Berlín

Las cabinas de teléfono tienen sus días contados. Caídas en desuso en toda Europa – el Eurobarómetro indicaba en 2014 que hasta el 88% de los encuestados a lo largo del 'viejo continente' no las usaba –, las cabinas telefónicas son arrancadas del paisaje urbano en el que crecieron hace décadas. Habrá nostálgicos a los que disguste este desmantelamiento, pero en Berlín, ese proceso sirve en bandeja a Benjamin Uphues la base para el producto estrella de este empresario alemán. Se trata de las Teledisko, o sea, cabinas de teléfono convertidas en discotecas personales.

Pasamos media hora allí, y vivimos un momento muy chulo

Uphues, un treintañero natural de la localidad bávara de Gräfenberg, afincado en la capital germana, es uno de esos empresarios “hecho a sí mismo”. Dice formarse todavía “en la universidad de la vida”. Precisamente, la idea de las Teledisko -las discotecas más pequeñas del mundo- surge de diferentes experiencias vitales. “Crear esta discoteca viene de diferentes experiencias, por ejemplo, aquí en Berlín hay un restaurante, el Toca Rouge, que está bien para ir a comer, pero el baño es extremadamente pequeño, tiene luces y música, eso me ayudó a crear las Teledisko”, cuenta Uphues.

“Otra experiencia ocurrió en una London Decompression”, añade, aludiendo a los célebres after del festival Burning Man, que se celebra anualmente en el desierto de Nevada (Estados Unidos). Hace un par de años, en la fiesta londinense, Uphues acabó en una pequeña jaula situada en una pista de baile apretado con una decena de desconocidos. “Pasamos media hora allí, y vivimos un momento muy chulo, fue muy inspirador”, apunta este joven, que se presenta como “rey de la fiesta”. Literalmente.

Nunca cierra

Para él, “estar de fiesta es lo más divertido”. Sin embargo, a Uphues le parece que a Berlín, con fama internacional por su atractiva vida nocturna, le falta “euforia”. Esa sensación es la que tiende a desatarse en el reducido espacio de las Teledisko, cuya superficie no supera los 0,25 metros cuadrados. Para ver los efectos de la euforia basta con mirar las caras de Tobias, Max y Fabian, tres chicos que acaban de salir de la Teledisko situada en la zona del Raw-Gelände, unas antiguas instalaciones ferroviarias reconvertida en una de las zonas de ocio alternativo más célebres de Berlín.

Benjamin Uphues disfruta de su invento. S.M.M.

Allí abundan los bares y clubes, pero a las cinco de la tarde, cuando salen de la Teledisko Tobias, Max y Fabien, las mejores discotecas están cerradas. “¡Ha sido genial!, es como una discoteca, no le falta de nada”, dicen al unísono, después de haber desfogado al ritmo de la canción discotequera Oi, del grupo alemán Scooter. “Bueno, sí, para ir al baño hay que salir fuera”, reconocen entre risas estos tres jóvenes. También salen encantados de la Teledisko Karl, Martina y su hijo Jonas, que han estado bailando al ritmo de uno de los temas clásicos del grupo sueco Abba. “Ha estado muy bien, muy divertido”, dice ella.

En las Teledisko se entra bajo el principio del fotomatón: se pagan entre dos y seis euros – es más caro si uno quiere hacerse unas fotos o un video de su paso por la discoteca – para bailar lo que dure un tema elegido para la ocasión. La cabina tiene conexión ha Internet, con lo que el acceso a música es inagotable. Sorry de Justin Bieber y Toxic de Britney Spears es lo que más suena”, dice Benjamin Uphues, quien confiesa tener debilidad por los éxitos de los años noventa.

Invento planetario

Como a toda cabina de teléfono, a las Teledisko se revisan con regularidad para recoger la recaudación y realizar tareas de mantenimiento si fueran necesarias. A la oficina de Uphues le llegan en tiempo real los datos de las cinco Telediskos que ya hay funcionando. Dos de ellas están en Berlín, una en México D.F., y las otras dos son itinerantes. Van a festivales o fiestas de empresas. 

