Hay un victoria casi poética en que a Donald Trump -ese hombre incapaz de leer más de dos líneas de su propio programa, y al que le agobian, incluso, los Power Point- le haya puesto tan nervioso la publicación de un libro, Fuego y Furia (Península), del periodista Michael Wolff. Aquí el libro, como concepto, a la reconquista del poder. Aquí el libro como artefacto político desestabilizador. El presidente de EEUU ha intentado incluso parar la difusión del tomo, “en una de las demostraciones de totalitarismo más incompetentes de la Historia”, -ríe el autor-, desatando unas ventas de más de un millón de ejemplares en tres días.

Michael Wolff recibe a EL ESPAÑOL un domingo frío y soleado en una habitación del Ritz. El periodista es fresco y deslenguado. Destila hacia Trump una repulsión moderada, con tintes de ternura y humor, y parece haber entendido que su comprensión hacia la figura del presidente debe quedarse en el análisis de un personaje casi de ficción, casi literario: no lo respeta en términos de “líder político”. Cada uno trae sus cargas, sus prejuicios: a Wolff se le ha bautizado como “antropólogo social”, “columnista de cotilleos”, “psicoterapeuta” e incluso “periodista fantasioso”. Es decir: vacila sobre él la sombra de decorar los detalles, de echarle imaginación lírica a la vida -como ya se dijo de Gabriel García Márquez-.

Si se le pregunta por ello, se quita importancia: “No soy un periodista de investigación. Yo veo y escucho. No busco lo oculto ni quiero destapar ningún crimen. Soy escritor: intento coger una experiencia de la que yo he sido testigo y volcarla en la página para que los lectores puedan experimentarla de forma cercana. Quiero darle vida a Trump. Mi forma de periodismo consiste en ‘carácter’”. Eso es darle, con elegancia, la razón a sus detractores. No rebuscó entre los archivos, dice, pero se sintió como “una mosca pegada en la pared” de la Casa Blanca. Hizo más de 200 entrevistas y habló con gran parte del equipo y del círculo cercano de Trump. ¿Hubiese sido posible desmontar a otro presidente con esa relativa facilidad? “No, en la mayoría de las presidencias no habría habido forma. Me aproveché del caos”.

Aquí en España, los periodistas publican a menudo informaciones sobre las corruptelas del Partido Popular, y se le sigue votando. Usted ha publicado Fuego y furia tratando de desmontar a un presidente, que, aunque siempre haya tenido a la prensa en contra incluso en sus tiempos de candidato, salió electo. ¿Puede el periodismo, en 2018, derrocar a un presidente o a un Gobierno? ¿Sirve para algo?

Es una buena pregunta. No. El periodismo no puede derribar a un presidente ni a un Gobierno. Yo creo que participa, juega un rol en el cambio, pero un Gobierno tiene muchos centros de poder involucrados en él, aunque de la mayoría no seamos conscientes. Es este consenso, el de calar en todos esos centros de poder, el que abre un punto de inflexión en las instituciones y personas poderosas. Eso es lo que puede derrocar un Gobierno. El periodismo tiene un papel dentro de este juego, pero es sólo una pieza más.

¿Qué más necesitan saber los ciudadanos americanos para rechazar frontalmente a Trump?

Para mí, una de las cosas más curiosas es que los ciudadanos tienen gran parte de la información. Es extraordinario. Además, a su manera, Trump es totalmente transparente. Sabemos lo que es. Ahora bien, puede que haya que dar un paso más allá. Es transparente porque todos saben que no tiene ropa, es como el emperador con su traje nuevo… así que estamos esperando ese momento compartido de que la percepción se generalice entre la base electoral. Estamos esperando a que todo el mundo, de forma unánime, se ponga en pie y diga: “Dios mío”.

Trump no sabe leer una hoja de balances y es un pésimo negociador, pero, según dice el libro, su fuerte es su personalidad: “Él puede hacer que tú creas”. Es un hombre poco preparado pero que mueve a la gente. ¿Qué tiene Trump de Hitler?

