A las 22:03 horas del 13 de febrero de 1945, los bombarderos británicos Lancaster, desde unos cuatro mil metros de altura, comenzaron a soltar los primeros proyectiles que asolarían la ciudad alemana de Dresde. Las bombas eran de dos tipos: sísmicas, que derrumban todo lo que tocaban; e incendiarias, que convertían los edificios en llamas vivas. Así dio comienzo uno de los ataques más atroces de la II Guerra Mundial, en un martes de Carnaval; una lluvia de destrucción que transformó la tierra en un infierno, en muerte. En total, los 796 aviones aliados acabaron con la vida de 25.000 personas, la mayoría civiles.

    Del bombardeo de Dresde —este jueves se cumplen exactamente 75 años— la editorial Debate ha publicado recientemente un libro magnífico, tremendamente vívido, que reconstruye la masacre tanto en su desarrollo como en las implicaciones éticas. Titulado Dresde 1945. Fuego y oscuridad, su autor es el escritor británico Sinclair McKay, capaz de armar un amplio lienzo histórico con detalles y puntos de vista estremecedores. Los relatos de los testigos recogidos en esas páginas, compaginados con las fotografías del espantoso ataque, permiten hacerse una idea de lo que realmente sucedió en aquellas infernales horas.

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    Hitler, frente al palacio Zwinger, en 1934, donde inauguró la Semana del Teatro del III Reich

    A pesar de la cultura e intelectualismo que emanaban de sus calles, por las que caminaron artistas como el pintor Otto Dix o el compositor Richard Wagner y eruditos de la talla de Stefan Zweig, Dresde fue un entusiasta núcleo del nazismo. Sus políticos, con Martin Mutschmann a la cabeza, quedaron embriagados desde el principio por las políticas del odio de Hitler. De hecho, la ciudad fue la primera de Alemania en exhibir obras de arte obscenas para que el público insultara a sus creadores.

    Cedida por Penguin Random House
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    Aviones aliados soltando bombas sobre Dresde

    El bombardeo de Dresde se enmarca en la denominada "guerra total", que no contemplaba limitar los ataques a objetivos militares. La táctica ya la habían discutido Churchill y Stalin en 1942, y tuvo en sir Arthu Harris, apodado el Carnicero, jefe del Mando de Bombardeo de la Real Fuerza Aérea británica, su máximo defensor.

    Cedida por Penguin Random House
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    Una mujer contempla los efectos de las miles de bombas que incendiaron Dresde

    Dresde, conocida como la "Florencia del Elba" por su riqueza patrimonial y cultural, ya había sido atacada por la aviación aliada en el otoño de 1944 y en el invierno de 1945. Era un martilleo constante que también sufrieron otras ciudades alemanas como Hambrugo, Colonia o Frankurt que aventuraban la inminente derrota del nazismo que no parecía llegar. Pero nunca se había llevado a cabo un ataque como el que se inició el 13 de febrero de 1945.

    Cedida por Penguin Random House
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    Famosa fotografía de Richard Peter desde el Ayuntamiento de Dresde, con una estatua casi intacta de La Bondad en primer plano

    En la noche del 13 de febrero, 5.500 aviadores aliados (estadounidenses, británicos, canadienses y australianos) subidos a 796 aeroplanos Lancaster y Mosquito bombardearon en dos oleadas -primero 244 y luego 552- de forma indiscriminada Dresde, convirtiendo la localidad en un infierno de fuego y destrucción.

    Wikimedia Commons
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    Cadáveres de civiles calcinados por las bombas incendiarias

    Las estimaciones que hace Sinclair McKay en su libro reflejan un total de 25.000 víctimas mortales, la mayoría civiles, sobre todo niños, mujeres y ancianos. Los refugios subterráneos se convirtieron en tumbas gigantescas de personas, cocidas o asfixiadas; y los cuerpos desmembrados por la metralla y el olor a carne quemada abarrotaban las calles.

