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    Moncloa - Argüelles

    Fue, sin duda, el barrio de todo Madrid más devastado por los bombardeos. Se encontraba en la primera línea de frente, justo delante de la Casa de Campo —desde allí, desde el Cerro de Garabitas, disparaba la artillería franquista—. Al sur del distrito, llegando a la Plaza de España, se levantaba el Cuartel de la Montaña, símbolo de esa primera victoria del pueblo madrileño fiel a la República sobre los sublevados del general Fanjul. Hasta los edificios de Argüelles, totalmente en ruinas, se desplazaban los corresponsales extranjeros como Ernest Hemingway. El autor de 'Por quien doblan las campanas' quiso grabar escenas para su documental contra el fascismo desde allí, pero la amenaza de las balas se impuso a su espíritu suicida.

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    Ciudad Universitaria

    La Ciudad Universitaria, al noroeste de la ciudad, fue el principal campo de batalla de la defensa de Madrid. La zona abarcó un complejo sistema de trincheras prácticamente inamovible durante los tres años. Alguno de los edificios más golpeados por los obuses fueron la facultad de Filosofía y Letras o el Hospital Clínico, sede también de enfrentamientos cuerpo a cuerpo. "En el interior mismo de aquellos templos erigidos al saber comenzó una lucha salvaje, feroz, cuyos protagonistas en nada habían de diferenciarse del hombre primitivo, del auténtico cavernícola. (…) Allí, en aquel ambiente de la Ciudad Universitaria, la Guerra Civil era ostensiblemente el símbolo elocuente del fracaso de nuestra cultura y nuestra civilización”, escribió con dolor Chaves Nogales.

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    El centro

    El triángulo que se dibuja entre Callao, Cibeles y la Puerta del Sol fue otra de las zonas más bombardeada por los sublevados, así como el Paseo del Prado —las obras del museo se trasladaron a Valencia— y la fachada oeste del Palacio Real. La Gran Vía era conocida como 'la avenida de los obuses' y en en el edificio de la Telefónica se instaló la oficina de censura. Esa labor le correspondió a Arturo Barea y a su pareja, Ilsa Kulcsar. "Comenzaba la hecatombe de cada noche; temblaba el edificio en sus raíces, tintineaban sus cristales, parpadeaban sus luces", describe el autor de 'La forja de un rebelde'. Se sumergía y ahogaba en una cacofonía de silbidos y explosiones, de reflejos verdes, rojos y blanco-azul, de sombras gigantes retorcidas, de paredes rotas, de edificios desplomados. Los cristales caían en cascadas y daban una nota musical casi alegre al estrellarse en los adoquines".

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    Puente de Segovia y Puente de Toledo

    En los primeros instantes de la guerra, los sublevados, dirigidos por el general Varela, ingeniaron una maniobra de distracción para concentrar a las tropas republicanas en las cercanías del Puente de Segovia mientras se lanzaba otro ataque por la Casa de Campo y la Ciudad Universitaria. Para ello bombardearon sistemáticamente la zona, como se puede ver en el mapa. El puente de Toledo era otro de los accesos que tenían las tropas de Franco para entrar en la ciudad. Fue este uno de los lugares más fortificados, con un extenso sistema de trincheras y comunicaciones subterráneas, que nunca llegó a claudicar.

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    Barrio de Salamanca

    El mapa elaborado por Luis de Sobrón y Enrique Bordes ayuda a constatar un mito en torno a la defensa de Madrid: el barrio burgués de Salamanca, donde se guarecían buena parte de los afines a la sublevación liderada por Franco, apenas sufrió el impacto de un puñado de bombas. El distrito acogía la mayoría de la llamada zona neutral, fuera de los objetivos de la aviación y la artillería rebelde. Fue el lugar en el que se instalaron algunas embajadas, como la de Alemania, no solo para protegerse de los proyectiles, sino "para dar información a los que querían tomar la ciudad", según explica otro partícipe del proyecto del plano, Gutmaro Gómez Bravo, profesor de Historia Contemporánea de la UCM.