En el año 2007, la Alhambra de Granada estuvo a punto de convertirse en una de las nuevas siete maravillas del mundo. El complejo monumental, cuya construcción comenzó hacia el siglo IX pero no se transformó en la gran residencia palaciega hasta el siglo XIII, se presenta actualmente como una de las joyas arquitectónicas españolas. Sin embargo, su estricta protección ante la visita de miles de turistas dista del abandono y expolio que sufrió durante siglos.

Construida en la época del florecimiento del islam en la Península Ibérica, la Alhambra cuenta con numerosas fuentes, patios, baños, jardines y hasta 23 torres de estilo nazarí que incluyen azulejos vidriados, estucos tallados y pintados y madera tallada. Con una arquitectura dirigida a los sentidos humanos, no todos comprendieron la magistral obra y su luz se apagó con el paso del tiempo.

Los Reyes Católicos y sus sucesivos herederos protegieron durante años el monumento, pero para el siglo XIX el agua de las fuentes había dejado de fluir y la construcción se encontraba en ruinas. Cuando los franceses conquistaron España por orden de Napoleón, quedaron fascinados con la Alhambra a la vez que sorprendidos: estaba abandonada, saqueada y en mal estado

Junta del Liceo Artístico y Literario de Granada en la Alhambra (1900). MAN

Mientras expoliaban lo poco que quedaba en su interior, también realizaron obras para custodiar y restaurar el mayor tesoro musulmán en suelo español. Fue José Bonaparte quien, por primera vez, dirigió un plan de presupuesto para la Alhambra. No obstante, el robo del patrimonio cultural no se produjo únicamente por los franceses, quienes se llevaron gran parte del arte español que hoy se expone en el Museo del Louvre y demás galerías.

De esta manera, mientras las instituciones avanzaban en su intento por salvaguardar el arte español y concienciar a un pueblo ignorante y desconocedor de su pasado, los expolios se siguieron produciendo por parte de los españoles, llevándose consigo piezas irrecuperables.

Tesoros granadinos

"La euforia destructiva desencadenada por la desamortización eclesiástica en la década de 1840 afectó de manera muy intensa al patrimonio monumental granadino, e indirectamente sobre el legado hispanomusulmán", expone el archivo El patrimonio arqueológico en España en el siglo XIX: el impacto de las desamortizaciones, disponible en el Museo Arqueológico Nacional.

En este sentido, el texto destaca lo paradójico que resulta este proceso de expolio: coincidiendo con el nacimiento de la conciencia patrimonialista y su institucionalización, fue a lo largo de esta centuria cuando desaparecieron numerosas reliquias de un pasado que estaba siendo "recuperado, valorado y admirado".

"El principal foco de interés residía en la propia Alhambra, cuyas piezas artísticas eran especialmente codiciadas, y donde el creciente control institucional no impidió su expolio", expresa el historiador del arte José Manuel Rodríguez Domingo en el texto del MAN.

Patio de los Leones de la Alhambra de Granada. Julen Berrueta

El Patio del Ciprés de la Sultana fue, entre otros, una de las zonas donde más robo patrimonial se llevó a cabo. En este patio, donde según la leyenda se veían la esposa de Boabdil y un caballero abencerraje, sufrió los expolios de estas figuras anónimas que tanto daño han generado. Pero hubo otro rincón todavía más grave que destruyó parte de la Alhambra de Granada. "Pero más irrespetuosa y grave (...) resultaba la extracción de fragmentos de yeserías y alicatados de sus muros, convertida en una actividad lucrativa para sus indignos custodios", se explica en el archivo refiriéndose al mítico Patio de los Leones.

El nombre del Patio de los Leones procede de los doce leones surtidores de la fuente que ocupa el centro del patio, animales sobre los cuales descansa una gran taza de forma dodecagonal. Fue construido por orden de Mohamed V, octavo soberano nazarí de Granada entre 1354 y 1359. Lo que los siglos habían mantenido intacto lo estaba destruyendo la mano del hombre.

El marino e historiador militar Alexander Slidell Mackenzie publicó en 1831 A year in Spain by a young american, un libro que obtuvo un gran reconocimiento fuera de nuestras fronteras y que ya en 1829 hablaba del triste expolio de la Alhambra: "Antes de que pasen muchos años, el turista buscará en vano cualquier vestigio de esta singular antigüedad, que salvada de la barbarie de los pasados siglos, ha caído víctima de la insaciable codicia de nuestro tiempo".

El turista buscará en vano cualquier vestigio de esta singular antigüedad, que salvada de la barbarie de los pasados siglos, ha caído víctima de la insaciable codicia de nuestro tiempo.

Años más tarde sería el escritor romántico Washington Irving quien se asombró del estado del Patio de los Leones, el cual seguía resistiendo pese a la avaricia humana: "Su evidencia no pasó inadvertida a numerosos viajeros que, como Washington Irving en 1829, mostraban su asombro por la resistencia del Patio de los Leones no tanto a la incuria del tiempo y los asaltos de la guerra, sino especialmente a «los pacíficos y no menos dañosos saqueos del entusiasta viajero»".

Destrozos palaciegos

El expolio de nuestra maravilla arquitectónica se sometía a todo un sistema corrupto de compraventa en el que incluso los guardianes y militares que debían proteger la Alhambra participaban en su continuo vaciamiento.

El escritor George Alexander Hoskins habla de los "múltiples destrozos en los palacios" que cometía un vecino de Granada para posteriormente vender las reliquias, azulejos entre ellas, a los visitantes extranjeros. Por aquel entonces corría el año 1850 aproximadamente.

"Si todo esto acaecía en una propiedad del Real Patrimonio, debe suponerse la impunidad con que el saqueo se desarrollaría en lugares menos ostensibles, pues sólo mediando la denuncia en la prensa o tratándose de objetos de gran calidad han trascendido sus avatares", considera el texto.

Yesería del interior de la Alhambra de Granada. Julen Berrueta

No obstante, y gracias a las condenas de los valientes arqueólogos y las instituciones que empezaban a emerger, se comenzó a revalorizar el arte musulmán. El historiador y arqueólogo José Amador de los Ríos, en su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia, declaró que la historia de España escrita hasta entonces era "la historia imperfecta del pueblo cristiano, sin que se hayan hecho aún todos los esfuerzos posibles para reconocer y apreciar la influencia que ejercieron en la civilización española los hebreos y los árabes".

Así, a raíz de la creación de la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos, de las desamortizaciones del siglo XIX y de iniciativas como la de la revista Liceo Artístico y Literario, asociación pionera en la toma de conciencia patrimonialista que difundió a través de la revista La Alhambra, la joya del islam en España pasó del recuerdo romántico de tiempos pasados a una realidad mutilada pero presente en la cultura española y musulmana. El daño ha sido en parte "subsanado", y la restauración ha obrado milagros. Hoy en día la Alhambra de Granada recibe más de 3 millones de visitantes al año pero sus tesoros, esta vez sí, están bien protegidos del saqueo y el expolio.

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