Entiendo la relación, pero en el fondo, no creo que Trump tenga nada de Hitler. No lo veo. Es otro sistema totalmente distinto: Trump no está proponiendo un nuevo tipo de política, porque lo que propone es lo opuesto a la política. La no política. Por lo tanto, por una parte tenemos a una generación desilusionada con los políticos, y por otro lado tenemos a Trump, que no tiene nada en común con los políticos. Fundamentalmente, no le interesa la política. Su temperamento, su capacidad de abordaje y su forma de gestionar cualquier asunto es lo contrario de lo que se supone que un político curtido tiene que hacer para gestionar las cosas. Trump no es el nuevo Hitler porque es un mal político. De alguna forma, su presidencia es un experimento: “Vamos a hacer justo lo contrario de lo que se supone que hay que hacer”.

Su libro ha abierto el debate sobre la salud mental de Trump. Habla de divagaciones, repeticiones, incapacidad de estar centrado… ¿cree usted, después de la información recolectada, que Trump debería estar incapacitado para el puesto?

Claramente es inepto para su puesto según todas las medidas tradicionales. ¿Si lo van a impugnar por eso? No lo sé. Desde luego hay muchas personas que intentan quitarle de su puesto. Supongo que ésta es una de las cosas buenas de la democracia, que cuesta mucho quitarle a un dirigente electo, como Trump, su poder, su puesto, independientemente de lo abiertamente inepto que pueda ser. Ahora bien: existen formas de hacerlo, y éste es el drama que se está desarrollando ahora mismo.

¿Es peligroso que Trump gobierne EEUU? Quiero decir: ¿está realmente enajenado?

No lo sé. Yo sólo puedo contar lo que he visto o lo que me han contado las personas que conviven con él. Estamos en un mundo desconocido… pero sí puedo decir algo: Trump es menos peligroso que George Bush: al menos no nos llevará a la guerra. No lo creo: no tiene la atención ni la capacidad para hacerlo. Aunque también es verdad que este hombre es totalmente impredecible.

¿Cómo se canjea la misoginia de Trump en su trato a Melania?

Trump presenta a Melania como su mujer trofeo. Abiertamente. “Me gustaría que conocieras a mi mujer trofeo”, dice, como si fuera un elogio. Pero encuadra en lo que nosotros entendemos como misoginia.

Cuenta que una de las grandes aficiones de Trump es tener sexo con las esposas de sus amigos. ¿Por qué ahora se asume con naturalidad que el presidente de los EEUU sea infiel y esté abiertamente obsesionado con el sexo, pero 1998 tembló América por el escándalo Lewinsky de Clinton?

Es una pregunta compleja porque abarca muchos cambios culturales que se han dado en este tiempo, pero yo creo que tiene que ver con un aspecto de la personalidad de Trump: su transparencia. Siempre ha sido transparente, nunca se ha vendido a sí mismo como un marido ejemplar ni como un gran padre de familia. Nunca ha dicho que sea leal o fiel, todo lo contrario: se ha presentado a sí mismo como un mujeriego, como un playboy y hasta como un misógino. EEUU perdona las infidelidades de Trump porque va de playboy, no como Clinton.

¿Qué es lo mejor y lo peor de Trump?

Esto de “lo mejor” y “lo peor” ya son cosas muy trumpianas. “Yo soy el más genial”, “tú eres lo peor”… pero la cuestión fundamental de su temperamento es la búsqueda de la gratificación inmediata. Por otro lado, me cuesta pensar en algo bueno, algo que sea halagador para él… sí, quizá esto: cuando quiere, puede ser un buen vendedor.

En el libro dice que, en el fondo, sólo quiere sentirse querido.

Sí. Pero mi interpretación es que quiere ser el centro de atención, no que quiera realmente amor. Quiere atención, quiere ser el centro del mundo, el rey Sol.

Le da mucha importancia a la figura de Ivanka. Explica cómo influye ella en la toma de decisiones… ¿es Ivanka quien gobierna realmente EEUU?

No. Como te decía, él es el dios Sol. No suelta la autoridad. Es caprichoso, volátil, es un tío que quiere lo que quiere cuando y como lo quiere, es el centro de todo y todo el mundo le tiene que hacer caso. Aunque no le interese el debate o el tema en cuestión: exige ser el centro de atención. No es ni remotamente el gobierno de Ivanka, es el gobierno de Trump. Ella no tiene un papel definido. Es la hija del presidente, y va por ahí dando patadas, expresando lo que siente, porque se siente con derecho. Pero no tiene propósito real, no tiene función ni tiene autoridad, más allá de tener una línea directa con su padre. En algún momento la escucha, pero en muchos otros no.

