Hay un libro. Un libro que ha sentado a charlar a Pablo Iglesias y a Juan Luis Cebrián en el Círculo de Bellas Artes un miércoles por la tarde. Hay un libro que es una brecha generacional que sangra, que estorba, que late. Hay un libro que es novela pero no deja de ser retrato sentimental y ensayo político de una España que no se cura de la Transición pero tampoco se atreve a encarar todo lo que debía haber significado el 15-M. Eran punkis pero se quedaron en hippies. Fueron rupturistas pero light.

Hay un libro sobre el que aletea un dictador, ese Franco que ahora exhuman pero hace ya mucho que enturbia el ambiente. Cal viva (Suma), del periodista Daniel Serrano -hermano del célebre cantautor Ismael, con quien compuso auténticos himnos patrios como Papá, cuéntame otra vez- arranca cuando Tristán Díaz, un viejo dirigente socialista, escucha por la televisión una frase que le irrita y que resuena en el Congreso de los Diputados: “Desconfíe usted de quienes tienen las manos manchadas de cal viva”.

La enunció el propio Iglesias, dirigida a Pedro Sánchez, allá por 2016. “Esta es una novela jodida”, reconoce el líder de Podemos en la presentación del libro. “Hay novelas que te rozan, que te arañan y que se te clavan. Ésta se te clava: tiene elementos muy penetrantes. Yo no sé si en España hay una ruptura generacional, aunque se dice que hay familias que han discutido en Nochebuena… por eso del padre que vota al partido socialista y sus hijos a Podemos”. Con todo, Iglesias se muestra “aliviado” personalmente: “Mi padre, como uno de los protagonistas de la novela, fue de extrema izquierda en su juventud, estuvo en la cárcel, fue maoísta, luego se introdujo en el marxismo-leninismo… pero no se hizo nunca del PSOE, ni se compró una casa en Aravaca, ni se hizo fan de Felipe González. Nunca he tenido que discutir con él en Nochebuena”.

Dos generaciones enfrentadas

No le sucedió lo mismo a Ernesto, el vástago de Tristán en la novela, un cuarentón disidente que no le concede legitimidad a las conquistas de la Transición. Las considera, más bien, una chapuza: una manera de claudicar. De arrodillarse ante el sistema y sonreír. A él le duele ese llamado continuismo de las estructuras franquistas. Ese reformismo conformista que nunca fue revolución y que guarda miserias bajo la alfombra. Por eso se enfrenta a su padre. En realidad, lo que está chocando aquí -en la literatura y en la vida- son dos relatos. Dos voces que vienen de la misma sangre pero se enquistan en un conflicto donde, como escribió Gramsci, “lo nuevo no acaba de nacer y lo viejo no acaba de morir”.

Iglesias y Cebrián saludándose. En el centro, el autor, Daniel Serrano. EFE.

Dice Iglesias que Daniel Serrano “tiene mucho valor al poner encima de la mesa cosas que no se pueden decir”: “El título del libro no alude a que Lasa y Zabala fueran enterrados en cal viva. Alude al diputado que le dijo a Felipe González que, bueno, habían sido responsables de terrorismo de Estado y que no estaría mal que pidieran disculpas. ¡Eso es gravísimo en España! No digas esto, no hables de lo otro… puede ser perjudicial en términos electorales. ¿Está este país preparado para asumir la verdad, para asumir determinadas cosas de su propia historia?”.

Cloacas: herencia del franquismo

Aplaude el político la “valentía” del autor de “disputar el relato de los últimos cuarenta años”, el “oficial” sobre lo que supuso la modernización de España. A su juicio, el personaje de Tristán Díaz “no reconoce nada”: “Justifica el GAL, el terrorismo de Estado, la corrupción… hasta el último momento, esa es su manera de resistir y de mantener cierta dignidad”. Recuerda que “hablar de Billy El Niño es grave para la izquierda”: “Hablar de Billy El Niño es sacar las vergüenzas a quien ha gobernado más que nadie en este país y ha permitido que los torturadores vivan a sus anchas, haciéndose ricos y montando empresas de seguridad. O hablar del asesinato de Lucrecia Pérez. En un país como España, decir la verdad es subversivo. Por eso este libro es tan refrescante”.

Cebrián -quien suelta darditos a Iglesias y sonríe al recibirlos- subraya continuamente que él no es militante del PSOE ni de Podemos, pero siente que este libro es “enormemente cruel con la izquierda”: “Hay una frase muy dura, que dice ‘somos una generación que siempre pierde’. Es muy reveladora de los conflictos internos de la izquierda. Cuando veo a IU decir que Carrillo es un socialdemócrata echado a perder por la historia del eurocomunismo… bueno, Carillo era el asesino de Paracuellos. De eso a ser un socialdemócrata de mierda…”, chasquea. “Hay que recordar que la Transición la hicieron la derecha y la izquierda, eso sí. Fue una reconciliación entre vencedores y vencidos”.

Pero Iglesias no está del todo de acuerdo: expresa que “las cloacas” que él mismo ha padecido -esto es, los “aparatos policiales y mediáticos destinados a destruir un partido político”- vienen de una “tradición de torturadores”. En definitiva, apunta el político mirando al escritor, “deberías haber escrito una novela estilo Javier Cercas y estarías en las tertulias… pero has escrito Cal viva”.