    Wikimedia Commons
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    Mapa de Dresde: en azul oscuro, las zonas que quedaron totalmente destruidas

    La localidad, que contaba con unos 650.000 habitantes, se había convertido en el refugio de muchos alemanes que escapaban del imparable avance del ejército soviético y las historias que corrían sobre su brutalidad y las violaciones de las mujeres. Pero Dresde era, fundamentalmente, un objetivo militar con fábricas donde se producía material bélico y una plaza que contaba con una importante guarnición de tropas.

    Imperial War Museum
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    Otra toma aérea del bombardeo de la ciudad alemana

    'Desde. Fuego y oscuridad' también transporta al lector a las cabinas de los aviadores aliados, como a la del bombardero británico Miles Tripp, donde el silencio compacto solo lo alteraban las caladas del cigarro. Él participó en el segundo ataque, divisando "un fantástico entramado de fuego", como "los contornos en llamas de un crucigrama". "Al parecer, las tripulaciones de los 552 bombarderos de la segunda oleada que pasaron sobre la espantosa tormenta de fuego se afirmaron en su sentido del deber; simplemente, la misión tenía que llevarse a cabo", escribe McKlay.

    Cedida por Penguin Random House
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    Montaña de cadáveres de ciudadanos de Dresde preparados para ser ser incinerados

    El bombardeo de Dresde abrió un doble debate ético en torno a la responsabilidad de los aviadores que, cumpliendo órdenes, soltaron las bombas sobre la población civil; y sobre la destrucción justificada de una ciudad cuyas gentes habían abrazado sin disimulo toda la ideología nazi y su antisemitismo.

    Wikimedia Commons
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    Reconstrucción de la iglesia de Dresde en 1952, cinco años después del bombardeo

    La ciudad tardó décadas en ser reconstruida. Fue un proceso lento, plagado de contratiempos, y que optó por un paisajismo moderno. Sin embargo, los vestigios de la destrucción son todavía más que apreciables. Por ejemplo, en la iglesia barroca del siglo XVIII que preside la plaza del Neumarkt, donde la piedra clara utilizada en la restauración contrasta con la original ennegrecida.

    Cedida por Penguin Random House
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    Un total de 796 aviones sobrevolaron y redujeron Dresde a cenizas

    "Durante décadas -reflexiona McKay-, con diversos grados de cólera, contrición, dolor y trauma, se ha debatido y analizado la crudeza -así como la falta de moral- de la ciudad y su destrucción. Esos debates siguen formando parte del paisaje. En Dresde, el pasado está en el presente, y todo el mundo tiene que andar con cuidado por las capas del tiempo y la memoria".

    Cedida por Penguin Random House
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    La ciudad de Dresde, devastada por las bombas

    El libro reconstruye minuciosamente la historia del bombardeo de Dresde parándose a escuchar los testimonios de los que presenciaron aquel infierno, desde los que soltaron los miles de proyectiles con un pequeño golpe de muñeca hasta aquellos que vieron arder a sus seres queridos. ¿Qué estaban haciendo los habitantes de la ciudad alemana cuando todo empezó a venirse abajo?

    Bundesarchiv
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    Imagen panorámica del bombardeo de Dresde creada por el artista Yadegar Asisi

    Al término de la II Guerra Mundial, la ciudad quedó dentro del bloque soviético, siendo la población reeducada en base al sistema socialista. Había comités para todos los ámbitos de la vida, en todos los lugares de trabajo y los distritos residenciales. Aunque, milagrosamente, el espíritu anterior de la ciudad pareció sobrevivir en ciertos círculos artísticos.

    Reuters
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    Una de las imágenes más duras del bombardeo: el cuerpo calcinado de una mujer

    Como Hiroshima o Nagasaki, escenarios asolados por los efectos todavía más devastadores de la bomba atómica, Desde se ha convertido en un vívido recuerdo de la indecencia y la inhumanidad de la guerra total, de cualquier guerra.