Ella aspira a ser presidenta.

Eso ha expresado, sí, pero todas estas personas… ya sabes, no viven en la realidad.

¿Qué porcentaje de lo que es Trump ha sido creado por Steve Bannon?

Me cuesta decirte un porcentaje, pero Bannon hizo que Trump fuera presidente de EEUU. Yo creo que Steve le ha inculcado la importancia de unos pocos asuntos, pero, aparte de eso, Trump es Trump. Steve ha tenido poca incidencia en quien es. Nadie le está manejando los hilos. Trump no es una marioneta, y si lo es, es un títere que se ha escapado de su dueño.

Pero Trump, según explica el libro, es una pieza más en una estrategia global de Bannon. Él quería abrir ese hueco en la política: dejar entrar al outsider y sentar un precedente.

Sí, Bannon claramente tiene un plan, tiene unos fines y una visión. Y él quería combinar su gran plan con la fase de Donald Trump. Desde luego, Trump elevó a Steve a un puesto de gran poder y eso elevó a Donald Trump a su puesto. Hay una relación simbiótica entre los dos, pero esa relación empezó a desmoronarse casi de inmediato tras su entrada en la Casa Blanca, en parte porque Steve le había creado, porque le había hecho presidente. Trump se vio obligado a rechazarle porque no quiere compartir su gloria con nadie. La falacia fundamental del plan… es que se sustentaba en Donald Trump.

Bannon es otro que se llamaba a sí mismo “presidente Bannon”. ¿Será el próximo?

Bueno, creo que tras la elección de Donald Trump, cualquiera puede ser presidente y no podemos descartarlo. Pero la gran pregunta es si Steve Bannon puede convertirse en el dirigente de estas bases sobre las que se ha apoyado Trump. Steve argumenta que es esta base electoral quien ansía un movimiento populista y nacionalista, y Steve lo representa. Lo ve como un movimiento histórico más grande que Trump, a nivel mundial. Desconozco la respuesta, pero… la presidencia de Bannon es, al menos, una posibilidad.

¿Cómo imagina América al final de la legislatura de Trump? ¿Qué será de ella?

De aquí a tres años me imagino que será igual. Pero se ha abierto en EEUU un debate importante sobre la naturaleza de la política, la naturaleza de clase y de cultura… es un debate furibundo a muchos niveles que va a seguir con o sin Donald Trump.

No cree que Trump pueda generar ningún daño irreversible.

No, no creo que Trump vaya a hacerle un daño irreversible a EEUU. Quiero decir, una de las cosas importantes que hay que saber de Trump es que no es tan eficaz. En realidad, movilizar a un gobierno y hacer que funcione es complejo y precisa de tacto, de visión, de atención… todas esas cosas de las que él carece.

¿Sabe lo que más le ha dolido a Trump de su libro?

(Ríe). Tengo entendido que lo que más le ha dolido ha sido la burla de su hija respecto a su pelo.

¿En serio?

Sí. Eso es lo que me han dicho. Me imagino que un conjunto de cosas… otra de las que más le hiere es la sugerencia de que está limitado a nivel intelectual. Eso de que es estúpido, de que hay candidatos más inteligentes… eso le vuelve loco. Por eso ha salido anunciando que es un genio estable.

¿En qué medida es culpable Obama de la victoria de Trump?

Es culpable… un poco. Podemos crear todo un ecosistema con los motivos por los que Trump se ha hecho con la presidencia. Seguro que Obama y el partido demócrata tienen un papel en todo aquello, pero si Steve Bannon no hubiese aparecido, quizá Trump no estaría aquí. No se sabe. ¿Por qué Trump es presidente?: esa es la pregunta fundamental, pero nadie ha podido responderla.

¿Le preocupa el auge de la extrema derecha?

Sí. Es el movimiento nacionalista y populista, es global. Trump es sólo una expresión pasajera de todo esto. El movimiento es enorme y claro que hay que preocuparse.

¿Cree que la izquierda mundial ha perdido la batalla para siempre?

En política nada parece que sea para siempre. Mi visión es que el problema es que la izquierda mundial ha ganado… pero donde hay un vencedor siempre va a haber una fuerte oposición.