Claro que, de un tiempo a esta parte, el concepto de "ladrón" ha difuminado los límites de su propia estética. Ya no se imagina uno al torpe ratero cinematográfico de media estrecha sobre la cara -aplastada la nariz- que maquina un mal golpe. Tampoco al "quinqui" -como se referían al delincuente en las crónicas de su época- de Eleuterio Sánchez, El Lute, trincando sus gallinas y su cobre hasta ambicionar una joyería. Adiós a Robin Hood. En el imaginario popular, la cosa anda ahora entre el carterista -que lleva en la palma de la mano grabado el plano del metro- y el saqueador enchaquetado.

Que el chorizo también viaja en yate y lleva la corbata bien anudada es un matiz que la ciudadanía -a fuerza de dinero público- ha logrado entender. Sin embargo, no deja de ser esperpéntico imaginar a un ladrón robando libros: hasta asalta el pensamiento culpable de que tiene algo de poético. Error: es una práctica tan perniciosa -y habitual- como otra cualquiera. Hay que sacudirse el romanticismo: los libros casi siempre se roban por lucro. Contadas pasiones se mueven aquí.

De Reverte a Dan Brown

Cuenta Ignacio Uvalde, director de la Casa del Libro de Gran Vía, que lo normal es que en su local cacen a un ladrón -con las manos en las páginas- una vez a la semana. "Luego, cuando hacemos el inventario del año, descubrimos gran parte del robo que nos había pasado desapercibido. Una cosa típica, que sí captamos en el día a día, es que quitan las etiquetas que identifican los libros y te las encuentras por ahí arrugadas o tiradas...". Explica Uvalde que hay dos tipos de ladrón: el más habitual es el profesional -"que los revende en El Rastro o en librerías de segunda mano"-; pero también está el que roba para sí mismo, para su deleite: "Los primeros se llevan, sobre todo, bestsellers: mucho Vargas Llosa, mucho Pérez-Reverte, mucho Dan Brown. Los típicos booms de cada momento, cosas que pueden revender muy fácilmente. Es la línea comercial la que más desaparece".

Los primeros se llevan, sobre todo, bestsellers: mucho Vargas Llosa, mucho Pérez-Reverte, mucho Dan Brown. Los típicos booms de cada momento, cosas que pueden revender muy fácilmente

Los segundos -lectores desesperados, tal vez coleccionistas; caprichosos hasta el hurto-, como roban en función de su gusto, hacen llegar a los trabajadores de La Casa del Libro a conclusiones bastante curiosas: "Hay mucho robo en el área de Humanidades, ¿sabes? Mucha Historia. La historia militar gusta bastante. Un hecho llamativo es que nos roban mucho libros de oposiciones a Policía, con la paradoja tremenda que eso supone. Nos hace gracia. También es verdad que son libros caros".

Uvalde recuerda que hace poco descubrieron a alguien que les estaba robando "miles de euros" de forma regular: "Ten en cuenta que hay libros de medicina que valen entre 100 y 150 euros. Esta persona venía siempre a la misma hora y acabamos denunciándole. Es muy evidente cuando el ladrón es reincidente: tienen otra actitud. La mayoría de las veces, las denuncias -con el proceso tan pesado que traen consigo- no merecen la pena, porque sólo incurren en hurto", explica. Jacobo Paniagua, que es el responsable de La Fugitiva, está de acuerdo con Uvalde en los perfiles habituales del ladrón de librerías y en los títulos que suelen preferir: "los más publicitados". Menciona, de nuevo, a Vargas Llosa -"pero no este último, el de Cinco esquinas: el más robado es El sueño del celta"- y a Pérez-Reverte; y añade a Ken Follett como ojito derecho del ratero de estanterías.

