mal. No me gustaría”.

A vida o muerte

Transilvania arranca con un canto a la libertad y al precio que hay que pagar por alcanzarla. Se titula Guardia CivilNo es gratuita. El peaje es caro, pero al compositor le ha compensado. Es una apuesta y le salió bien. Porque lo que quería era carretera y manta. Conciertos y furgoneta. Todavía sigue ilusionado con ello. Está satisfecho con haber hecho de su apuesta su oficio. “Al apostar debemos dejar algo de lado”. Sólo a doble o nada. Garantías cero.

Es un disco cabreado con dulzura. Y sin estilos para considerar las canciones islas. Sin partir del traje, sólo melodía y letra. Que pase la prueba de la guitarra acústica. Siempre hay una historia escondida en sus canciones. “Aportar a la realidad, más que reflejarla”. Piensa que un artista no tiene ninguna obligación con la realidad, que su postura social o su compromiso con la causa general no es imprescindible. Pero ahora está confuso, porque la realidad se incluye tanto en la vida privada y en los sentimientos “no quedan más cojones que hablar de la realidad que se cuela por nuestras ventanas”. Es lo que toca. “El arte debe ser libre”. ¿Y tiene responsabilidades? “Joder… la única responsabilidad que tiene el arte es conmover”.

Le molesta que la música en este país sea algo que acompaña, que se escucha de fondo. Que está ahí, como una banda sonora. Un plato secundario que, además, no se sabe gestionar. “Hemos llegado a una perversión tal, que las salas te cobran por tocar”. Y volvemos a la SGAE: los principales perjudicados son los propios autores. Aborrece a los aprovechados de la rueda y valora la intervención pública de la empresa. Una nacionalización “con cuidado”, porque “puede llegar a ser mucho peor”. “Ten en cuenta que la “e” de SGAE, antes, era de “España”. Ahora es de “Editores”, que es lo mismo que decir Sindicatos de Obreros del Metal y Patrones. Es una contradicción en sí mismo y por ahí llega la perversión”. Contra los enemigos de la música: ilusión. “Esto va de ilusión. Sin ella no vas a ningún lado”.