Toda la poesía reunida de Luis Eduardo Aute se resume en un beso. El termómetro de ñoñez acaba de explotar, pero así es la portada de la edición compilada por Espasa, al cuidado de Miguel Munárriz, en un volumen monumental con medio siglo de poemas que asaltan la calle y queman la torre de marfil. Casi 700 páginas en tamaño Páginas Amarillas para recoger la dimensión de la sátira y el cabreo de un músico dulce y un poeta enfurecido.

“Tal vez lo que más me atrajo de su personalidad fue la curiosidad intelectual, una curiosidad que lo condujo sin más al cultivo de la poesía, la música, la pintura, el cine… Podría hablarse de una especie de actitud humanística, sobre todo por lo que tiene de exploración de los resortes que intercomunican a las artes llamadas bellas. Aute es efectivamente una especie de renacentista del siglo XXI”, cuenta José Manuel Caballero Bonald, Premio Cervantes, en la entrada de las sagradas escrituras reunidas.

Enfurecido y ateo con la esperanza de la conversión, libera a sus poemas de las estrofas compuestas al dejar entrar en sus páginas al “animal”. En 1999, con Animal Uno, la idea mata a la retórica mientras la estética descompone la imagen plana de los versos. Las palabras saltan de tamaño, se retuercen sobre el blanco, estrujan las escasas posibilidades tipográficas del papel y se presentan como cartelería indignada contra un mundo atrofiado. “NI VIEJO NI NUEVO ORDEN NINGÚN ORDEN ¡ES UNA ORDEN!”. Juega a lo visual y hace de la tipografía un sueño imposible, o sea, una pesadilla para la industria editorial.

Terapia contra la realidad

“Lo malo / de las verdades como templos / es que, con el tiempo, se convierten / en verdades como puños / y pistolas”. Las imágenes de fuga lírica pierden en la batalla con la realidad, que convierte a Aute en un escritor sin esperanza y lleno de aforismos, que desnudan la estupidez humana y a un país que se presenta sin solución. “Cuando se muere es…/ para toda la vida”, su Curriculum Mortis. Con la poesía se desfoga, es la terapia que le permite componer desde otro punto de vista, mucho menos agrio. Su sátira colérica se camufla en los recreos de las palabras, que suben y bajan hasta componer un sentido del humor poco habitual. Y aunque se le resiste en el fondo, lo cubre con la superficie.

Luis Eduardo Aute, poeta, es salvaje y experimental, apasionado y moralista que llama al ánimo, a la sublevación contra las órdenes, la razón y las imposiciones. Sólo el alma animal es “amortal”, sólo en animal resistente sobrevive: “Perdón por el impermeable / pero habrá que protegerse / de tanto meapilas / y meapelas”.

Arder y gritar

Una poesía en llamas que levanta actas de la sociedad con la que lucha: “Desde los emblemas del erotismo y de la muerte -que constituyen en sí una decisiva dualidad estética- y desde la más compleja mitología sensorial, Aute se ha valido con similar ahínco del humor o la mordacidad para ir buscándole equivalencias verbales a su propia experiencia. El resultado ha sido especialmente revelador”, escribe Caballero Bonald. “Lo más seguro es que Aute no cante nunca estos poemas en la plaza pública. Pero la plaza pública llegará un día a cantar de algún modo estos poemas”.

Son poemas para ser cantados en carteles. Para ser dibujados y levantados en plena indignación. Un grito mudo contra el bienestar de la conciencia. Porque aunque alerte de la muerte y la miseria, Aute decidió no escribir desde el fondo de su tumba, como el resto de los inquilinos de apartamentos de marfil, intocables, indiferentes, ignorados. Aute busca las palabras que arden, las formas que queman, en una indagación a la desesperada para hallar alguna razón de ser (Aute).