Suena el despertador en Arco. Sonny Bono y Cher cantan I Got You Babe. Es la misma feria año tras año. El mercado del arte contemporáneo está atrapado en el tiempo, plagiándose temporada a temporada. Cambian los colores, repiten los artistas. Apenas ligeras diferencias que hablan de recuperación económica, de esperanzas renovadas, de estabilidad en el Gobierno: los pasillos se estrechan y las islas de los desayunos de los años de la crisis desaparecen.

Obra expuesta en la galería Zak i Branicka, de Berlín. PHR

Los galeristas alquilan más metros cuadrados, como quien invierte en esperanza. Señales de humo que indican que la edición anterior dejó una buena cosecha. No hay datos que lo confirmen, porque el mercado español ha decidido quedarse a vivir en las sombras, pero hay menos suelo libre. Arco, en Ifema, necesita tranquilidad, consenso y, a ser posible, una mayoría absoluta en el Congreso, para que no haya ni turbulencias artísticas ni mercantiles.

¡Ya lo único que deseo es que vuelva la clase media! El año pasado, sin Gobierno, fue imposible por la falta de seguridad y confianza

La bonanza es proporcional a la eficacia: en Arco no se ve arte, se compra. Por eso es arte sin inconveniencia, dócil, complaciente, silencioso. Sin salirse del tono. Otro año más, el arte del mercado, no de los artistas. En 2015, Colombia calentó los pasillos gracias a una selección de propuestas arriesgadas y poco rentables para los decoradores. Argentina ha salido al campo de juego a amarrar el resultado: “Argentina ha fallado estos años al insertar a sus artistas en el mercado internacional”, cuenta a este periódico Leopol Mones, responsable de la Galería Isla Flotante, uno de los emergentes que representan el futuro del sector en el país invitado.

Arte efectivo, no efectista

“Arco supone la oportunidad en el camino. Por eso hemos decidido que no sea un exabrupto, queremos que sea sostenible. Y eficaz. Queremos que el esfuerzo que hemos hecho las 16 galerías que hemos venido, se traduzca en una acción efectiva a medio plazo”, añade el galerista. Del efecto a la efectividad. Asegura que no volverán a cometer el mismo error de mostrar, como en otras ferias, artistas que sólo tenían ganas de hacer ruido. “Sólo fueron motivos de fiesta. Ahora queremos algo eficaz”.

Queremos que el esfuerzo que hemos hecho las 16 galerías que hemos venido, se traduzca en una acción efectiva a medio plazo

De hecho, la selección de artistas ha dejado en su país a los más jóvenes, que “ha emprendido un proceso de recuperación costumbrista de las tradiciones argentinas”. Los artistas argentinos menos globales, con una identidad nacional propia y resistente al proceso de homogeneización, no aparecen por Arco. La responsable de la asociación Unión Meridiano, que agrupa a todos los comerciantes, es Orly Benzacar, galerista e hija de Ruth Benzacar, y asegura que ya no se pueden distinguir las culturas propias de cada artista en su trabajo. Sin embargo, al tiempo, también sostiene que “el arte es uno de los lugares de resistencia a la globalización, por más que el artista quiera disimularlo”.

Una de las piezas incluidas en el recorrido de las galerías argentinas. PHR

Benzacar señala que Arco es importante para Argentina porque entre ambos países “hay una larga historia de amor”. Su madre fundó, junto con Rosina Gómez Baeza, la idea del invitado, en 1995. El primer año fue Latinoamérica. Han pasado muchos años hasta que Argentina ha vuelto a destacar en el programa de la feria. “Esto no es un evento español, es internacional. Arco es un escaparate para nosotros. Un escaparate mundial con instituciones importantes”, añade. Aclara que “no importa si hay poco coleccionismo español, porque vienen coleccionistas de todo el mundo”. “El coleccionista español es pequeño y localista, pero este intercambio abre las cabezas de todos. Eso sí, no soy tan ingenua como para creer que voy a colgar el “sold out”. Pero presentaré a artistas argentinos al mundo”, remata Banzacar.

Que vuelva la clase media

Fundada en 1967, Lisson Gallery, con sede en Londres, Milán y Nueva York, ha decidido regresar a Arco, “después de los años de la crisis”. La pasada edición, la organización invitó al comercio para que comprobaran las nuevas esperanzas del mercado en este país y han decidido repetir. Salomé Prada, la responsable de la línea de coleccionistas españoles, asegura que Arco es más profesional que el resto de las ferias latinoamericanas. “Hacemos el esfuerzo de traer las piezas para ahorrar el coste de envío al comprador. Los coleccionistas latinoamericanos nos interesan, porque salvo Art Basel Miami, el resto no están profesionalizadas. Además, estamos muy interesados en el coleccionista español”, explica a este periódico.

Un visitante de la feria. PHR

Leandro Navarro expone la pieza más cara de la feria: El triunfo del Nautilo, de Salvador Dalí, firmada en 1941, procedente de una colección suiza. Lo vende por 1.400.000 euros. No espera un comprador español. “Lo comprará una colección latinoamericana. En España no hay dinero y las instituciones no pueden comprar esto”, dice. “¡Ya lo único que deseo es que vuelva la clase media! El año pasado, sin Gobierno, fue imposible por la falta de seguridad y confianza”. Cuenta que vendió un dibujo de Picasso a una colección extranjera que hizo que la feria mereciera la pena. Subraya que Arco sólo es bueno por la conexión y los contactos con los coleccionistas extranjeros.

La incertidumbre política del último año logró espantar el negocio: el dinero es muy cobarde

En eso coincide con los dueños de la galería Espacio Mínimo, Pepe Martínez y Luis Valverde. “Nuestros compradores son extranjeros. Coleccionistas españoles con potencial no hay. Además, la incertidumbre política del último año logró espantar el negocio: el dinero es muy cobarde”, cuentan a EL ESPAÑOL.

Sus clientes son peruanos, colombianos, venezolanos y argentinos, sobre todo. La pieza más cara que tienen a la venta es de Liliana Porter, por unos 65.000 euros; la más barata, dibujos de Nono Bandera, por unos 1.500 euros. Estas condiciones son las que reducen la trayectoria artísticas de los creadores, tal y como señala el estudio de La actividad económica de los/las artistas en España, de Marta Pérez e Isidro López-Aparicio: la mayor parte de los artistas no se dedican más de 15 años a la actividad artística. Sólo un 15% de ellos sobrevive gracias a su arte.

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