Barcelona

El artista Ansel Adams fue conocido en los años sesenta y setenta del siglo pasado por sus fotografías en blanco y negro. En su casa le reprochaban que una fotografía nunca expresaría el alma humana como lo hacía el arte. Se empeñó en desmontar esa idea creando el sistema de zonas, que jugaba con la escala de grises para dotar las imágenes de mayor expresión. Utilizaba filtros para oscurecer zonas y así lograr mostrar en la foto lo que él visualizaba con los ojos. Fue quien dijo aquello de que "el negativo es la partitura y la imagen impresa (la copia) es la interpretación". Para conseguir que una fotografía exprese algo más que simples siluetas hay que trabajarla, decía. Pero puntuó: "Debe hacerse con inteligencia para no convertir la fotografía en algo que no tenga nada que ver con la realidad". 

Las palabras de Adams sobre que la imagen es una interpretación del negativo fueron muleta en los argumentos de Steve McCurry para defender el retoque en la fotografía. "¿Es que no ha sido siempre el retoque parte de la fotografía?", dice. "De repente, la gente está descubriendo que se trabaja en las fotos como si no se hubiera hecho antes". La carrera del responsable de captar a aquella niña afgana de ojos intensamente verdes quedó salpicada a mediados de este año, al descubrirse que manipulaba sus fotografías.

La carrera de McCurry -que captó a aquella niña afgana de ojos intensamente verdes- quedó salpicada a mediados de este año, al descubrirse que manipulaba sus fotografías

No con un simple ajuste de color o alterando la intensidad de los claroscuros, no, sino eliminando o poniendo elementos según su juicio y no según la realidad que retrataba su cámara. Estos días ha venido a España a promocionar su nuevo libro editado para España y Sudamérica Sobre la lectura (Phaidon, 2016). La obra gráfica es una recopilación de personas de 30 países distintos sumergidas en la lectura, el momento quizá más íntimo que ver a alguien desarrollando en espacios públicos.

Contador de historias

El fotógrafo, o "contador de historias", como se denomina el propio McCurry, aterriza en Barcelona al mediodía del miércoles 2 de noviembre. Tiene un sinfín de compromisos con los medios. Hoy aquí y mañana en Madrid. Un compromiso detrás de otro. Aun así, llega tarde a su primera cita. Unos 15 minutos, cuando solo se dispone de treinta por periodista en una escaleta sin margen de error. Así, por la hora citada, se debe combinar la entrevista mientras mastica el fotógrafo un sándwich de pollo.

Brazil, Steve McCurry. Phaidon.

Entre bocado y bocado, McCurry insiste en alejarse del fotoperiodismo. "Yo nunca fui fotógrafo de guerra". Después del escándalo de revelarse sus más que manipulaciones fotográficas, se cuestionó en la profesión su ética fotoperiodística. Pero el fotógrafo, quien fue catapultado al éxito precisamente por trabajar en la revista con mayor documentación fotoperiodística de la Historia (National Geographic), no considera que su trabajo tenga nada que ver con el reporterismo: "Yo estuve en guerras, sí, pero en las guerras hay mucha gente. Cubrí la Guerra del Golfo, la Guerra de Afganistán, pero la guerra era algo más del entorno", declara.

Yo estuve en guerras sí, pero en las guerras hay mucha gente. Cubrí la Guerra del Golfo, la Guerra de Afganistán, pero la guerra era algo más del entorno

Si su trabajo tuviera que definirse entre arte y periodismo, él prefiere llamarlo "algo más personal". Para él, su trabajo "es más poético, paseo captando impresiones", puntualiza. "Yo soy un contador de historias", se autodefine McCurry. Así, el ahora en adelante contador de historias asegura que no ingresó en la prestigiosa agencia Magnum por periodismo de guerra, aunque su incorporación coincida con su estancia en Afganistán, en 1986, y un año después de que la famosa fotografía icónica de National Geographic dotara de leyenda su nombre.

Ring. Interrupción, le llaman. "¿La fotografía del pescador de Sri Lanka? Llama a mi estudio para que te la pasen. Aunque seguro que en treinta segundos la encuentras en internet (risas)". Se recupera el hilo de la entrevista. "Si miras los trabajos de Ernst Haas o André Kertész verás en sus trabajos que… Que sí, he hecho documentación periodística en mi vida pero no es lo que hago ahora". Persevera su discurso sobre su nula relación con el reporterismo de guerra, aunque con leves contradicciones. "Hubo una época de mi vida, muy corta, en que estuve cubriendo áreas de conflictos. Pero comparado con el resto de mi carrera fue un periodo relativamente breve".

Fotofantasía

La alarma sobre las trampas en sus obras gráficas saltó en los medios este marzo con un artículo de New York Times titulado «Una imagen demasiado perfecta» en la que el crítico Teju Cole cuestionaba la autenticidad de sus imágenes. "No es simplemente presentar una verdad alternativa: es disfrutar de fantasía", le reprobó en el prestigioso rotativo.

