Una visión simplificada de la historia del cine viene a convenir en que el mérito técnico, la invención del aparato que posibilitó la proyección de imágenes animadas, correspondería a los hermanos Lumière (o, para los norteamericanos, a la patente firmada por Edison). En cuanto al nacimiento del cine como arte, suele anotarse en el casillero de creadores como Méliès o el español Segundo de Chomón. Ésa, al menos, es la historia oficial. Pero eso no la hace más verdadera. En este relato falta un nombre. Y como suele ser habitual, es nombre de mujer.

Antes de la primera e histórica exhibición pública del invento de los Lumière, en el parisino Boulevard de las Capuchinas, el 28 de diciembre de 1895, éstos ya llevaban meses presentando su cinematógrafo en sesiones a puerta cerrada. A una de las primeras había acudido Léon Gaumont acompañado de su joven secretaria Alice Guy. Guy había nacido el 1 de julio de 1873 en Saint-Mandé, y había tenido una educación cosmopolita en Francia, Chile y Suiza, obligada por los continuos traslados por trabajo de su padre editor.

Guy había nacido en 1873 en Saint-Mandé, y había tenido una educación cosmopolita en Francia, Chile y Suiza, obligada por los continuos traslados por trabajo de su padre editor

Aquel 22 de marzo, la mayoría de los presentes vieron el potencial del aparato, al que preconizaron un gran pero breve éxito. Tanto para los Lumière como para Gaumont, los beneficios vendrían de la venta de los cinematógrafos en los años siguientes, porque después la moda pasaría. Pero Guy entendió que ahí había algo más, y pidió permiso a su jefe para demostrárselo haciendo una prueba rodando una historia de ficción que se alejara de lo que hacían los Lumière (y hacía Edison con su quinetoscopio), la mera plasmación de escenas de la vida real. A regañadientes, Gaumont le concedió lo que él consideraba un capricho, con la única condición de que en ningún caso abandonara sus obligaciones como secretaria. Guy aceptó.

La primera película de ficción de la historia

El resultado vino sólo un año después, en 1896, cuando la directora firmó la que fue la primera película de ficción de la historia, El hada de los repollos, en la que en poco más de un minuto se ilustra la historia tradicional francesa de que los niños salen de los repollos, y las niñas de las rosas. Esta película la convertiría, pues, en la primera cineasta, hombre o mujer, de la historia. Primer fallo de la historiografía oficial.

El hada de los repollos, primera película de ficción de la historia.

Pero es que no se trató de un hallazgo solitario. Guy comenzó una frenética labor como directora que le llevó a firmar un millar de obras, de las que sólo han llegado hasta nosotros la décima parte. Y no sólo se limitó a contar historias, sino que, paralelamente a Méliès y Chomón, experimentó con los trucajes y expandió las posibilidades del medio hasta firmar la primera superproducción de la historia, La vida de Cristo (1906), que movilizó una cantidad de medios, actores y extras hasta entonces nunca vista, y en la que momentos como la resurrección se mostraban echando mano de las posibilidades que permitía el trucaje. Y entre medias, grababa a los más famosos intérpretes de la época mientras el sonido era recogido por fonógrafos, una innovación que causó sensación y expandió las posibilidades de la naciente industria musical.

El divorcio, el fin

Guy aprovechaba los viajes para buscar nuevos mercados para rodar películas que hoy tienen un gran valor testimonial, como el material que recogió durante un viaje por España. En 1907 se casó con un empleado de la Gaumont británica, Herbert Blanché, y comenzó a firmar sus cintas como Alice Guy-Blanché.

A Fool and His Money (1912), la primera cinta íntegramente protagonizada por negros.

En la década de 1910 se instalaron en Estados Unidos, donde fundaron la productora Solax, que se convirtió en una de las más importantes del momento. Ambos dirigieron películas, pero las de Guy, aparte de abordar todo tipo de temas (dramáticos, aventuras, románticas, westerns), se destacaban por su originalidad: A Fool and His Money (1912) fue la primera cinta protagonizada íntegramente por actores negros que, además, representaban a una familia de clase media, alejada de los estereotipos que los limitaba a aparecer como criados.

Sólo desde hace dos décadas se ha comenzado a reivindicar a quien fue, con mucho, la pionera más activa de las primeras décadas: un cuarto de siglo de carrera que superó a las de Griffith o Méliès, y que fue tan importante como las de ellos

Sin embargo, el divorcio de Blanché en 1922 marcó el comienzo del fin. Sin un nombre masculino después, perdió el control del estudio y entró en quiebra. Intentó retomar su carrera en Francia, pero el país había perdido la primacía industrial de sus primeros años. Su última época la pasó, hasta su muerte en 1968 en Nueva Jersey, luchando contra el olvido y la exclusión en las historias canónicas del cine. Muchas de sus obras se perdieron, y de las que se conservaron, la mayoría fue atribuida a su marido u otros hombres. Sólo desde hace dos décadas se ha comenzado a reivindicar a quien fue, con mucho, la pionera más activa de las primeras décadas: un cuarto de siglo de carrera que superó a las de Griffith o Méliès, y que fue tan importante como las de ellos.