Anda la Academia de escandalera y no es por la última charlotada de Arturito. La catedral del español no acostumbra a opinar ni a llamar al orden a sus colegiales por “palabras murciégalas y razonamientos lechuzas”, que escribió Quevedo en La culta latiniparla, uno de los capítulos más divertidos de su prosa satírica. Escribe el autor barroco contra el ser redicho, que trata de elevar su discurso con oscuridades y artificios. Los cultivadores de este género reclaman una atención que no se merecen, pero se procuran para no perder foco nunca. A este defecto narcisista, don Francisco lo llamó “Cultigracia”.

Llevar los argumentos al extremo del ridículo para soliviantar a las riadas sociales se parece tanto a la vieja fórmula de especular con el idioma, que acaba explotando en las narices del protagonista. Quevedo se mofó de quienes a las rebanadas de pan llama “planicies”, al queso “cecina de leche”, al echarle unos hielos a la bebida “bebo con armiño del frío” o “con requesones de agua” o “con vidrieras de diciembre”. “Para decir 'Tráeme dos huevos, quita las claras y tráeme las yemas', dirá: 'Tráeme dos globos de la mujer del gallo, quita las no cultas y adereza el remanente pajizo'”.

El problema no es que la mitad de los españoles no entiendan lo que nos quiere decir. Lo chungo es que por primera vez nos van a entender más allá del estribillo

Como bien supo ver el autor del Buscón, no se puede ir por la conversación, las letras y los pensamientos de estos tipos “sin linterna”. La luz no llega a los discursos ampulosos que para no decir “tengo ventosidades”, dirá “tengo eolos o céfiros infectos”. Los pedos académicos suelen enredarse en las telas de los mismos sillones de siempre, pero nadie en la sala los huele. El olor a podrido sólo llega de afuera.

Por eso la Academia se rasga la camisa cuando la canción que representará a España este año, sobre todo cervantino, en Eurovisión la canta “una tal Barei” en inglés. “Por mí no llevaría una sola palabra en español”, replicó la cantante a los académicos que alzaron sus diccionarios indignados contra una decisión que han declarado de “sorprendente estupidez”. Los coros del tema Say Yay -que sonará el 14 de mayo en Estocolmo- serán en nuestro idioma. La Academia, que suele hacer oídos sordos al barro lingüístico de la calle, se ha enfadado. Razón no le faltaba al sabio barroco cuando dijo que el mundo es “sólo trabajo y vanidad”.

La RAEbieta

La RAE se ha preocupado por la cultura popular, porque entienden el idioma como la última trinchera y lamentan el complejo de inferioridad que conduce a adoptar el inglés como atributo de los que mandan. Ser como ellos es ser como Shakespeare. Inconcebible. Verás cuando les traduzcan la letra: “¡Un emprendedor nunca se rinde!/ nunca holgazanean con su destino”. “Me siento viva cuando quiero decir/ que quiero luchar/ no lo arreglaré huyendo./ Vamos, lancemos nuestro grito de guerra./ Eres el que nunca muere”…

La cantante combina el inglés con gotitas de español en los coros: “I feel alive… no voy a caer/ my whole life una y otra vez/ I´m still alive no voy a ceder/ en el intento…/ I feel alive no voy a correr!”. Una canción enfática, de las que animan a superar las crisis, de las que… El problema no es que la mitad de los españoles no entiendan lo que nos quiere decir. Lo chungo es que por primera vez nos van a entender más allá del estribillo. En realidad, mantiene el tonito arriba-los-corazones que perdura desde la rumba patillera del Canta y sé feliz de Peret (1974).

Barei inaugura con lo suyo la Segunda Transición de Eurovisión. Casi 40 años después del Bailemos un vals de José Vélez, que en 1978 se atrevió a enseñar la puntita del francés al estribillo: “Voulez-vous danser avec moi? ¿Quieres que bailemos un vals?/ Na na na na nay na na na... na na na na nay na na na...”. Se coló en el Top Ten. Ya saben.

Ni Vélez ni Peret estudiaron la lengua del bardo en colegios internacionales, ni pensaron en llevar el asunto a los derroteros de la música negra y funk, que es como ella define lo que ha hecho. “No casan con el castellano”.

Si lo que molesta es la lesión contra “el patrimonio cultural nacional”, si el problema es que el cuarto idioma más hablado en el mundo no se escuchará en Eurovisión, si lo que pica es que sea -por joder- cuando se cumplen 400 años de la muerte de Cervantes, no hay mejor noticia que Say Yay sea en inglés.

Y como Barei no perderá el avión a Estocolmo, para la siguiente edición invitemos a la Academia a que su implicación en el proceso creativo sea absoluto. Dado que Eurovisión es un asunto tan sensible para ellos, que RTVE ponga la plataforma al servicio de sus intereses. Imaginemos música para el Poema heroico de las necedades y locuras de Orlando el enamorado, del propio Quevedo: “Diré de aquel cabrón desventurado/ que llamaron Medoro los poetas,/ que a la hermosa consorte de su lado/ siempre la tuvo hirviendo de alcagüetas;/ por quien tanto gabacho abigarrado,/ vendepeines, rosarios, agujetas,/ y amoladores de tijeras, juntos,/ anduvieron a caza de difuntos”. Y si no es posible con funk, que sea con un poco de Peret, por favor.