U2.

En 1965, para evitar tener que desplazarse a todos los programas de televisión y promocionar sus discos en persona, a los Beatles se les ocurrió realizar grabaciones de sí mismos interpretando un single como si estuviesen en directo y enviar esos vídeos a las diferentes cadenas estadounidenses y británicas. Nacía así el videoclip como principal herramienta promocional de la industria musical. Dieciséis años más tarde, convertido ya en un género en sí mismo, se creaba a su alrededor un canal temático de televisión, MTV, que por vez primera emitía contenidos musicales las 24 horas del día. La promoción del lanzamiento de un disco pasaba por publicar un single unas semanas antes y colocar su correspondiente vídeo en MTV. Si tu canción no salía en MTV, no existías.

La irrupción de internet y, especialmente, de las plataformas de reproducción de música y vídeo en streaming dio al traste con el paradigma. A los nuevos consumidores no se les podía pastorear mediante cadenas y programas de música porque ni siquiera veían la tele. Publicar un single semanas antes a modo de reclamo también carecía de sentido ya que, en cuanto salía el disco, lo escuchaban gratis igualmente en internet sin necesidad de comprarlo. El modelo, por tanto, había cambiado, pero nadie sabía muy bien cuál era el nuevo modelo.

En la actualidad, y gracias a los acuerdos entre las discográficas y las plataformas de streaming —resultaron no ser tan enemigas—, el polvo por fin parece ir asentándose. Los nuevos grupos, sintiéndose muy cómodos en el terreno digital, encuentran fórmulas novedosas de promoción que se superan semana a semana. Los sellos buscan alianzas con los demás actores del mercado. La música en directo y sus nuevos formatos se imponen al sistema tradicional de giras. Todo forma parte de una nueva estructura tan viva, trepidante, interconectada y cambiante que las viejas glorias del rock y el pop no terminan de engancharse al vagón de cola. Su actitud recuerda a aquellas tardes en las que el director del colegio bajaba al patio a confraternizar con los chavales sin darse cuenta de que todo en su conducta y su lenguaje, queriendo ser uno más de la pandilla, chirriaba.

La canción de la promoción

La semana pasada, el miércoles 30 de agosto, los irlandeses U2 publicaban un adelanto de su nuevo disco, Songs of Experience. Aclararon en las redes sociales que no se trataba de un single de presentación, ya que el single se publicará el mismo día que el álbum, este 6 de septiembre. Se trataba, más bien, de una canción que lanzaban una semana antes para ir promocionando el disco. O lo que es lo mismo, un single de presentación. Con su videoclip y todo. Lo llamen ellos como lo llamen.

El método elegido no fue precisamente rompedor: lanzaron la canción a través de su página de Facebook. Esto podía haber resultado muy transgresor hace seis o siete años, en la prehistoria, pero a día de hoy no es muy distinto a lo que propone la inmensa mayoría de bandas, tengan o no tengan los posibles de Bono y compañía. A muchos le habrá parecido decepcionante, pero al menos este sistema, a pesar de su modestia, les garantiza conservar cierta dignidad. Algo que no les viene nada mal a los de Dublín después del fiasco del disco Songs of Innocence, cuya publicación se realizó en 2014 mediante descarga automática, obligatoria y sin previo aviso en los dispositivos de 500 millones de usuarios de iTunes, provocando que muchos presentasen reclamaciones porque el disco no se podía eliminar. Quisieron ser tan innovadores que hicieron el ridículo.

El método elegido no fue precisamente rompedor: lanzaron la canción a través de su página de Facebook. Esto podía haber resultado muy transgresor hace seis o siete años, en la prehistoria

A U2 les está ocurriendo lo que le ocurría al viejo Brooks en Cadena Perpetua cuando salía de la prisión de Shawshank después de más de treinta años y no entendía cómo funcionaba el mundo. Quieren integrarse en una vanguardia que los repele y en la que, cuanto mayor es el esfuerzo que realizan por encajar en ella, menos encajan. Procuran no quedarse quietos, seguir peleando, pero no se dan cuenta de que lo único que conseguirán así es terminar sepultados bajo las arenas movedizas de la modernidad.