Las Telediskos se han hecho a base de ensayo y error, comprando cosas, instalándolas en la cabina

El próximo otoño se verá una de ellas en Madrid, en el marco del Pop into Berlin, un evento para la promoción de productos originales creados en la capital alemana. Las ofertas para que estos aparatos se instalen en otras ciudades – como Tel-Aviv o París – están llegando de todo el mundo al equipo de Teledisko, compuesto ahora por seis personas, aunque todo comenzó en la cabeza de Uphues, quien se define a sí mismo como un “inventor”.

El invento está dando la vuelta al mundo. S.M.M.

“Las Telediskos se han hecho a base de ensayo y error, comprando cosas, instalándolas en la cabina, construyéndolas, probándolas, desechándolas o dejándolas si funcionan”, mantiene el responsable de las discotecas más pequeñas del mundo. Vistas así, parecen más producto del bricolaje que de una clara estrategia comercial. “Sólo cámaras, creo haber instalado cinco”, recuerda Uphues.

Al final de cada sesión dentro de una Teledisko, si se ha pagado por ello, salen cuatro pequeñas fotos impresas en una imagen de diez por trece centímetros. Si se elige la opción del souvenir en vídeo, éste se envía por e-mail al usuarios que introduzca su dirección de correo electrónico antes de entrar a bailar.

Yo no tengo que preocuparme por la solidez de las Teledisko

Al apretarse en la cabina, los ocupantes, cuyo número ideal es cinco aunque sólo a partir de nueve ya se está ajustado, de acuerdo con las cuentas de Uphues, suelen hacer que la minidiscoteca se agite para todos los lados. “Dentro, el ambiente es de discoteca”, cuenta el empresario, despreocupado sobre la capacidad de resistencia de su infraestructura fiestera. “En su día, los ingenieros de la empresa telefónica alemana ya pensaron suficiente en cómo hacer que la cabina resistiera todo tipo de inclemencias. Yo no tengo que preocuparme por la solidez de las Teledisko, explica Uphues al tiempo que Tobias, Max y Fabian se agotan y desgañitan bailando y cantando el ¡Oi, fucking oi!, de Scooter.

Un limbo fiestero

Este verano las Teledisko cumplen dos años. Después de mucho pensarlo, y de dos meses de trabajo con un programador informático, Uphues dio con la tecla para crear este espacio de ocio personalizado. “La idea es que la Teledisko sea la discoteca de cada uno, donde hacer posible el yo soy la discoteca”, apunta. Esto lo facilita, sin duda, el que el usuario pueda elegir a través de una pequeña pantalla táctil la canción que desee bailar con sus amigos. En el interior hay un mueble con botones para soltar niebla discotequera, coordinar la luz con la música… y sí hay disponible efectos de bola de luces.

Hay también un no sé qué, que hace que sea algo sexi lo de estar bailando en un lugar muy apretado

“Puedes hacer de todo, es como una discoteca”, afirma Karl, el usuario que vino en familia. “Dentro ha pasado de todo, la gente hace tantas cosas como se pueden hacer al aire libre, en plena naturaleza”, apunta en tono sugerente Uphues. “Hay también un no sé qué, que hace que sea algo sexi lo de estar bailando en un lugar muy apretado, con gente estando de fiesta”, asegura Uphues.

Interior de la cabina discotequera. S.M.M.

La mejor forma de comprobarlo es hacer uso de las Teledisko de noche, cuando bulle la actividad en el número 99 de la Revaler Strasse, donde se extiende el Raw-Gelände. En cualquier caso, no a todas las 30.000 cabinas que quedan en Alemania les espera la extinción. Mientras existan Telediskos, algunas de ellas disfrutarán de haber quedado en un limbo fiestero gracias a Uphues y compañía.

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