Llega a las librerías la antología poética Re-generación (Valparaíso ediciones, 2016), elaborada por el poeta y crítico literario José Luis Morante, y en la que se reúnen poemas de 24 poetas nacidos entre 1980 y 1995. La mayor parte de las antologías poéticas suelen ser como esas fotos de grupo en las que siempre falta alguien y alguien –casi siempre- está de más. ¿Cuáles fueron los criterios de inclusión? “No es una antología de tendencia poética sino una antología generacional, por tanto he recorrido las distintas sendas de la lírica actual a partir de sus nombres más relevantes, atendiendo a su biografía creadora, a su relevancia en la edición y a mis impresiones de lector continuo”, explica Morante a este diario.

La criba se realizó tras la lectura de unos cien autores. ¿Y el título Re-generación? “Es un acierto del editor, Javier Bozalongo, que asumo como propio porque encuadra con criterio la filosofía de mi selección”, dice Morante. En los poetas seleccionados “no hay gregarismo sino cuño personal”. Regeneración, por tanto, más en el sentido de evitar trincheras poéticas que en lo relativo a una nueva expresividad poética o temática.

La nómina de poetas incluidos, como ocurre con casi todas las antologías, podría haber sido otra, pero ofrece una amplia panorámica de la joven poesía española actual. Al igual que sucede con las antologías, también las listas responden inevitablemente a la subjetividad “de las impresiones de lector”. En el siguiente decálogo, se antologan –elección subjetiva, por tanto- algunos de los temas que más aparecen en los poemas incluidos en Re-generación.

1. Deja atrás la infancia. 

Son numerosos los poemas sobre los ritos iniciáticos que todos, en mayor o menor medida, hemos experimentado rumbo a la madurez y que provocan las primeras satisfacciones y también los primeros desengaños. Lo resumen los versos de Elena Medel (1985) con ecos de Gil de Biedma: “Madurar /era esto:/no caer al suelo, chocar contra el suelo, contemplar el /pudrirse de la piel/ igual que un fruto antiguo”. Rodrigo Olay (1989) plantea un juego (con resultado igualmente amargo) entre los deseos de la primera juventud y la realidad que se va imponiendo: “Y peor todavía: /lo que quisiste/ ser. / Ahora, compara”.

2. Constrúyete con materiales (in)nobles.

Tras la constatación del fracaso, llega el momento de construir con los materiales que tengamos a mano. La juventud (y la madurez y la vejez) es eso: no tanto vivir como querríamos sino aprender a vivir como podamos y nos dejen usando lo que tengamos a nuestro alcance. “No conoces el mar, ni el barro, ni los árboles,/pero ya eres un bosque por el que pasa un río”, escribe Fernando Valverde (1980). En el proceso, se trata de descubrir, escribe Pablo Nuñez (1980), “el matiz que diferencia/ lo real de lo incierto, lo terrible del juego”.

3. Vendrá la muerte.

Pocas cosas nos hacen madurar tan de golpe como las primeras muertes de seres queridos. Martha Asunción Alonso (1986) escribe sobre la muerte de su abuelo paterno. Mientras que Alejandra Vanessa (1981) aborda la relación ineludible con nuestra propia muerte: “Y, como no,/como no puedes,/ la muerte dice, tatúa tu pecho, te ama/ la muerte,/la muerte/la muerte,/sin nada que os separe”.

4. ¿Estás seguro de sentir lo que dices sentir?

Uno de los cambios más importantes que puede aportar una nueva generación poética es un modo distinto de relacionarse con la sentimentalidad y con el lenguaje utilizado para expresarla. En este sentido, no se observa en la antología ninguna mirada esencialmente renovadora. Sería absurdo, por otra parte, esperar que cada nueva generación aportase un cambio mayor en este sentido, y menos aún en las primeras obras de juventud. En Re-generación no son pocas las voces que parecen hacerse eco de sentimentalidades y prosodias escuchadas ya demasiadas veces.

No se observa en la antología ninguna mirada esencialmente renovadora respecto al modo de relacionarse con la sentimentalidad y el lenguaje utilizado para expresarla

Hay, sin embargo, algunos indicios de miradas que anuncian caminos menos transitados. Francisco José Martínez Morán (1981) en su poema Intemperie: “Ni aquí ni en ningún sitio vale nada /tu dolor: es inútil, nos molesta. // Debes dejarlo fuera, con los perros”. También reflexiona sobre ello la poeta María Alcantarilla (1983): “Coincidir y distanciarse./ Tomar impulso hacia afuera./ Suprimir los hilos,/ la cordura,/ hasta el aliento./ Vaciarse de dolor para ser algo.”

5. Prueba: y asume o descarta.

Decía un lord inglés que en esta vida hay que probarlo todo (salvo el incesto y los bailes regionales). Rubén Martín Díaz (1980) expresa muy bien ese pálpito explorador: “Si algo te asombra, entra. No declines /estar/ en eso que deseas”. Entregarse, escribe Ben Clark (1984) a “el universo joven y voraz/sobre el cual no tenemos ya control”.