El videoclip es más de lo mismo. Quiere presentar a unos U2 actuales, renovados, tocando en club para una legión de chavales saltando en el foso, pero no deja de ser el mismo falso directo que representaban los Beatles en 1965. Nada nuevo bajo el sol. De la canción tampoco se puede decir gran cosa. La crítica ya afila sus dagas para lo que viene el día 6 y arremete contra la pobreza creativa de un adelanto, The Blackout, que pasará sin pena ni gloria por la historia de los singles promocionales —es lo que es, se venda o no por separado— de U2.

El rechazo de crítica (y jóvenes)

En cualquier caso, la dureza con la que algunos críticos están juzgando The Blackout no deja de resultar llamativa. Si el éxito depende de las expectativas, cabe preguntarse qué diablos se esperaban algunos de una banda que lleva diecisiete años en clara decadencia. Tres años después de aquel desastre llamado Pop, en el año 2000 consiguieron remontar el vuelo con el álbum All That You Can't Leave Behind, en el que había un puñado de buenos singles: Beautiful Day, Stuck in a Moment You Can't Get out of, Elevation y Walk On.

Pero a partir de ahí, el declive es palmario. De estos últimos diecisiete años, cualquiera puede mencionar el título de algún single de Bruno Mars, Coldplay, Beyoncé, Taylor Swift y otras estrellas del pop, pero dudo que el público recuerde el nombre de alguna canción del ‘Songs of Innocence’ (2014), ‘No Line on the Horizon’ (2009) o ‘How to Dismantle an Atomic Bomb’ (2004), salvo Vertigo y porque a muchos les hizo gracia aquello de “unos, dos tres, catorce”.

De estos últimos diecisiete años, cualquiera puede mencionar el título de algún single de Bruno Mars, Coldplay, Beyoncé, Taylor Swift y otras estrellas del pop, pero dudo que el público recuerde el nombre de alguna canción del ‘Songs of Innocence'

A la gente joven no le interesa U2. No deberían seguir intentando captar a ese público. Para los chavales de dieciocho años, U2 no son más que zombies. Y los que ya no son tan jóvenes, siguen esperando que U2 vuelva a publicar ‘The Joshua Tree’, del que se cumplen treinta años. Y eso ya no va a suceder. La crítica se lleva las manos a la cabeza cuando U2 reaparece con un single mediocre cuando lo normal, a la vista de los acontecimientos, es que reaparezcan con un single mediocre. Lo extraño sería que fuesen capaces de volver a escribir algo al nivel de Where the Streets Have No Name. O de Sunday Bloody Sunday, que abría el disco ‘War’ en 1983. Aquellos U2 se quedaron atrapados para siempre en el ‘Achtung Baby’.

Algunos como Springsteen no necesitan aparentar ser modernos. Siguen adelante publicando buenos discos y su público se lo agradece —’High Hopes’, su último álbum, fue número uno en medio planeta en 2014—. Otros como R.E.M. supieron ponerle fin al grupo a tiempo. Al final de la formidable escena que Frank Darabont le dedica al viejo Brooks en Cadena Perpetua, éste regresa a la pensión en la que estaba hospedado, graba la frase “Brooks estuvo aquí” en una viga con una navaja y toma la decisión de no seguir formando parte de un mundo en el que no es capaz de encajar.

Tal vez eso sea lo que les sucede a Bono, The Edge, Adam Clayton, y Larry Mullen Jr. Que no se dan cuenta de que ya no encajan. Pero por el bien de su grupo y su trayectoria, deberían ir pensando en echar el cierre antes de hundirse aún más. Ojalá ‘Songs of Experience’ me cierre la boca pasado mañana. Pero, sinceramente, lo dudo mucho.