Robando a Marx

"Hace poco, pillé a un chico en medio del acto", ríe. "Robando a Cortázar: La vuelta al día en ochenta mundos. Y he visto a una madre mangando con su hija pequeña. Cogiendo para ella un libro en inglés, para niños. He aprendido a no fiarme de nadie: ni de esos jóvenes amables con pinta de intelectuales". Paniagua relata que "una cosa muy cómica" que les pasó fue que les robaron El capital, de Karl Marx: "Es como un poco ridículo, ¿no? También es cierto que el que roba para sí mismo, roba más clásicos, más del rollo Thomas Mann y La montaña mágica". En otra ocasión, observó a un tipo que pasaba demasiado tiempo en su librería y luego se lo encontró revendiendo libros en calle Huertas, "modo top manta": "Además, una cosa que me ofende, partiendo de la base de que robar aquí o allí está igual de mal, es que los que roban lo intentan, sobre todo, en librerías pequeñas. Dudo mucho que la gente se la juegue en la Fnac. Sitios con más seguratas y tal... y me da pena, porque esto es un pequeño comercio, con un trato más personal...".

Fotograma de la película La Bella y la Bestia.

Oscar García, de Cervantes y Compañía, dice que a ellos no les roban "mucho" -"porque nuestros libros no son comerciales y les aburren"-, pero que quien les roba, les roba "por pasión": "Es la rabia que da: me lo cuentan compañeros y lo confirmo. Quien roba aquí podría pagar esos libros, pero lo hace porque, sencillamente, no quiere soltar un duro". Aunque opina, en general, que la gente "tiene conciencia" y ve que "pasamos aquí un montón de horas, y hay veces que nos cuesta cobrar... no es lo mismo que en El Corte Inglés, ¿sabes?". Evoca un choriceo flagrante: una vez les birlaron "en las narices" un tomo muy voluminoso que se erigía en pleno escaparate, Los diarios de Gil de Biedma. Al menos los ladrones, "que eran un grupo de profesionales", tenían buen gusto.

Les gusta la vanguardia

Tanto a Aldo García (Librería Antonio Machado) como a Iñaki Lucía (Alberti) les han firlado ejemplares de El corazón helado, de Almudena Grandes. Otra autora que es carne de cañón. "En la librería del Círculo de Bellas Artes, recuerdo que, el primer día que salió, se llevaron 5 o 6", dibuja García en su memoria. A Lucía han llegado a hacerle el agosto con furgoneta y todo: "El tío se llevó tres libros, recuerdo que tres novedades... y lo seguí hasta el coche y vi que tenía más libros. Iría de librería en librería para venderlos después en El Rastro. El libro que peligra es el superior a 20 euros, de mediano formato y que sea una reciente novedad".

Recuerdo un señor al que pillamos infraganti que se estaba metiendo dos diccionarios de la Real Academia, antiguos, en una mochila. Tuvimos que sacarle a empujones

No hay que olvidarse del ladrón sofisticado, del que busca caviar en páginas. Es el prototipo de caco que frecuenta la librería Arrebato, que abraza ediciones con solera. "Recuerdo un señor al que pillamos infraganti que se estaba metiendo dos diccionarios de la Real Academia, antiguos, en una mochila. Tuvimos que sacarle a empujones". Habla Pepe Olona, el coordinador del local. También les han sustraído libros de la Colección Crisol, de la antigua editorial Aguilar y un tomo de Giorgio Manganelli. "Nos suele robar el lector de novela y quizá algo de poesía... Lo que más se llevan es vanguardia: Verlaine, Whitman, Baudelaire. Kerouac también les gusta: todo esto de la generación beat".

El Corte Inglés prefiere no hacer declaraciones al respecto. Fnac asegura que allí los robos son tan mínimos que ni los consideran: "Nuestras tiendas tienen zonas de confort, espacios dentro del espacio comercial para que nuestros clientes puedan coger un libro e irse ahí a leer. Sabiendo que pueden disfrutar allí del libro, no lo roban". Los responsables de la librería de la Central de Callao sí reconocen que "el ladrón de fondo" lo que más les roba es "ensayo y ciencias sociales"; mientras que el ladrón que busca la reventa opta mucho por Julia Navarro, Pérez-Reverte y Javier Marías. "Es de manual: cuando sacamos una novedad, tenemos que andarnos con ojo durante toda la semana siguiente".

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