En ocasiones, sin embargo, somos nuestros mayores enemigos: “¿Quién te has creído tú, / egocéntrico, para desear no ser nadie?”, escribe José Alcaraz (1983) en un diálogo esquizoide con esa parte nosostros mismos que, a veces, parece estar cansada ya de todo. El lema beckttiano inténtalo de nuevo, fracasa mejor, preferible a la inacción. En palabras de Paula Bozalongo (nacida en 1991, hija del editor de Re-generación): “Inmóviles, callados, sin aliento,/ los únicos testigos/ te acusan a diario de impaciencia,/ de no haberlo intentado lo bastante”.

6. Viajar (¿en low cost?) es preciso, vivir no es necesario.

Escribe el también dramaturgo Pablo Fidalgo Lareo (1984): “Quédate junto a él y verás que en un poema/cabe todo el viaje”. Varios jóvenes poetas dedican poemas a los viajes (propios o ajenos): versos sobre Francia, Inglaterra, Estados Unidos, Argentina, Marruecos, India, Costa Rica…. Verónica Aranda (1982) resume esta tendencia vagabunda: “Es el tiempo del ocio y las postales/ con tintes desvaídos, con enigmas,/ de la vieja ciudad internacional”.

7. Escoge (y plagia) a tus maestros.

Se aprende bastante plagiando –y, si hay suerte, mejorando- a los maestros. “Nuestro poeta rubio escribe un verso/ que plagia a otro poeta/ en una Moleskine casi nueva”, nos cuenta Xaime Martínez (1993). Aunque no se abunda en el culturalismo, son varios los nombres de poetas que comparecen como referentes en los poemas de Re-generación: Jane Bowles, Ángel González, Alejandra Pizarkink, José Luis Piquero, Raymond Carver, Jorge Luis Borges… La poeta Luna Miguel (1990) hace inventario de muchos de ellos en su curioso poema Museo de Cánceres. Aitor Francos (1986) viaja hasta el siglo XIX y afirma “Creer en los sueños/ atenazadores de Robert Browning/ que me persiguen como elefantes moribundos”.

Más numerosas que a la literatura y la música son las referencias a la pintura, recogidas a modo de catálogo en la 'Ceremonia pictórica' de Francisco José Martínez

Encontramos asimismo alguna que otra referencia musical explícita (no muchas). Alguien, en un poema de Xaime Martínez, quiere darle un beso en la frente “a Jeff Tweedy en su ático grisáceo de Chicago”. Elvira Sastre (1992) y Javier Vela (1992) homenajean en sendos poemas dos canciones de Joaquín Sabina: Yo no quiero (contigo) y Más de cien mentiras. Más numerosas son las referencias a las obras de pintores (destaca Hopper), recogidas a modo de catálogo en Ceremonia pictórica, poema de Francisco José Martínez en el que les pide a sus pintores más admirados que le presten sus técnicas más preciadas. Un verso: “Dame la luz del mundo, Jan Vermeer”.

8. ¿Seguirás tocando tu solo mientras todo se hunde?

En los poemas antologados no se encuentran demasiadas confrontaciones poéticas con la áspera realidad socioeconómica que vivimos desde hace algunos años. Al menos no de modo explícito. Salvo –espero no olvidarme de ningún otro- en el poema de Elvira Sastre, País de poetas, que empieza: “Hoy a España le han dado una paliza /-el último parte indica agonía”. Sin embargo, en Chatterton, el último poemario de Medel, sí había poemas que se ocupaban, sin militancias, de la complicada realidad actual. Tal vez esa ausencia de poemas atentos al mundo común de aquí abajo tenga que ver, por tanto, en algunos casos más con la selección de poemas incluidos que con el absoluto ensimismamiento social de los autores (actitud, por otra parte, en absoluto censurable: la poesía, por suerte, aún no es un arte asambleario).

9. Siempre estamos a un click del olvido y del pasado.

Dice Morante en su prólogo la joven generación de poetas “ha tenido acceso directo a la funcionalidad tecnológica”. Algo que, junto a la capacidad de lectura en otras lenguas, les ha permitido conocer otras tradiciones menos frecuentadas hasta la fecha en la poesía española. En al menos dos poemas antologados, se detectan también rastros directos de esta inmersión tecnológica, poemas versión 3.0.

En al menos dos poemas antologados, se detectan rastros directos de la inmersión tecnológica, poemas versión 3.0.

Diego Álvarez Miguel (1990) usa Google Maps para revisitar las calles londineses que recorrió en el pasado junto a su novia. Mientras que Javier Templado Blanquer (1992) escribe sobre la lectura de la prensa digital un día cualquiera con esa actitud que resulta demasiado reconocible: “Click y cierras la página. /Clausuras el dolor, ignoras sus nombres. Su memoria desaparece/entre el fuego de la muerte. // Y a ti no te importa ni lo más mínimo”.

10. Di la verdad (aunque mientas): ese es tu oficio.

Mucho de lo que percibimos, creemos, deseamos o rechazamos es a menudo sólo una ficción o, peor, una mentira. “Me pregunto, incapaz de comprender, /qué laberintos trazan/ el alma y el espíritu/ para engañarse tanto”, escribe Constantino Molina Monteagudo (1985). Una de las pocas obligaciones de la poesía es ofrecernos verdad, aunque el poeta mienta sobre el quién, el cuándo y el dónde. Otra cosa es que la verdad nos consuele. Como advierte Miguel Floriano (1992): “Les ruego, antes que nada,/ no busquen aquí consuelo alguno/ que agriete el silencio de la pérdida”.

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