Detrás de la maquinaria nazi de exterminio y odio hacia las diferentes razas del Tercer Reich se erigía toda una cultura nazi que se alejaba de lo político para tratar temas filosóficos, sociológicos o incluso mitológicos. La cúpula nazi buscaba fundamentar científicamente las teorías raciales y para ello financiaron numerosas campañas a lo largo del continente europeo.

Hubo una en concreto que traspasó las fronteras alemanas y llegó hasta la Asia más profunda. Con el apoyo de Heinrich Himmler, un grupo de exploradores y naturalistas partieron de Génova el 21 de abril de 1938 junto a varios miembros de las SS hacia el Tíbet. La campaña estaba dirigida por Ernst Schäfer y tenía "un interés arqueológico y antropológico", tal y como explica el investigador José Lesta en su libro El enigma nazi. El secreto esotérico del III Reich (Edaf).

Particularmente, el propósito principal era encontrar el origen de la raza aria en las montañosas tierras de Tíbet. "Himmler me habló de su creencia de que la raza nórdica no había evolucionado, sino que había descendido directamente del cielo para asentarse en el continente desaparecido (Atlántida), y que antiguos emigrantes de ese continente habían fundado una gran civilización en Asia Central. Creía que algunos tibetanos eran descendientes directos de esta civilización y que los arios provenían de esta etnia", comentaba Schäfer en un informe secreto desclasificado por el ejército norteamericano. Este, junto al joven antropólogo Bruno Beger, el geofísico Kart Wienert, el entomólogo y fotógrafo Ernest Krause y el experto en técnica y organización Edmund Geer llegó a Lhasa a principios del año 1939.

Por aquel entonces, el Dalai Lama no era más que un niño que todavía no había llegado a la capital y, debido al parecido de la esvástica nazi con uno de los símbolos del pueblo tibetano, no fue complicado izar la bandera nazi en los alrededores del palacio de Potala.  

Experimentos nazis

Una vez allí los alemanes comenzaron a indagar por la región. Principalmente se dedicaron a filmar ceremonias y rituales tradicionales, además de buscar patrones en cráneos de tibetanos fallecidos. Asimismo, Beger también tomó medidas de personas vivas con la intención de buscar algún punto en común entre los habitantes del Himalaya y un ciudadano alemán.

Bruno Beger tomando medidas de un habitante del Tíbet. Bundesarchiv

Así, el alemán recopiló datos antropométricos de hasta 400 personas aunque los resultados, como eran de esperar, no fueron concluyentes. Habían investigado desde todas las perspectivas posibles el pueblo tibetano, inmiscuyéndose en su vida diaria y tratando de mantener conversación con ellos en asiduas comidas y cenas.

Las políticas expansionistas de Hitler dejaban claro que la guerra podría comenzar en cualquier momento. La cúpula nazi ordenó el regreso de los exploradores, quienes fueron homenajeados y recibidos como héroes pese a no conseguir un resultado determinante en cuanto al origen de la raza aria. Schäfer recibió el Totenkopfring, una distinción personal de Himmler, mientras que Beger se incorporó a las SS, donde desempeñó funciones como experto de razas asiáticas durante la guerra.

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