Poco después, el fotógrafo Paolo Viglione desmanteló el resto: en una de las fotografías de Cuba, se ve un palo de señal de tráfico cortado. Y con ella, vinieron un montón de fotos más alteradas sin reparo. Desde entonces, se reiteran las preguntas sobre su ética profesional en sus entrevistas. Y como el conflicto ético solo cubre el campo del periodismo, aísla su trabajo de esta profesión: "De alguna manera es lo que todos quieren hablar. Si le interesa a la gente es su opción, pero no es mi actual trabajo". A la pregunta de cuál es su trabajo ahora, "¿no le he contestado antes a eso?", responde el contador de historias. Después de más de 40 años de profesión, McCurry salva así su carrera diferenciando reporterismo gráfico de lo que él ahora, dice, hace.

A la pregunta de cuál es su trabajo ahora, "¿no le he contestado antes a eso?", responde el contador de historias

Su obra se recoge en más de 15 volúmenes. Y aunque algunos de ellos, como 100 fotografías de Steve McCurry para la libertad de la prensa publicado en 2012 por la ONG Reporteros sin Fronteras, hablan por sí solos de cuál es su trabajo, el libro por el que se reúne estos días con la prensa no trata más que retratos artísticos. Retratos captados a lo largo de sus cuarenta años de profesión y que, dice el autor, pretende rendir homenaje a André Kertész, quien ya publicó en el 1971 un libro similar titulado On reading.

Burma, Steve McCurry. Phaidon.

Su libro Sobre la lectura solo recoge una foto hecha en España. Precisamente, en Barcelona. Después que insistiera que su actual profesión es la de contar historias, se le pregunta si recuerda la que hay detrás de la chica de Barcelona, y objeta: "No hay historia". Mientras, medita en voz alta: "Estoy imaginándome qué historia podría haber… Y creo que la historia es la foto en sí. Podría inventarme la historia. Ella me vio y ella, más o menos, estuvo de acuerdo en que le hiciera la fotografía. Pero eso no derivó en ningún tipo de relación duradera después de eso".

Estoy imaginándome qué historia podría haber… Y creo que la historia es la foto en sí. Podría inventarme la historia

Hay algo de poético en captar con una imagen el momento en que alguien está leyendo. La palabra y la imagen, aparentemente conceptos antagónicos, en esta obra parece tener la intención de hacernos leer los cuerpos. Cuerpos absorbidos por la intimidad de la lectura en espacios públicos. Pero el instante decisivo que proclamaba Capa, parece ser, no es tan épico en esta obra.

Exclusiva: un perro que lee

Hay una foto que sí destaca de su libro: "Hay un hombre con su perro, en Roma, Via Candotti. Los dos están leyendo el diario, el hombre y el perro. Parece que el señor le está enseñando a leer". Para McCurry es una foto increíble, "que es de lo que tendríamos que estar hablando. ¿Cuándo fue la última vez que viste a un perro leyendo? Y yo le hice la foto ¡Eso es una exclusiva! ¡Y está en el libro!".

Después del logro, se retoma el asunto de la ética profesional. Al mostrarle la portada de El País cuando el atentado de Atocha, donde se omitió un brazo amputado, replica: "Creo que quedamos de acuerdo al principio que no hago prensa y esto es un periódico. Es diferente, esto es un diario. Son noticias. Lo llaman News porque tratan las n-o-t-ic-i-a-s". "Acábalo ya", le dice a la jefa de prensa.

¿Cuándo fue la última vez que viste a un perro leyendo? Y yo le hice la foto ¡Eso es una exclusiva! ¡Y está en el libro!

Pero se insiste en preguntarle si eso no es modificar el relato, la historia que se capta, pese a cuidar la sensibilidad del espectador. Sea o no para la prensa. "Si estás haciendo... (se pone rojo) Si estás haciendo noticias, hay ciertas normas que debes seguir para un diario, porque la gente está buscando las noticias, en oposición al… El objetivo de un diario es la información, no el estilo. Pero ya respondí, yo no me dedico a eso". 

Serbia, Steve McCurry. Phaidon.

Suena la campana. Ha pasado más de media hora de preguntas regateadas. Justo a la hora de preguntar si sabe algo de la que fuera la niña afgana que lo popularizó, Shartbat Gula, actualmente detenida en Pakistán por sobornar a tres policías para conseguir documentos de identidad, ya en pie, responde: "No, no he tenido contacto con ella. Desafortunadamente. Ella no habla inglés, es difícil". Antes de que se aleje más, se le cuestiona si sigue obteniendo beneficios económicos de la fotografía de Gula, se ríe. ¿Eso significa que no? "Eso no significa nada". Y concluye, ya caminando: "Hubiera estado bien que me preguntaras si he hecho algo por ella para ayudarla". Y esa fue la última pregunta que quedó en la hoja y no dio tiempo a verbalizar.

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